La literatura tiene la capacidad de abrirnos las puertas a otras realidades, de transportarnos a existencias diferentes y ponernos en la piel de quienes no somos y de quien nunca podremos ser. Es algo que el genial George R. R. Martin ha resumido magistralmente en su célebre afirmación de que “un lector vive mil vidas antes de morir, aquel que nunca lee solo vive una”. En ocasiones anteriores ya hemos reflexionado sobre este gran poder de la palabra escrita, y como la ficción especulativa tiene una capacidad todavía más extrema de hacernos vivir realidades aún más alejadas de nuestra cotidianeidad.
La fantasía y la ciencia ficción son puertas que se cruzan para poder mirar desde otros ojos, para ponernos en la piel de otras personas. E incluso, muchas veces ni siquiera son seres humanos, porque como bien sabemos el género nos permite hacer real cualquier otra forma de existencia: desde las máquinas, robots o inteligencias artificiales con capacidad de desarrollar su propia consciencia, hasta otras especies que nada tienen que ver con lo que calificaríamos de humano. Desde los elfos inmortales, las criaturas feéricas surgidas de la naturaleza, los horrores órquicos demoniacos y todo tipo de seres primordiales ancestrales, son numerosas las otras formas de vida que pueblan la ficción fantástica, ampliando nuestro abanico de existencias alejadas de nosotros.
Si ya resulta difícil construir personalidades humanas creíbles y consistentes, desarrollar perspectivas que se alejan de nosotros requiere una maestría mayor. Tener que empatizar con sensaciones, emociones o sentidos que no tienen equivalencia humana es un desafío narrativo, y que bien planteados hacen memorables las obras que apuestan por ampliar nuestro horizonte experiencial. A lo largo de la historia de la ficción especulativa tenemos una gran muestra de cómo autores como Isaac Asimov, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin, Ray Bradbury, Lois McMaster Bujold o Joana Russ imaginaron otras formas de vida con un detalle y una originalidad que los hacen brillar por si mismos.
La fantasía y la ciencia ficción son puertas que se cruzan para poder mirar desde otros ojos, para ponernos en la piel de otras personas. E incluso, muchas veces ni siquiera son seres humanos, porque como bien sabemos el género nos permite hacer real cualquier otra forma de existencia: desde las máquinas, robots o inteligencias artificiales con capacidad de desarrollar su propia consciencia, hasta otras especies que nada tienen que ver con lo que calificaríamos de humano. Desde los elfos inmortales, las criaturas feéricas surgidas de la naturaleza, los horrores órquicos demoniacos y todo tipo de seres primordiales ancestrales, son numerosas las otras formas de vida que pueblan la ficción fantástica, ampliando nuestro abanico de existencias alejadas de nosotros.
Si ya resulta difícil construir personalidades humanas creíbles y consistentes, desarrollar perspectivas que se alejan de nosotros requiere una maestría mayor. Tener que empatizar con sensaciones, emociones o sentidos que no tienen equivalencia humana es un desafío narrativo, y que bien planteados hacen memorables las obras que apuestan por ampliar nuestro horizonte experiencial. A lo largo de la historia de la ficción especulativa tenemos una gran muestra de cómo autores como Isaac Asimov, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin, Ray Bradbury, Lois McMaster Bujold o Joana Russ imaginaron otras formas de vida con un detalle y una originalidad que los hacen brillar por si mismos.
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Ilustración de Tom Sterckx para la civilización pórtida de Herederos del tiempo. |
Por supuesto, estas otras perspectivas no siempre dan como resultado un ejemplo más luminoso o digno de seguir. Porque todas estas otras existencias, estas otras formas de vida o de culturas ajenas a lo humano no tienen que ser siempre superiores o una forma mucho más evolucionada de existir. Son formas divergentes, que nos permiten observarnos a nosotros mismos desde otras perspectivas, reflexionar desde fuera sobre lo que nos hace humanos, con todas nuestras luces pero también nuestras sombras.
En este nuevo ensayo para mecenas vamos a explorar algunas de estas aportaciones actuales a la creación de otros puntos de vista. Nos vamos a perder en las páginas de autores que nos ofrecen otras pieles que ponernos, usando para ello personajes, razas o seres que no podemos definir como humanos para nada. Las obras de estos grandes autores del fantástico son capaces de transportarnos de forma cercana y verosímil a existencias tan alejadas de nuestra normalidad que resulta difícil no sentirse uno con sus extrañas, sorprendentes y llamativas criaturas. Es la magia de la literatura fantástica en todo su esplendor, poniendo nuestra atención sobre lo que, para bien y para mal, nos convierte en humanos.
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