—Habladme de ese tal IdrisPukke.
—Me ayudó en el desierto, y en Menfis, cuando estábamos en prisión.
—¿De qué modo?
—Me dijo cómo eran las cosas. Me dijo que no confiara en él ni en nadie más. No porque fueran mentirosos, aunque muchos sí que lo eran, sino porque sus intereses no son los intereses de uno, y es estúpido esperar que otros antepongan lo que le interesa a uno a lo que les interesa a ellos.
—Alguna gente diría que eso era cínico.
—No sé lo que quiere decir eso.
—Ser cínico es creer que otros solo están motivados por el egoísmo.
Cale pensó en eso un momento.
—Sí —dijo al fin.
—¿Sí qué?
—Que sí, que ya comprendo lo que es cínico.
—Ahora estáis tratando solo de provocarme.
—No, nada de eso. IdrisPukke me avisó, cuando no tenía por qué hacerlo, de que yo debía recordar que a veces lo que me importaba a mí y lo que le importaba a él serían cosas distintas, y que si bien él podría esforzarse un poco a mi favor, la mayoría no haría lo mismo. Cuando tuvieran que elegir, elegirían lo que fuera mejor para ellos. Y solo el capullo más capullo creería que los demás estaban dispuestos a ponerlo por delante de ellos mismos.
—Me ayudó en el desierto, y en Menfis, cuando estábamos en prisión.
—¿De qué modo?
—Me dijo cómo eran las cosas. Me dijo que no confiara en él ni en nadie más. No porque fueran mentirosos, aunque muchos sí que lo eran, sino porque sus intereses no son los intereses de uno, y es estúpido esperar que otros antepongan lo que le interesa a uno a lo que les interesa a ellos.
—Alguna gente diría que eso era cínico.
—No sé lo que quiere decir eso.
—Ser cínico es creer que otros solo están motivados por el egoísmo.
Cale pensó en eso un momento.
—Sí —dijo al fin.
—¿Sí qué?
—Que sí, que ya comprendo lo que es cínico.
—Ahora estáis tratando solo de provocarme.
—No, nada de eso. IdrisPukke me avisó, cuando no tenía por qué hacerlo, de que yo debía recordar que a veces lo que me importaba a mí y lo que le importaba a él serían cosas distintas, y que si bien él podría esforzarse un poco a mi favor, la mayoría no haría lo mismo. Cuando tuvieran que elegir, elegirían lo que fuera mejor para ellos. Y solo el capullo más capullo creería que los demás estaban dispuestos a ponerlo por delante de ellos mismos.
Thomas Cale en Batir de alas, de Paul Hoffman.
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