jueves, 12 de julio de 2018

Steven Erikson nos muestra el inicio de su trilogía secuela de Malaz (II)

Desde principios de este año Steven Erikson se encuentra escribiendo su nueva trilogía ambientada en el mundo de Malaz, la que será una secuela directa de su decalogía del Libro de los Caídos. El primer libro de esta trilogía tiene por título provisional The God is Not Willing y estará ambientada unos 5 años después de los sucesos de The Crippled God. El propio Erikson ya comentó en la entrevista que tuve ocasión de realizarle hace unos meses que la novela será un retorno estilístico a las primeras novelas de Malaz.
Por suerte para los que esperamos impacientes su nuevo trabajo malazano, el escritor canadiense ha empezado a colgar en su facebook oficial los epígrafes o citas que abren cada uno de los capítulos de la novela. Gracias a esto ya hemos podido leer los fragmentos del prólogo y los tres primeros capítulos, que podéis encontrar recopilados y traducidos en esta entrada.
Pero desde el pasado 17 de abril no sabíamos nada nuevo de su trabajo. Muy lógico, si tenemos en cuenta que Erikson ha tenido que hacer una parada en la escritura para revisar las pruebas de imprenta de sus dos próximos libros: la novela de ciencia ficción Rejoice, a knife to the heart y el segundo volumen de las novelas cortas de Bauchelain y Korbal Espita.
Por fin ayer mismo Steven Erikson colgó un nuevo epígrafe, que abre el capítulo 4. Como siempre os lo traigo traducido, aunque tengo que advertir que contiene spoilers importantes del final de Malaz, el Libro de los Caídos y que no deberíais leerlo a menos que ya hayáis terminado The Crippled God. Sin desvelar nada, solo diré que como es habitual en la obra de Erikson vuelve a dejarnos claro que la "historia" siempre se reinterpreta según la visión de los que la recopilan.
Por otra parte, este nuevo fragmento también nos permite observar el avance de The God is Not Willing: al empezar el capítulo 2 Erikson había llegado hasta las 13,789 palabras, y que este capítulo 4 ya muestra un total de 25.453 palabras.




CAPÍTULO CUATRO
La Baraja de los Dragones emitió un eco vacío. Entre todos los adeptos y practicantes, se coincidió en que la Casa de Cadenas estaba vacía. Súbitamente vacía, aunque pocos notaron una última reverberación para anunciar el final, un estallido de poder desde lo alto. Aquellos ascendientes entre las filas de la jerarquía dentro de la Casa dedicaron poco esfuerzo a cualquier lucha por el dominio. Su dios roto y sufriente ya no estaba, después de todo. Y ahora la Casa está vacía.
¿Puede alguien dudar de que ningún mortal jugara algún papel en tales asuntos de los dioses? La pura presunción que acompaña a dicha afirmación sencillamente deja a los más sabios de entre nosotros moviendo la cabeza con incredulidad.
El molde de un mortal es verdaderamente lamentable. Las decisiones tomadas, las pobres luchas de la vida del hombre, las miserables aspiraciones de la mujer, no tienen resultados, no tienen importancia. Los dioses en sus reinos no le prestan atención a las vidas mortales más allá del servicio esperado en la adoración abyecta y desesperada, sin esperanza, suplicando favores benditos, el leve anhelo de los dones, las bendiciones y la misericordia.
Se dijo que una mujer mortal los guio y de hecho concedió la libertad del Dios Tullido. Se dijo que un puñado de soldados ayudó a abrir una puerta a los cielos de otro mundo. Y se dijo que ninguno de ellos adoraba al Dios Tullido, y que todos los que murieron a los pies de ese dios lo hicieron por su propia voluntad, todo en nombre de algo tan poco probable y débil como la simple compasión, como si el mero sentido de hacer lo correcto fuera en sí mismo lo suficientemente poderoso como para cambiar el mundo.
Solo los tontos podrían creer semejante estupidez.
Los mortales somos lo que somos y lo que siempre hemos sido. Débiles. Patéticos.
Así que descartad los cuentos, amigos míos, los rumores ridículos. No habrá leyendas construidas con esa mentira, ni mitos nacidos de tales tonterías. Presta atención a mi propio escepticismo y seguid mi razonable luz, y juntos podemos poner fin a tal necedad.

Refutación
(El ascenso de los sabios escépticos)
Salbara Lanant





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