En febrero de 2011 Steven Erikson daba por concluida la historia de Malaz, el Libro de los Caídos con la publicación de The Crippled God (El Dios Tullido). Con la décima novela de su saga de fantasía épica daba cierre a una compleja y rica historia de más de tres millones de palabras, concluida en un periodo de doce años. Digno de aplaudir, sin duda.
Un poco antes de ese importante momento, mientras empezaba a escribir Doblan por los mastines ya tenía en mente una nueva saga con la que seguir expandiendo el rico universo malazano. Se trataba de la trilogía de Kharkanas, ambientada milenios antes de los sucesos de Los jardines de la Luna, y en la que pretendía ahondar en el conflicto que azotó el reino ancestral de Kurald Galain y las guerras civiles que enfrentaron a los tiste en su pasado. Con este objetivo empezó a sembrar los tres últimos volúmenes del Libro de los Caídos con flahsbacks y referencias a los sucesos ocurridos en Kharkanas.
Steven Erikson se puso manos a la obra nada más acabar la escritura de The Crippled God, apenas dos semanas después de haber concluido la decalogía. El primer volumen de la nueva trilogía, Forge of Darkness, se publicó en inglés en 2012 y Fall of Light la siguió en 2016. Aunque ahora Erikson ha dejado aparcada momentáneamente la conclusión de la trilogía mientras inicia la que será una secuela directa de Malaz, ha prometido que se pondrá a escribir Walk in Shadow en cuanto se haya publicado The God is not willing.
Por eso, parece buen momento para traeros este ensayo en el que Erikson desvela como fue terminar la saga principal malazana y como se enfrentó al "vacío" creativo que le dejó su decalogía antes de iniciar la nueva trilogía de Kharkanas. También desvela porque su nueva saga tiene un estilo tan diferente al estilo utilizado en el Libro de los Caídos, y cuáles son sus principales influencias literarias. No contiene spoilers de ningún tipo, así que podéis leerlo sin miedo.
Un poco antes de ese importante momento, mientras empezaba a escribir Doblan por los mastines ya tenía en mente una nueva saga con la que seguir expandiendo el rico universo malazano. Se trataba de la trilogía de Kharkanas, ambientada milenios antes de los sucesos de Los jardines de la Luna, y en la que pretendía ahondar en el conflicto que azotó el reino ancestral de Kurald Galain y las guerras civiles que enfrentaron a los tiste en su pasado. Con este objetivo empezó a sembrar los tres últimos volúmenes del Libro de los Caídos con flahsbacks y referencias a los sucesos ocurridos en Kharkanas.
Steven Erikson se puso manos a la obra nada más acabar la escritura de The Crippled God, apenas dos semanas después de haber concluido la decalogía. El primer volumen de la nueva trilogía, Forge of Darkness, se publicó en inglés en 2012 y Fall of Light la siguió en 2016. Aunque ahora Erikson ha dejado aparcada momentáneamente la conclusión de la trilogía mientras inicia la que será una secuela directa de Malaz, ha prometido que se pondrá a escribir Walk in Shadow en cuanto se haya publicado The God is not willing.
Por eso, parece buen momento para traeros este ensayo en el que Erikson desvela como fue terminar la saga principal malazana y como se enfrentó al "vacío" creativo que le dejó su decalogía antes de iniciar la nueva trilogía de Kharkanas. También desvela porque su nueva saga tiene un estilo tan diferente al estilo utilizado en el Libro de los Caídos, y cuáles son sus principales influencias literarias. No contiene spoilers de ningún tipo, así que podéis leerlo sin miedo.
SOBRE LOS ORÍGENES DE FORGE OF DARKNESS
En el velatorio del décimo volumen, tras tres millones de palabras, de Malaz, el Libro de los Caídos ya no tenía gasolina. Ese fue un sentimiento extraño: ningún deseo de escribir, ninguna llama de pasión creativa. Y aunque había firmado por dos trilogías más y todavía tenía cuatro o cinco novelas de Bauchelain y Korbal Espita por delante, solo me cabreé unas dos semanas.
