-A los de Visserine siempre les han gustado -dijo Cosca, mirándole de reojo-. Algunas son del Viejo Imperio, de hace ya muchos siglos. Las grandes familias compiten para ver quién las construye más altas. Es una cuestión de orgullo. Recuerdo que, cuando era niño, una cayó antes de estar terminada, a menos de tres calles de donde vivía. Una docena de moradas humildes quedaron aplastadas en la caída. Siempre son los pobres quienes resultan aplastados por las ambiciones de los ricos. Y raras veces se quejan, porque... bueno...
-¿Por qué sueñan con tener sus propias torres?
-Sí, bueno, supongo que sueñan con eso -Cosca chasqueó la lengua-. No se dan cuenta de que, cuanto más alto se está, más dura es la caída.
-La gente no se da cuenta de eso hasta que el suelo se les viene encima.
La mejor venganza, de Joe Abercrombie.
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