SINOPSIS: Las diferencias entre mercenarios y emisarios de la ONU son tenues, bien lo sabe Takeshi Kovacs cuando lo destinan a Sanción IV, a pesar de la ausencia de mandato de la ONU y de suscitar el desprecio de aliados e insurgentes por igual. Asegurar un descubrimiento arqueológico en zona de conflicto no debería dar problemas, pero siempre hay intereses ocultos.
Ángeles rotos reincide en mostrarnos una cruda adaptación darwinista a la violencia neoliberal, extrapolándola a un futuro en el que los organismos internacionales se han convertido en meros instrumentos financieros y en el que la humanidad se ve abocada a ejercer el mismo grado de violencia para sobrevivir.
RESEÑA: La trilogía de Takeshi Kovacs, el implacable, cínico y duro emisario de la ONU de nuestro futuro lejano pero terriblemente reconocible, ya está completa en español gracias a la editorial Gigamesh. Si la saga que se iniciaba con Carbono modificado (aquí mi reseña) nos abría sus puertas con un ciberpunk con mucho de novela negra, ahora Richard Morgan se marca un cambio de rumbo para ofrecernos con Ángeles rotos una obra de ciencia ficción bélica tremendamente actual, con unas aristas más que afiladas que desnuda los moralidades dudosas y las ansias capitalistas por el puro beneficio de los gobiernos, ejércitos y corporaciones empresariales.
Aunque estamos ante la segunda entrega de la trilogía es una obra que podría leerse casi de forma independiente. Apenas hay algunas menciones, muy de pasada, a lo ocurrido en Carbono modificado, y todo lo que ocurre en Ángeles rotos se puede entender de forma autónoma ya que nos ofrece una nueva ambientación y una nueva misión para el siempre mordaz y decidido Takeshi Kovacs. Estamos en Sanción IV, un mundo que lleva años en guerra luchando contra las fuerzas rebeldes de Joshua Kemp. Takeshi Kovacs es un miembro destacado del Cuño de Carrera, una implacable y temida fuerza mercenaria que el gobierno oficial (manejado por las poderosas corporaciones) utiliza para tratar de ganar la guerra. O al menos, para llevarla por los derroteros más beneficiosos para sus intereses comerciales.
“Un desperdicio de aliento. No se puede discutir con gente así. Soldados, ejecutivos de corporaciones, políticos. Lo único que se puede hacer con ellos es matarlos, y aun así las cosas tampoco suelen mejorar. Desaparecen y dejan su mierda tras de sí, para que la retome algún otro desgraciado.”
En medio de todo el caos y la brutalidad de un conflicto enquistado y sangriento, Kovacs conoce a un piloto que le ofrece la posibilidad de lograr un sustancioso botín. La idea de obtener algo de beneficio hace que el emisario/mercenario se embarque en una peligrosa misión tras las líneas enemigas, en una sugerente mezcla de Los violentos de Kelly y Prometheus pero con los mimbres de un sanguinario ciberpunk bien regado de despiadado capitalismo, en compañía de un grupo de personajes de lealtades poco seguras que trata de adelantarse a los dos bandos en conflicto.
Junto a nuestro decidido Kovacs tenemos al piloto Jan Schneider, que busca escapar del lodazal mortal en que se ha convertido Sanción IV, y la arqueóloga Tanya Wardani, una prisionera de guerra especializada en los restos y ruinas de la civilización marciana que están esparcidos por todo el universo. Este trío de 'asociados por interés' buscará el apoyo de fuerzas más poderosas representadas por frío Matthias Hand, ambicioso miembro de la corporación Mandrake, y deseoso de hacerse con cualquier elemento tecnológico extraterrestre capaz de catapultarlo a una mayor riqueza y poder.
