La épica historia de Malaz, el Libro de los Caídos continúa en español el próximo 24 de mayo con la publicación de la cuarta entrega de la saga de Steven Erikson. La Casa de Cadenas nos lleva de vuelta al continente de Genabackis pero un poco de tiempo antes del inicio de Los jardines de la Luna para contarnos la historia de Karga Orlong, un joven guerrero destinado a convertirse en una pieza clave de los sucesos que sacudirán todo el mundo. Por supuesto, la novela también continúa la historia más amplia que se ha ido desarrollando en las tres entregas anteriores, pero sobre todo recogiendo el hilo de los terribles sucesos de Siete Ciudades de los que fuimos testigos al final de Las puertas de la Casa de la Muerte.
Para todos los que esperáis con ansia esta nueva entrega de la saga malazana podéis hacer un poco más llevadera vuestra espera leyendo el prólogo de La Casa de Cadenas, que tenéis completo más abajo.
[En el blog podéis leer las reseñas de las anteriores entregas de la saga: Los jardines de la Luna, Las puertas de la Casa de la Muerte y Memorias de Hielo.
Y si todavía no habéis empezado la ambiciosa y compleja saga de fantasía épica de Steven Erikson podéis echarle un vistazo a este artículo: Razones para leer Malaz.]
La Casa de Cadenas se publica en formato
tapa dura con sobrecubierta con una extensión de
944 páginas y un
precio de 24,90 euros. También estará disponible en
ebook por 9,49 euros.
SINOPSIS
La Casa de Cadenas es la cuarta entrega de la saga «Malaz: El Libro de los Caídos», la decalogía, originalmente publicada entre 1999 y 2011, que ha convertido al escritor canadiense Steven Erikson en una de las mayores voces de fantasía épica contemporánea. Desde entonces, esta obra maestra de la imaginación está considerada una de las series más ambiciosas que ha dado el género en los últimos años
Este volumen comienza en el norte de Genabackis, el día que empieza el extraordinario destino de Karsa Orlong, uno de los tres guerreros salvajes que descienden las montañas para atacar las tierras del sur. Pasados unos años, Tavore, la inexperta consejera de la emperatriz, debe adiestrar a doce mil soldados para convertirlos en una fuerza capaz de desafiar a las hordas de la elegida, Sha'ik, que aguardan en el desierto. Allí, sus caudillos están enzarzados en una lucha de poder que amenaza al alma de la rebelión, mientras que Sha'ik se obsesiona con la que cree que es su mayor enemiga: su hermana.
Gracias a la web de MegustaLeer podemos echarle un vistazo al
inicio de esta cuarta entrega, en concreto al prólogo completo de
La Casa de Cadenas.
Podéis
leerlo desde este enlace o a continuación.
PRÓLOGO
Margen del Naciente, día 943 de la Búsqueda Sueño de Ascua
Grises, hinchados y picados de viruela, los cuerpos se alineaban en la orilla cargada de sedimentos hasta donde alcanzaba la vista. Apilados como maderos a la deriva por las aguas crecientes, meciéndose y rebosando por los bordes, la carne putrefacta hervía de cangrejos de diez patas y moluscos negros. Aquellas criaturas del tamaño de una moneda apenas se habían adentrado en el munífico festín que había tendido ante ellos la partición de la senda.
El mar reflejaba el tono del cielo bajo. Peltre remendado y apagado arriba y abajo, roto solo por el gris más profundo de los sedimentos y, a treinta golpes de remo de distancia, por los tonos manchados de ocre de los niveles superiores apenas entrevistos de los edificios inundados de una ciudad. Las tormentas habían pasado y las aguas estaban serenas entre los restos de un mundo ahogado.
Bajos y achaparrados habían sido sus habitantes. De rasgos planos, cabellos claros, siempre largos y sueltos. El suyo había sido un mundo frío, dada la ropa de forros gruesos que llevaban. Pero con la partición todo eso había cambiado, como un cataclismo. El aire era sofocante, húmedo y a esas alturas apestaba a putrefacción.
El mar había nacido de un río de otro reino, una arteria inmensa, ancha y con toda probabilidad dueña de todo un continente, una arteria de agua dulce impregnada por los sedimentos de la llanura, las profundidades turbias albergaban enormes bagres y arañas del tamaño de ruedas de carretas, los bajíos estaban atestados de aquellos cangrejos de diez patas y conchas negras y plantas carnívoras sin raíces. El río había vertido su volumen torrencial en ese inmenso paisaje llano. Durante días, luego semanas, después meses.
Las tormentas, conjuradas por el volátil choque de corrientes de aire tropicales contra el clima templado de la zona, habían empujado la inundación bajo el aullido de los vientos, y con las aguas crecientes e inexorables llegaron plagas mortales para llevarse a aquellos que no se habían ahogado.
Sin que se supiera cómo, el desgarro se había cerrado en algún momento de la noche anterior. El río de otro reino había regresado a su curso original.