Claro, puedes reírte, pero para mí fueron dos semanas largas. Casi alarmante. Consideré, durante esa desdichada ausencia de cualquier cosa, arrastrarme para morir a un agujero en el suelo lleno de maleza. Después de todo, había hecho lo que me propuse hacer, para bien o para mal, y lo mejor que pude. En realidad, ¿qué razón había para seguir? Además, sí que existe algo como quedarte seco. Permanentemente. Dos semanas de nada. Podría ser que estuviera jodido.
Entonces había comenzado a prefigurar la nueva trilogía de Kharkanas unos cuantos libros atrás, comenzando con algunas escenas de flashback en Doblan por los mastines. Y tenía los títulos: Forge of Darkness, Fall of Light y Walk in Shadow. Parecía cómodo, manejable: sencillo de la manera en que solo pueden serlo las precuelas. La cosa es que, con Malaz el Libro de los Caídos, de alguna manera había destrozado un poco las fronteras: la saga se extendía, y la amplitud de la construcción del mundo (junto con el co-creador Ian C. Esslemont) era, bueno, una locura. Incluso nosotros sabíamos eso. Nos hacía reír (vale, con una risa malvada).
La fantasía épica es la parte superior de un árbol conectado a un solo tronco y ese tronco tiene sus raíces en los inicios de la literatura. Toda la literatura. Todo comenzó con fantasía épica (La Ilíada, Gilgamesh, etc...) y todos los otros géneros que han surgido, dividiéndose en ramas, ramitas y otras cosas, extraen su fuerza de ese núcleo único, ya sea de una forma reconocida o no. Incluso hay algunas ramas que se han olvidado de que son parte de un árbol. Bueno, como sea. Simplemente me encontré pensando que la fantasía épica no estaba obteniendo el crédito que merecía. En consecuencia, dos semanas enteras y miserables de shock fueron seguidas de la angustia.
Mierda, pensarías que sería demasiado viejo para angustiarme. Eso pertenecía a mi juventud, aquellos días (y noches) en la universidad, cuando me di cuenta de que estaba condenado a estar en la veintena (por casi una jodida década), y que sí, el mundo es realmente un cínico y podrido embrollo, y esos elegantes cuervos de la Escuela de Negocios iban a heredar todo. Hasta el día de hoy, todavía recuerdo haber despertado una mañana y saber que era un estúpido pasmado...
No importa. Agua vieja, puente viejo. Dale a esos chicos otra bonificación de fin de año, ¿verdad?
La angustia se tomó su tiempo para desaparecer.
Habría sido fácil sumergirse en la trilogía de Kharkanas usando el mismo estilo, la misma voz, el mismo todo, como lo había usado en la saga de Malaz. Había mapeado esas rutas hasta el nivel molecular. Pero ese era el problema. ¿Para qué sirve la resurrección creativa si es más de lo mismo? Al hablar sobre la serie de Malaz, mencioné aquí y allá la ambición, criticando la noción de que la palabra es un jodido peyorativo. Bastante cierto. Pero soy demasiado viejo para ese tipo de ambición, o al menos así es como lo sentía. Si la saga de Malaz se extendió hacia el exterior, ¿por qué no llevar la trilogía de Kharkanas hacia el interior? Escavar hacia abajo, tan cerca de lo claustrofóbico como pudiera hacerlo.
Para eso, me di cuenta de que necesitaría una voz diferente, un estilo diferente. De la forma que lo imagino, si vas a buscar inspiración, ¿por qué no buscar el mejor material que hay? Y con eso no me refiero con lo que todo el mundo está babeando este mes o este año. Quiero decir, las mejores cosas de todas. Para la saga de Malaz, encontré inspiración en La Ilíada. Dioses y mortales cagándose unos sobre otros, y todo eso. Para la trilogía de Kharkanas, que surgía ahora en mi mente como un remolino, una espiral devoradora de un núcleo oscuro y sin luz, fui y releí las obras de Shakespeare. Me llevó tres semanas (y qué gloriosas fueron esas tres semanas: sin fechas límite, sin presiones para escribir mis cuatro horas diarias. Solo leyendo. Una bendición). Ahora para mí, la inspiración es una cosa extraña. No le gustan los detalles, o los detalles específicos. No está en copiar, o incluso improvisar. Ni siquiera le gustan los ecos obvios, las alusiones literarias, ese viejo guiño del ojo del autor a un subconjunto exclusivo y sabio de lectores. En cambio, llega como una tenia, masticando en algún lugar de mis entrañas. Para mí, se trata de absorber cadencias, estilo y estructura. Con Shakespeare, todo se trataba de declamación. Que, presumiblemente, nace del escenario, se remonta a los antiguos griegos y, antes de ellos, a los sumos sacerdotes y sumas sacerdotisas, señores de la guerra y similares. Me enamoré de la declamación y de las estructuras de las oraciones dictadas por la respiración. Todas las cosas que ya no hacemos.
