Mientras esperamos la llegada The God is Not Willing, la novela que iniciará la trilogía secuela de Malaz, Steven Erikson sigue dejándonos jugosos ensayos sobre su universo fantástico. En esta ocasión el autor canadiense se ha pasado por su facebook para hablarnos de los personajes heridos y en especial de uno de los que menos simpatías parece despertar entre los malazanos: Felisin Paran. La hija menor de la casa Paran, a la que conocemos en Las puertas de la Casa de la Muerte, siempre ha sido de las más aborrecidas por los seguidores de Malaz. Aunque la tragedia de Felisin puede ser una de las más espantosas que tenemos en la decalogía del Libro de los Caídos, muchos lectores muestran poca empatía hacia su situación; por eso Erikson nos habla en este ensayo sobre el comportamiento de las personas heridas y adictas, compartiendo con nosotros una experiencia muy cercana y sobre como reaccionaron los lectores ante la plasmación en papel de este tipo de comportamiento con la historia de la joven Paran.
Evidentemente el ensayo desvela puntos importantes de la trama de Las puerta de la Casa de la Muerte, y también algún pequeño adelanto de lo ocurre en La Casa de Cadenas, así que estáis avisado.
Felisin, por J. K. Drummond |
Desde un lugar herido
Apsalar y Felisin en Las puertas de la Casa de la Muerte
La desconfianza perdura. Una fina y oscura corriente que se desliza por debajo de la superficie y se filtra por todo. Este es un estado emocional que recuerdo bien. Por mucho que amaba, respetaba y a menudo admiraba a mi padre; por mucho que apreciaba su ecuanimidad, su propensión a los chistes malos (que heredé); por mucho que me asombrara su fortaleza para regresar a completar su educación secundaria, y luego convertirse en psicólogo infantil después de dieciocho años de universidad y de múltiples trabajos como camarero para alimentar a la familia, tenía una debilidad por la bebida.
Vendría y se iría. Habría períodos, a menudo años, entre sus episodios de alcoholismo activo. Cuando era más joven, y todavía vivía en casa, esos combates eran como bolas de demolición que se estrellaban contra la familia, abriendo grietas a través de cimientos toscamente parcheados. Las cosas estuvieron a punto de romperse por completo más de una vez. Más tarde, cuando el papel de mi padre fue el de un abuelo amable y servicial, asumiendo las tareas de niñero y otras actividades de un abuelo, el regreso de esos episodios significó cortar por completo, significaba proteger a mi familia y a mi hijo por encima de todo. Al final, las cosas cambiarían, se arreglarían. Estaría lúcido, se volvería humilde, arrepentido y serio y, sobre todo, sobrio. Me siento afortunado al decir que los últimos años, cuando estuvo responsable en su papel de abuelo cariñoso y excesivamente indulgente con mi hijo, son ahora mis mejores recuerdos de él.
Pero, como siempre, quedaron las cicatrices, la ligera desconfianza, el radar encendido, la certeza de que podía empezar de nuevo. Siempre ahí.
Mi padre era un hombre inteligente, también algo narcisista, que podía jugar muy bien el juego mental del autoengaño. Su adicción era una amante astuta, siempre ahí en las sombras. En los últimos años antes de su enfermedad y su muerte, me dijo más de una vez que no era un alcohólico, solo un hombre que no manejaba bien el dolor. Para entonces, yo ya había dejado de discutir la cuestión. He explorado la naturaleza de la adicción en varias tramas menores de mi ficción. Me acerqué mucho al corazón de su realidad en mi novela sobre la mayoría de edad, This River Awakens. A mi padre siempre le gustó esa novela. ¿Se veía a sí mismo en el personaje alcohólico de la novela? Probablemente no, al menos no de forma autorreflexiva.
