miércoles, 17 de febrero de 2021

Abrazar las influencias, ensayo de Steven Erikson

Ningún escritor crea de la nada. Toda obra tiene unos antecedentes literarios y unas influencias, más o menos evidentes según el caso. La literatura fantástica no es ninguna excepción, y durante décadas la dependencia de sus influencias tolkienianas ha lastrado a numerosos autores que parecían dedicarse a remedar, con más ganas que acierto, el modelo marcado por El Señor de los Anillos. Pero afortunadamente no todos los creadores de literatura fantástica se dedican a tratar de calcar sin más la fantasía tolkieniana.
Uno de estos autores decididos a romper moldes dentro del género es Steven Erikson. Mientras sigue en plena escritura de Walk in Shadows, el volumen final de la trilogía de Kharkanas, el autor canadiense todavía tiene tiempo de pasarse por sus redes para dejarnos algún breve ensayo. Hace unos días colgó en su facebook un nuevo texto en el que reflexiona sobre lo importante que son las influencias lectoras para cada autor, al tiempo que nos habla de los autores de género (y de fuera del mismo), que más le influyeron durante su juventud. Una interesante lectura que nos ayuda a comprender cuáles fueron los autores u obras que fermentaron en la cabeza del joven Erikson y ayudaron a nacer al universo fantástico de Malaz.
A continuación podéis leer la traducción de este nuevo ensayo.

Arte de Steven Erikson.


ABRAZAR LAS INFLUENCIAS
por Steven Erikson.