En otras palabras, estaba jodido. Forge of Darkness es una involución. Aún más alarmante, para mí la voz y el estilo son desconcertantemente seductores: una vez que estoy en ello, simplemente se alimenta de sí mismo y retirarse (del mundo moderno y todas esas sensibilidades modernas, y todos esos crudos tics literarios que se mantienen inflamados en la literatura, con todo el mundo frivolizando al respecto) ha demostrado ser muy difícil.
Bueno, esto no es un buen argumento de venta, ¿verdad? Está bien. Soy aún peor al escribir el texto en la parte posterior de mis libros. Escribir Forge of Darkness era como una fiebre que ardía lentamente. Esa fiebre persiste, y me estoy dando cuenta de que es lo que reemplazó a lo que solía guiar mi escritura, y que sería mejor que aprendiera a vivir con eso. Supongo que he vuelto a cargar combustible, pero lo que está en el tanque en estos días parece ser una bebida más letal. Solo puedo esperar que sea del gusto de alguien.
Malaz, el Libro de los Caídos dividió a los lectores en grupos que lo amaban y grupos que lo odiaban. No era mi intención. La trilogía de Kharkanas puede hacer lo mismo. Todo lo que puedo decir es que no es deliberado. Mea culpa.
Saludos
Steven Erikson
FUENTE
La fantasía épica es la parte superior de un árbol conectado a un solo tronco y ese tronco tiene sus raíces en los inicios de la literatura. Toda la literatura. Todo comenzó con fantasía épica (La Ilíada, Gilgamesh, etc...) y todos los otros géneros que han surgido, dividiéndose en ramas, ramitas y otras cosas, extraen su fuerza de ese núcleo único, ya sea de una forma reconocida o no. Incluso hay algunas ramas que se han olvidado de que son parte de un árbol. Bueno, como sea. Simplemente me encontré pensando que la fantasía épica no estaba obteniendo el crédito que merecía. En consecuencia, dos semanas enteras y miserables de shock fueron seguidas de la angustia.
Mierda, pensarías que sería demasiado viejo para angustiarme. Eso pertenecía a mi juventud, aquellos días (y noches) en la universidad, cuando me di cuenta de que estaba condenado a estar en la veintena (por casi una jodida década), y que sí, el mundo es realmente un cínico y podrido embrollo, y esos elegantes cuervos de la Escuela de Negocios iban a heredar todo. Hasta el día de hoy, todavía recuerdo haber despertado una mañana y saber que era un estúpido pasmado...
No importa. Agua vieja, puente viejo. Dale a esos chicos otra bonificación de fin de año, ¿verdad?
La angustia se tomó su tiempo para desaparecer.
Habría sido fácil sumergirse en la trilogía de Kharkanas usando el mismo estilo, la misma voz, el mismo todo, como lo había usado en la saga de Malaz. Había mapeado esas rutas hasta el nivel molecular. Pero ese era el problema. ¿Para qué sirve la resurrección creativa si es más de lo mismo? Al hablar sobre la serie de Malaz, mencioné aquí y allá la ambición, criticando la noción de que la palabra es un jodido peyorativo. Bastante cierto. Pero soy demasiado viejo para ese tipo de ambición, o al menos así es como lo sentía. Si la saga de Malaz se extendió hacia el exterior, ¿por qué no llevar la trilogía de Kharkanas hacia el interior? Escavar hacia abajo, tan cerca de lo claustrofóbico como pudiera hacerlo.