Cuando estas unido a una persona que duerme con sus demonios, arrancar todas las sábanas puede parecer el primer acto de reparación. Exponer la cruda verdad, arrastrarlo todo a la luz. Hablar y escuchar, desenredar y deshacerse de toda la mierda. Ir a un lugar de honestidad. Pero esto es lo que uno aprende en la situación en la que crecí y que sabía muy bien: la honestidad es efímera. Tiene fecha y hora. Utilicé el término "amante" para describir la relación de mi padre con el alcohol, y existe un peligro en eso dado el tema que supuestamente estoy aquí para discutir. Así que dejadme aclarar lo que quiero decir. Si los papeles se hubieran invertido y fuera mi madre la que tuviera el problema con el alcohol, usaría el término "enamorada" en su lugar. Porque no es el género lo que cuenta, es la naturaleza de la relación: el secreto, la inmoralidad, las mentiras y el engaño requeridos.
Si uno está decidido a ayudar a una persona que sufre de una adicción, debe aceptar todo el paquete de esa persona, no solo su adicción. Esto socava la seguridad, la confianza y la veracidad, y uno tiene que aprender a vivir con eso. Para recibir los golpes y volver al ring. Y, también, entender que la victoria no es victoria en absoluto, no es una conquista, sino una forma de tregua. Una paz temporal. Y todo esto coge la noción de fe y la pone entre comillas, la convierte en algo sostenido únicamente por el amor a esa persona.
No sales de todo esto ileso.
Acabo de escuchar una discusión grupal sobre Las puertas de la Casa de la Muerte [aquí, en inglés], donde, como siempre, vuelve el tema de Felisin, y estaba escuchando a medias mientras leía los comentarios que había generado, atrapado en un intercambio en particular, cuya naturaleza rápidamente apuntaré, entre dos comentaristas: uno proveniente de un lugar de experiencia personal y sabiduría ganada con esfuerzo, y el otro proveniente de una posición bastante elevada (el tipo de persona que en su mente al menos nunca ha perdido una discusión), y todo el intercambio fue un poco desgarrador.
El juicio es una cosa curiosa. Le gustan los límites nítidos, los bordes bien definidos entre la luz y la oscuridad, pero tal claridad tiene un precio, porque requiere que uno dé un paso atrás, comprometa el intelecto frío, prescinda de la complejidad y, a menudo, cuando ese juicio finalmente se pronuncia, el tono puede dar la impresión de ser condescendiente y protector, y rara vez es capaz de respaldar, reexaminar, reconsiderar cualquier premisa fundacional que esté en juego. Juzgar, después de todo, es aceptar la posibilidad de ser arrinconado. Pero, por supuesto, hay otra cosa sobre el juicio: supone que quien juzga tiene derecho a juzgar en primer lugar.
Con un personaje de ficción expuesto en la página, donde lo que se le da al lector es todo lo que se le da al lector, juzgar ese personaje no cuesta nada. Es una persona inventada, después de todo. No existe Felisin. No existe Apsalar. En realidad, no hay nada en juego. Más bien, si hay algo en juego, es lo que el lector toma de los personajes, lo toma y, por lo tanto, lo devuelve al mundo real, un mundo de experiencias reales y consecuencias reales, de sufrimiento real y de dolor real. La ficción, supongo, no siempre es amable.
Estaba escuchando la discusión sobre Felisin. Tengo todos los puntos de vista de su historia. Tomas lo que quieres de ella, lo colocas donde encaja y sigues adelante. Pero al mismo tiempo, es una puerta que se abre de una patada y no se sabe quién o qué entra a grandes zancadas.
En algún momento de la saga (no puedo molestarme en buscar cuando), Apsalar atraviesa un breve período de auto maltrato en la ciudad de Ehrlitan. Son solo unas pocas escenas, nada continuado. En términos de distancias psíquicas, no creo que acerque mucho al lector con respecto a sus motivaciones. De hecho, lo que recuerdo es que no me meto mucho en la cabeza de Apsalar en la saga. En eso, estaba siendo misericordioso. Porque sus luchas eran más o menos las mismas que las de Felisin. Pero con Felisin, nosotros, como lectores, lo vemos todo, por dentro y por fuera, y es tan implacable como la situación en la que se encuentra.
Mucha gente odia a Felisin. Son rápidos en juzgarla y la juzgan con dureza. ¿Apsalar? No tanto. Si los seguidores de la saga piensan algo sobre Apsalar, generalmente es bastante benigno, comprensivo e incluso cálido.