En lo que resultó ser un panel bastante controvertido hace unos años, en la Conferencia Internacional sobre lo fantástico en las artes, lancé una argumentación que condujo a una sorprendente respuesta de la audiencia. Esta audiencia estaba compuesta por académicos interesados y dedicados a la fantasía épica y el tema del panel era 'El estado del género'. 
Éramos tres o cuatro en el panel, junto con un moderador. Como era de esperar dado el tema que estábamos debatiendo, Tolkien se convirtió en parte de la discusión; en particular su influencia en el subgénero que es la fantasía épica. Solo unos meses antes se había publicado un nuevo libro académico en el que los autores reiteraban una posición a la que yo me oponía (hasta el punto de que escribí una crítica del libro que apareció en un número de la New York Review of Science Fiction). En esencia, la afirmación era la siguiente: toda la fantasía épica moderna se deriva de Tolkien. Si bien esa afirmación es en sí misma problemática, los autores continuaron parafraseando la descripción de Guy Kay del "producto de fantasía derivado", como indicativo de toda la fantasía épica posterior a Tolkien. 
El problema con este argumento, como señalé en mi crítica, radica en el conocimiento severamente limitado del autor/es con respecto a las obras de la fantasía épica moderna (especialmente las sagas). Una de las razones de esto es completamente práctica. Los académicos prefieren volúmenes únicos o series cortas (y libros cortos o de relatos) debido a las limitaciones de tiempo y al grado de inversión. Además, los académicos (de la generación relevante) a menudo maduran académicamente explorando las obras de Tolkien y, en un caso clásico de sesgo de muestreo, no se han mantenido al día con las nuevas obras de fantasía épica basadas en la suposición de que todo lo posterior a Tolkien es, como producto de fantasía derivado, efectos secundarios menores, así que ¿para qué molestarse? 
La influencia de Dungeon & Dragons y otros sistemas de juegos de rol ha sido destacada por nuevos académicos (principalmente, la tesis doctoral de A. P. Canavan), pero solo como una idea tardía (en este libro en particular), y uno podría argumentar que D&D representa la influencia de Tolkien, pero una vez eliminado. Ese argumento no es del todo correcto, pero alegremente dejaré que otros lo aclaren. Baste decir que D&D le debe tanto a la fantasía de espada y brujería como a Tolkien; y más concretamente, presenta una influencia única en sí misma.
Mi razonamiento fue presentado a través de una serie de preguntas a la audiencia, pidiendo que alzaran las manos si estaban de acuerdo con cada declaración que estaba haciendo. Estas preguntas llevaron a una última cuestión: ¿la erudición de Tolkien en el estudio de la fantasía épica suponía un obstáculo para el estudio de la fantasía épica? La sorprendente respuesta estuvo en la plétora de manos que se levantaron a favor. 
Por supuesto aquí hay en marcha un desfase generacional. Durante largo tiempo en el mundo académico, Tolkien representó el único (o entre los pocos) trabajo "legítimo" de fantasía épica digno de estudio en un contexto de posgrado. Y no, no es necesario enumerar los otros pocos. La cuestión es que el cuello de botella estaba al principio, generacionalmente hablando, y ha estado estrangulando las cosas desde entonces.
No crecí leyendo a Tolkien. ¡Sorpresa! Recuerdo haber llegado a la mitad de El hobbit. Recuerdo que, alrededor de las once o doce años, leí el primer capítulo del primer libro de El Señor de los Anillos y luego lo abandoné. No jugué a D&D hasta los 24 años o más. Por lo tanto, ni Tolkien ni D&D contribuyeron como las influencias fundamentales para lo que finalmente surgiría como mi ficción fantástica. Lo siento amigos, así es como fue. 
¿Estaban los libros que leí influenciados por Tolkien? Estoy seguro de que lo estaban, pero entonces, ¿cómo podría saberlo? Claro, en el sentido más vago, si había orcos (recuerdo a los orcos), ya que los orcos fueron una invención de Tolkien (supongo). ¿Pero los elfos? Bueno no. Los elfos provienen de la mitología. Conocía mi mitología. Lo mismo para los enanos. Entonces, si podía darle algún sentido a las cosas, era que Tolkien los había tomado de la mitología celta y nórdica para su fantasía épica.
Mis intereses por la mitología derivaron de mis estudios en antropología. Y que mi imaginación se encendiera de una manera que llevara a mi interés por la antropología, surgió directamente de leer las historias pulp de espada y brujería de Robert E. Howard, especialmente su era Hiboria y sus cuentos de Bran Mac Morn, allá por mi adolescencia. Howard hablaba sobre civilizaciones perdidas, épocas pasadas y el paso y el legado de las culturas antiguas, y los restos que dejaron atrás. Lo que a su vez inspiró mi interés por la arqueología. 
La fantasía épica es tanto la semilla de toda la literatura como su tronco central. Todos los demás géneros son simplemente una rama, o incluso una ramita, que sale de ese tronco (incluida la literatura "seria" moderna, que es una ramita alargada). Mi inspiración no fue Tolkien. Fue Homero. Fueron los autores desconocidos de Gilgamesh y Beowulf. Fueron Snorri Sturlosen y las Eddas mayor y menor. Y fueron Howard y Leiber, y antes de eso, Edgar Rice Burroughs.
Luego lo fueron los libros de texto de antropología, La rama dorada de Frasier y las monografías sobre The Fierce People de Dani y Chagnon. Fue la historia de la decadencia y caída de Gibbon y las conferencias publicadas de J. B. Bury de The Barbarian Invasions. Fue la historia del Imperio Bizantino en tres volúmenes de Vasiliev. 
Mientras, en medio de todo eso, apareció un autor de fantasía épica que voló las puertas de todo el género. Estaba escribiendo en contraposición a Tolkien. Fue anti-Tolkien en todos los sentidos. Cuando descubrí a Stephen R. Donaldson, leí su saga de Covenant como un lector completamente inconsciente de su relación con Tolkien. Fue solo mucho más tarde que me di cuenta de lo que realmente estaba abordando la saga. Para mí, Donaldson arrastró la fantasía épica a la edad adulta, con la complejidad moral que simplemente no existía en Tolkien. Había llevado la fantasía épica desde el lugar donde se encontraba cómodamente junto a la fantasía juvenil e infantil, para atravesar el puente hacia lugares donde solo había adultos, y para mí no había vuelta atrás, y de hecho, no había razón para volver.
La Compañía Negra de Glen Cook nos llevó aún más lejos por ese camino adulto, invocando tanto los antecedentes 'noir' de la espada y brujería como el corolario del mundo real de la experiencia posterior a la Guerra de Vietnam, transformando la magia en el equivalente del mundo secundario del napalm y la muerte que caía desde los cielos.
Y manteniéndome en las influencias personales, había una gran cantidad de escritores de ciencia ficción, incluidos aquellos que se sentían cómodos con los lugares liminales entre la ciencia ficción y la fantasía (Andre Norton, Leigh Brackett, Le Guin). Estaba Dune de Herbert, y Stainless Steel Rat de Harry Harrison. Estaba todo Asimov (no era un buen escritor) y algo de Clarke. Estaban Vernor Vinge, Roger Zelazny, Philip K. Dick y muchos otros. 
La influencia es un componente esencial de ser artista. Se necesita un ego monstruoso para negarlo o pretender que uno crea desde el vacío. Simplemente no es así. También se necesita una profunda falta de autoestima para permanecer callado ante esas influencias, para pretender que los escritores vivos, todavía activos, no han tenido ningún impacto en la propia escritura. Puede ser demasiado fácil quedar atrapado en una mentalidad competitiva con respecto a otros escritores, como si todos estuviéramos luchando por el bolsillo de todos y cada uno de los lectores (no lo estamos. Los lectores son insaciables). Y si crees que estoy apuntando a la falacia del hombre de paja, no es así. He estado en suficientes paneles para verlo más veces de las que me gustaría contar. No entiendo esa actitud y lo admito aquí: me molesta.
Entre esas manos levantadas ante mi pregunta en la Conferencia Internacional sobre lo fantástico en las artes, hace tantos años, vi a muchos estudiantes de posgrado. La próxima generación de académicos. Eso me da esperanza. 

Anexo al ensayo: Solo para dejarlo claro... sí, leí a Tolkien, pero en un momento que fue posformativo en términos de mis influencias como escritor de fantasía. Otra lección más en 'lee lo que hay, no lo que no está'.



COMPARTIR en


4 comentarios: