SINOPSIS: En una casita azotada por el viento de la costa de Maine Wilder Harlow empieza a escribir el último libro de su vida. Narra la historia de un verano de su juventud y del asesino que acechaba en el pequeño pueblo de Nueva Inglaterra donde pasaba las vacaciones; la tragedia que le ha perseguido desde entonces y que le unió para siempre a sus amigos Nat y Harper de formas que entonces no podían imaginar.
Muchos años después Wilder regresa al pueblo para intentar relatar lo que ocurrió, pero, mientras escribe, se da cuenta de que los acontecimientos tienen un inquietante eco en el presente.
RESEÑA: Catriona Ward se ha ido convirtiendo en un nombre más que conocido para los amantes del terror literario, con novelas que no solo que atrapan a los lectores en sus bien tendidas redes sino que además le han valido ya merecidos galardones como el August Derleth o el Shirley Jackson. Y es que a sus espaldas tiene ya novelas tan recomendables para pasarlo mal como La casa al final de Needless Street, La pequeña Eve o Sundial(hasta el momento, mi obra favorita de la autora), de las que tenéis mis reseñas enlazadas. Todas ellas son fascinantes telas de arañas, llenas de personajes torturados y con trampas narrativas hábilmente construidas donde explora con mirada firme los horrores que se ocultan a plena vista.
Su última obra traducida al español por el sello Runas es La bahía del espejo, con la que la norteamericana vuelve a darnos una lección sobre como jugar con las expectativas del lector, construyendo un misterio que se perpetúa a través del tiempo pero que de verdad nos atrapa por los dramas de sus personajes. Todos ellos, en especial su torturado protagonista principal, lastrados por el peso de un siniestro horror que va construyendo un misterio que se va alargando a través del tiempo, desde el lejano 1989 hasta el reciente 2023.
“Viejos temores extienden sus tentáculos desde el pasado. ¿De verdad pensaba que se podía abrir el ataúd del pasado y hurgar en el cadáver sin que hubiera consecuencias?”
La historia se inicia cuando el joven Wilder Harlow, de apenas 16 años, marcha con su familia hasta el anodino y pequeño pueblo costero de Castine, en Nueva Inglaterra. Un adolescente tímido, que sufre acoso en el colegio y que sueña con convertirse en escritor, y que en el verano de 1989 traba amistad con Harper y Nat. Un trío donde la amistad y la atracción amorosa desequilibra constantemente su relación, pero a los que su conexión como inadaptados los hace necesitarse mutuamente creando una unión indeleble. Lo que arranca como una historia de 'bildungsroman' (de aprendizaje o formación), con un chico que empieza a descubrirse a si mismo, empieza a tornarse más oscura por una amenaza que parece acechar en el plácido retiro estival de esta tranquila población costera.
Lo hace a través de la siniestra figura del “hombre del puñal”, un misterioso asaltante nocturno que ha ido sembrado el miedo entre la población de Castine. Lo que se mueve entre el rumor y la leyenda urbana acabará demostrando ser algo mucho más terrible, y marcará para siempre el resto de las vidas de Wilder y sus jóvenes amigos. La novela de Ward nos arrastra así junto con adolescente torturado que trata de dejar atrás unas vivencias traumáticas, que marcan para siempre su personalidad y su psique con una terrible huella emocional de la que intenta liberarse.
Y lo intentará a través de la literatura. Porque lo que ocurre aquel verano acabará convirtiéndose en una carga para su protagonista, un joven con ansias de convertirse en escritor y que usará sus miedos y pesadillas como combustible para su material literario. Y es que como Wilder sigue perseguido por el recuerdo de lo que ocurrió, obsesionado con ese verano, en busca de un final o cierre a esos trágicos sucesos los empieza a escribir para darles sentido. O los reescribe constantemente para entenderse a si mismo. Necesita saber la verdad de lo que pasó para poder pasar página… pero nuevas heridas harán que le sea imposible dejar su pasado atrás.
“Escribir las cosas las purifica. Este mundo es muy duro, necesitamos algo mejor. Necesitamos libros”.
La bahía del espejo se acaba convirtiendo así en una fascinante exploración de la escritura, de los pozos de dolor y obsesión de los que surge la creación literaria, y de las heridas que se acaban encostrando en forma de palabras y ficción para tratar de cerrarlas. Y es que conforme avancemos en la novela veremos reinterpretados los mismos sucesos del verano de 1989 a través de los ojos de diversos narradores, de diversas ficciones que transforman un hecho real en obra literaria.