Y me pregunto.
¿Es así porque no vimos la confusión interna? ¿Es así porque solo teníamos el bonito exterior para mirar, y seguir, y todo lo demás?
Y esta meditación me lleva a otra noción, una que se enfoca en el elefante gigante en la habitación cuando se trata de cómo se ve a Felisin. Y esto a su vez me lleva, digamos, a mostrar el elefante, para hacer algunos cambios quirúrgicos, lo que a su vez me lleva a hacerme una pregunta. Que no proporcionaré aquí. En cambio, iré un paso más allá y describiré una idea de subtrama de la que cualquiera que lea el ensayo podrá extraer, de manera bastante específica, mi pregunta no escrita.
Aquí va.
Vahain tiene doce años y es el hermano menor de la recién nombrada consejera Tavore. La consejera tiene una opción: ejecutar a su hermano menor o entregárselo a los esclavistas. Ella lo ama y no quiere que muera. Es entregado a la fila de esclavos, a punto de ser enviado a las minas de otataralita. Pero Tavore lo coloca junto al asesino más desagradable y capaz que tiene a su servicio, un hombre que tiene la tarea de proteger a Vahain hasta que se pueda organizar una fuga (ver el análisis de The Critical Dragon del plan de Tavore [aquí, en inglés]). Este plan es su única opción, y si todo va bien, la terrible experiencia de Vahain se limitará a unas semanas aterradoras. Traumático, sí, pero sobrevivible.
A bordo del barco esclavista, Vahain descubre que es atractivo para los demás, los marineros y los guardias tanto hombres como mujeres. Aprende que al ofrecerse a sí mismo a sus apetitos, puede aliviar la carga de las dos únicas personas que conoce: Baudin, el gran asesino, y Heboric, un anciano y cínico ex-sacerdote sin manos. Vahain se dice a sí mismo que renunciar a su cuerpo es comerciar, un arreglo continuo de favores y recompensas.
En el campamento minero, este comercio continúa, y ahora además hay abuso de drogas y adicción. El plan de Tavore para una fuga rápida de su hermano menor fracasa cuando estalla una rebelión en todo el continente. La espiral de Vahain se profundiza. Ahora está completamente destrozado y, como un zorro en una trampa, muerde y gruñe a todos los que buscan acercarse para ayudarlo. Viniendo de un lugar herido, todo lo que puede hacer a su vez es herir a los demás.
Su protector, Baudin, se ha hecho amigo de Heboric, y juntos hacen lo que pueden, pero no es mucho, o más bien, no es suficiente. El protector del campamento de Vahain ahora es Beneth, quien lo viola todas las noches y alimenta sus hábitos de drogadicción. Baudin tiene planes para Beneth, pero el momento debe ser el adecuado. En cuanto al ex-sacerdote... bueno, un sacerdote es alguien devoto a la fe. Un ex sacerdote no tiene fe. Y para una metáfora literal, un personaje sin fe no tiene manos con las que tender la mano a otra persona. Aún así, está haciendo lo que puede, resistiendo cada mordisco y cada rasguño del zorro atrapado.
Al final escapan. Baudin se ocupa de Beneth, de forma definitiva. El sentido de justicia de Baudin no tiene nada que ver con Vahain. Es más una cuestión de un hombre a otro, cuando ese otro es venal y despreciable. Pero para Vahain, la terrible experiencia está lejos de terminar….
***
Y entonces me pregunto. ¿El equilibrio de empatía, simpatía y comprensión se habría inclinado con este pequeño cambio en la historia? Es una pregunta retórica. Una parte de mí teme la respuesta.
La psicología del adicto, el abusador, el herido que hiere, es algo con lo que me he pasado lidiando la mayor parte de la vida. La psicología de los vinculados a esa persona, es una que conozco íntimamente.
Si lo pienso, creo que Baudin nunca se perdonó a sí mismo por lo que sucedió. ¿Heboric? No estoy seguro. Quizás. Tenía que ir más lejos, y le di espacio para eso en los libros posteriores. Le di manos, después de todo, pero de forma adecuada a mi comprensión sobre la naturaleza de tender la mano, esas eran manos torpes e insensibles de todos modos.
