SIN TESTIGOS: RECUERDO
Y HEROÍSMO EN MALAZ
[Advertencia: este ensayo revela elementos de la trama de toda la decalogía de Malaz, el Libro de los Caídos. Solo es recomendable para los que ya hayan terminado los diez libros de Steven Erikson.]
“Lo que os aguarda
en el atardecer de la desaparición del viejo mundo quedará… sin
testigos. Palabras de T’amber. […] Son palabras duras y bien
podrían alimentar el rencor, si por debilidad lo permitimos. Pero a
esas palabras yo respondo como vuestra comandante: nosotros
seremos nuestros propios testigos, y eso será suficiente. Tiene que
ser suficiente. Ha de ser siempre suficiente.” Con estas
palabras la consejera Tavore Paran trata de insuflar ánimo y valor a
sus alicaídas tropas, a los miembros del 14º ejército malazano, conocido como los Cazahuesos, en la novela La tempestad del segador.
Antaño soldados inexpertos pero convertidos en veteranos a pura fuerza de voluntad, reunidos de forma
apresurada para hacer frente a un alzamiento sangriento y a una de
las derrotas más terribles sufridas por el Imperio de Malaz, que han
recorrido todo el continente de Siete Ciudades para reinstaurar el
orden y vengar a los caídos, que han sobrevivido a los infiernos de
Raraku e Y’Ghatan. Y ahora, después de toda esta ordalía a través
de medio mundo, han sido declarados renegados del Imperio de Malaz
por su propia emperatriz y son obligados a zarpar sin destino ni
refugio cierto, abandonados a su propia suerte. Y Tavore Paran, su silenciosa y enigmática comandante, les ofrece como único consuelo el saber que ellos serán
los testigos exclusivos de sus actos, de su destino, de lo que consigan
en tierras todavía desconocidas. ¿Es eso una bendición o una
maldición? ¿Qué es lo que quiere mostrarnos Steve Erikson con uno
de los elementos temáticos clave del Libro de los Caídos, el
repetido leitmotiv del ‘sin testigos’?