Así Catriona Ward nos introduce en una metaficción, en una potente matrioska narrativa donde tenemos historias dentro de historias, perdiéndonos en novelas dentro de novelas. Confundiendo realidad y ficción, mezclando lo que creemos saber al principio de la historia, la norteamericana va añadiendo nuevas capas que transforman o reinterpretan un mismo suceso traumático. Como podéis imaginar de esta manera la novela juega con nosotros constantemente, haciendo que el lector se replantee lo que se le narra, sobre la misma cordura de Wilder y sobre la realidad que este nos cuenta.
Esta siniestra matrioska está alimentada por sus torturados personajes, especialmente por Wilder Harlow (nuestro, en apariencia, poco fiable narrador principal), pero también con sus amigos Nat y Harlow, y otros personajes que se cruzarán en su camino como los misteriosos Sky o Pearl. Todo estos jóvenes quedarán marcados por aquel terrible verano de 1989 y las oscuras andanzas del “hombre del puñal” en la bahía del Silvador. Catriona Ward desnuda ante nosotros unos personajes rotos con unas vidas marcadas por el miedo, la rabia, el dolor, el anhelo, la obsesión o el rencor. Pero sobre todo por el peso del pasado, un cadáver insepulto que acompaña a los diversos protagonistas de la historia a lo largo de unas existencias que han quedado marcadas de forma indeleble por el horror y la muerte.
Una vez más, como ya es marca de la casa en su obra de terror, Ward vuelve a hacer saltar todo por los aires en el gran desenlace, sorprendiendo al lector con revelaciones bien guardadas que sirven para que volvamos a tener que reconstruir en nuestras cabezas lo que creíamos saber. Además, son piezas que demuestran que la autora lo tiene todo bien calculado y construido, para que al llegar a ese sorpresivo tramo final logren encajar sin estridencias pero cambiando todo el paisaje que hemos ido recorriendo a lo largo de La bahía del espejo. Uno de esos finales que hacen que el lector desee lanzarse de nuevo al comienzo de la obra para volver a degustar ese retorcido, oscuro y perturbador sendero de locura, horror, obsesión y muerte.
“Se puede atrapar a alguien en un libro. Puedes capturar su alma y hacerle una cárcel de palabras. Una jaula”.
EN CONCLUSIÓN
La bahía del espejo se nos presenta como un thriller de misterio y horror pero en realidad nos propone un enigma literario, un sugestivo puzle narrativo donde realidad, ficción y metaficción se entremezclan para hablarnos de las heridas de las que nutre la creatividad. Un trágico suceso trastoca para siempre la vida de un joven aspirante a escritor que, condenado a llevar esa carga toda su existencia tratará de exorcizar sus demonios interiores a través de la escritura.
Una novela que nos lleva lo largo de varias décadas pero dando siempre vueltas alrededor del horrible verano de 1989 y las siniestras andanzas del “hombre del puñal”. Ward profundiza en el oscuro pozo del dolor y las obsesiones que sirve de alimento a la creatividad literaria, construyendo una sugerente matrioska que va añadiendo nuevas capas a una misma historia, que hacen cambiar constantemente lo que creíamos saber. Una historia donde la muerte, la atracción sexual, la psicopatía, la magia y la metaficción crean una eficaz tela de araña que se va perpetuando a lo largo del tiempo, atrapando a sus torturados personajes pero también al lector. Una obra que se degusta gracias a la excelente labor de traducción de Cristina Macía, que nos deja llevarnos por sus torturados vericuetos con mano segura.
Sin llegar a ser la novela excelente que fue Sundial (para mi gusto, la obra más redonda de Ward hasta el momento), La bahía del espejo alcanza el notable más que merecido y nos deja una fascinante y siniestra exploración del combustible que alimenta la creación literaria. Las experiencias vitales más perturbadoras y dolorosas son cargas que retuercen al protagonista y sus amigos, demostrando que el pasado nunca permanece enterrado porque nos acompaña para siempre. A través de la literatura los personajes tratarán de encontrar respuestas a los hechos oscuros en que se vieron implicados pero también para tratar de exorcizar los fantasmas de una vida y así cerrar por fin las heridas más dolorosas.
VALORACIÓN
FICHA
La bahía del espejo
Catriona Ward
Runas
Traducción de Cristina Macía
Tapa blanda con solapas, 328 páginas
21,95 euros (en ebook por 11,39 euros)
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