Al final, con mi padre muriéndose, perdonarlo fue lo más fácil que he hecho en mi vida.
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Jo. Es duro ... duro y comprensible a la vez. Me encanta cómo Erikson se desnuda y se explica, nos explica, sus miedos, demonios y grandezas. Me encanta. Muchas gracias Daniel por traérnoslo.
ResponderEliminarMuy honesto, como el tratamiento de todos sus personajes. Muchas gracias por pasarte y comentar Diego 😊
EliminarMe gustó el ensayo, aunque apela a un lógica que ya conozco en la vida real y por la literatura, la idea de que las personas dañadas solo saben causar dolor. Hay muchos casos así, pero también hay personas que buscan la trascendencia. Por ejemplo, en el libro ser mujer en china, hubo un grupo de mujeres que perdió a sus hijos en un terremoto en la década de 1960 y en lugar de dejarse arrastrar por el dolor decidieron crear un casa de cuidados para niños huérfanos. La gente puede alegar que el dolor puede convertir a otros en monstruos, pero lo cierto es que también puede ser superado y dar lugar a mejores seres humanos y esa perspectiva que muy pocos consideran hoy en día.
ResponderEliminarEso último que mencionas también lo explora Erikson en su saga, me vienen a la mente personajes como Itkovian, Toc Anaster o Kalyth, por mencionar solo unos pocos. Personajes rotos por el dolor pero que no se dejan destruir por ellos sino que entregan lo mejor de si mismos al mundo y a los demás. Eso es lo grande de Malaz, que Erikson explora multitud de actitudes y formas de comportarse
EliminarMuy buenos ejemplos, y añadiría a onoos, cada página suya me parece una obra de arte.
EliminarCon respecto a lo que mencionas de todo lo que abarca Erickson, ya no es sólo sus personajes, es la crítica social que va intrínseca en cada raza, cada civilización, cada libro. Por poner un ejemplo, el imperio de lether Representa de una manera brutal dicha crítica. A medida que iba leyendo, me parecía estar viendo el capitalismo tan arroyador al que nos dirigimos, y tenía que parar y mirar que seguía en malaz, que no se trataba del libro de nostradamus...
En fin, a falta de leer la rueda del tiempo, que los tengo todos en mi pila de pendientes, no he leído nada parecido.
El corrector me juega malas pasadas
EliminarYo tengo que reconocer que a mi me gusta Felisin. No porque sea un gran personaje sino porque siento que cuando Erikson escribe sus partes me conecta más con ella que con la mayoría de personajes y aunque no comparto las cosas que hace Felisin, si empatizo un poco con ella.
ResponderEliminarRecuerdo que cuando iba leyendo sobre Felisin pensé que probablemente Erikson tenía algún vínculo con una persona, como dice, rota. Me parecía que había sido capaz de crear algo muy difícil, por muy buen escritor que sea (que me lo parece), sin caer en juicios ni puntos de vista desde la barrera. Me di cuenta por el rechazo y sentimiento de rabia que me provocaba Felisin. Me di cuenta, y entonces la comprendí y sentí compasión y simpatía por ella. Esas emociones de rechazo y rabia que experimentamos ante personas rotas, son a menudo una "proyección" de estas, una forma de defensa, sus propias emociones hacia sí mismas, una especie de reto de abandono, si lo preferís. Es complicado darse cuenta de eso hasta para los/as profesionales, no quedarse en el rechazo y en la autoprotección, no digamos ya para un familiar. Por eso (y más cosas) siento admiración por Erikson
ResponderEliminarMuchas gracias por todo tu trabajo, este ensayo se me pasó.
ResponderEliminarYo tengo que reconocer que me encuentro en esa gran lista de lectores que acabaron odiando a felisin, aun que debo admitir que ha sido uno de los personajes, por no decir top1, que más me ha hecho cambiar de opinion. Pero debo decir que la acabe odiando... Sin querer hacer spoilers.
Nuevamente gracias por traernos estás pequeñas joyitas. Saludos!
Muchas gracias por pasarte y comentar, Cuervaco! ;)
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