Para eso, me di cuenta de que necesitaría una voz diferente, un estilo diferente. De la forma que lo imagino, si vas a buscar inspiración, ¿por qué no buscar el mejor material que hay? Y con eso no me refiero con lo que todo el mundo está babeando este mes o este año. Quiero decir, las mejores cosas de todas. Para la saga de Malaz, encontré inspiración en La Ilíada. Dioses y mortales cagándose unos sobre otros, y todo eso. Para la trilogía de Kharkanas, que surgía ahora en mi mente como un remolino, una espiral devoradora de un núcleo oscuro y sin luz, fui y releí las obras de Shakespeare. Me llevó tres semanas (y qué gloriosas fueron esas tres semanas: sin fechas límite, sin presiones para escribir mis cuatro horas diarias. Solo leyendo. Una bendición). Ahora para mí, la inspiración es una cosa extraña. No le gustan los detalles, o los detalles específicos. No está en copiar, o incluso improvisar. Ni siquiera le gustan los ecos obvios, las alusiones literarias, ese viejo guiño del ojo del autor a un subconjunto exclusivo y sabio de lectores. En cambio, llega como una tenia, masticando en algún lugar de mis entrañas. Para mí, se trata de absorber cadencias, estilo y estructura. Con Shakespeare, todo se trataba de declamación. Que, presumiblemente, nace del escenario, se remonta a los antiguos griegos y, antes de ellos, a los sumos sacerdotes y sumas sacerdotisas, señores de la guerra y similares. Me enamoré de la declamación y de las estructuras de las oraciones dictadas por la respiración. Todas las cosas que ya no hacemos.
En otras palabras, estaba jodido. Forge of Darkness es una involución. Aún más alarmante, para mí la voz y el estilo son desconcertantemente seductores: una vez que estoy en ello, simplemente se alimenta de sí mismo y retirarse (del mundo moderno y todas esas sensibilidades modernas, y todos esos crudos tics literarios que se mantienen inflamados en la literatura, con todo el mundo frivolizando al respecto) ha demostrado ser muy difícil.
Bueno, esto no es un buen argumento de venta, ¿verdad? Está bien. Soy aún peor al escribir el texto en la parte posterior de mis libros. Escribir Forge of Darkness era como una fiebre que ardía lentamente. Esa fiebre persiste, y me estoy dando cuenta de que es lo que reemplazó a lo que solía guiar mi escritura, y que sería mejor que aprendiera a vivir con eso. Supongo que he vuelto a cargar combustible, pero lo que está en el tanque en estos días parece ser una bebida más letal. Solo puedo esperar que sea del gusto de alguien.
Malaz, el Libro de los Caídos dividió a los lectores en grupos que lo amaban y grupos que lo odiaban. No era mi intención. La trilogía de Kharkanas puede hacer lo mismo. Todo lo que puedo decir es que no es deliberado. Mea culpa.
Saludos
Steven Erikson
FUENTE
Erikson es muy bueno expresando lo que siente a la hora de escribir, te habla sinceramente y esa es una de las cosas que admiro de él como escritor. Tengo los libros, lo que todavía no los quiero leer por lo menos hasta no tener el último, malas manías.
ResponderEliminarPedazo de artículo, más ganas me entran para meterme de lleno en ese mundo creado por Steven Erikson.
ResponderEliminar💪👏
Es una maravilla leer a Erikson, anímate que no te decepcionará ;)
EliminarYo veo un problema, los flasbacks q muestra en los tres ultimos volumenes del libro de los caidos nada tienen q ver con lo que muestra en la trilogia kharkanas y creo q errastes la fecha de publicaciob de FOL que salio en 2016 no 2014 y por lo q dices en este articulo en 2020saldra el tercero, cada 4 años, perfecto
ResponderEliminarHola. Cierto, error mío en la fecha, ya está arreglado. Sobre la publicación del tercero no hay fecha final porque ni siquiera ha empezado a escribirlo.
EliminarY sobre los flashbacks y las divergencias entre Kharkanas y el Libro de los Caídos yo tengo mi propia interpretación: el punto de vista. Toda la historia nos llega desde los diversos puntos de vista de los personajes, andii que han vivido milenios y milenios y milenios. La mente no recuerda todo tal y como sucedió siempre, de hecho manipula nuestros recuerdos para reinterpretarlos y reajustarlos a nuestros sentimientos y creencias. Así que lo que sucedió originalmente en Kharkanas y lo que los personajes recuerdan milenios y milenios después durante el Libro de los Caídos son cosas muy diferentes. Pero como te digo es mi interpretación personal.