Y es que un elemento clave de toda la trama de esta segundo novela, y que en el primer libro apenas tiene relevancia, son los extraterrestres de Marte. Esta antigua y extraña civilización ya desaparecida ha dejado multitud de restos en distintos planetas que ahora son explotados por los humanos como objetos de lujo o como fuentes de nuevos conocimientos científicos. Las ansias de beneficios hacen que apenas se muestre interés en la causa de su desaparición o las verdaderas intenciones con la que fueron construidos los objetos ahora tan codiciados. Morgan nos hace enfrentarnos al enigma de tratar de comprender una civilización y unas mentes ajenas por completo a la humanidad y a lo humano, unos marcianos que para algunos son un ejemplo idealista a seguir y para otros solamente un resto muerto del pasado.
“No sabe nada, ni ella ni nadie. Vamos a ciegas. No tenemos ni idea de que estamos haciendo, Kovacs. Vagamos de acá para allá, aplicando nuestras pequeñas certezas antropomórficas al cosmos y silbando en la oscuridad, pero lo cierto es que no tenemos ni puta idea de qué hacemos. No deberíamos estar aquí, en absoluto. Este no es lugar para nosotros.”
La novela nos lleva así por un mundo arrasado por la guerra, entre mercenarios, rebeldes y empresarios dispuestos a obtener cada uno su cuota de beneficio a cualquier precio. Torturas, masacres o el uso indiscriminado de cualquier tipo de arma son los medios para conseguir el fin, que es lo único que importa. Este es el tono imperante en el frío e implacable mundo en el que vive Kovacs, y el tramo final de la obra sirve para ahondar todavia más en la visión cínica, materialista y determinista del universo que parece el leitmotiv del mundo que imagina Morgan (y que, por desgracia, no nos cuesta mucho creer).
Morgan nos va moviendo así entre diálogos cargados de mordacidad (donde el campeón absoluto es Takeshi Kovacs, de vuelta de todo), despliegues tecnológico-militares tan sorprendentes como mortales, y momentos de acción tremendamente brutales y sangrientos, no aptos para estómagos sensibles, donde el escritor británico no se ahorra ningún detalle por escabroso y gore que sea. Y es que Kovacs tendrá que demostrar en más de una ocasión a los que traten de ponerse en su camino sus terribles habilidades como emisario, una máquina de matar imparable gracias a su bioquímica mejorada.
―Lo sé. Los depredadores tiene que ser más listos, los depredadores consiguen dominar, los depredadores desarrollan la civilización y parten hacia las estrellas. La puta cantinela de siempre.―El puto universo de siempre.
No obstante no todo es tan brillante en esta segunda novela de la trilogía de Kovacs. Cabe señalar que Ángeles rotos peca de un exceso de páginas, donde Morgan alarga de más ciertos tramos causando un cierto desinterés en el lector; si a esto le sumamos la confusión con la que se desarrollan ciertos momentos clave (en el tramo final de la novela) que dejan al lector bastante perdido hasta que nos son explicados más adelante, hace que la novela no se tan redonda como podría haber sido ante la suma de interesantes elementos que nos presenta el autor británico. También juega en su contra que más allá de los cuatro personajes más individualizados (Takeshi, Jan, Tanya y Matthias) nos presenta a mitad de novela a un grupo de soldados que acompañarán a nuestros antihéroes pero que se acaban confundiendo en un todo que tampoco les aporta demasiada personalidad. Sus muertes se convierten de esta forma en un mero intercambio de cromos poco memorable (salvo dos contadas y honrosas excepciones).
“No tengo fuerzas para odiar las corporaciones. ¿Por dónde iba a empezar? Siempre se trata de gente. La gente y sus putos y estúpidos grupos. Nómbreme a alguien cuyas decisiones individuales me hayan perjudicado y le fundiré la pila. Nómbreme un grupo con el propósito de hacerme daño y me los cargaré a todos, si puedo. Pero no espere que invierta tiempo y esfuerzo en odiar en abstracto.”
Aún así, la suma del conjunto ofrecido por Morgan en Ángeles rotos es más que satisfactoria, creando una potente obra donde la acción y el misterio se conjugan con personajes oscuros y brutales, en un mundo maquiavélico y cínico donde el beneficio económico y la pura supervivencia son las medidas del éxito. Una potente ambientación bélica que nos puede recordar en enconados conflictos reales de nuestro propio mundo (África viene pronto a la mente, pero la lista es sin duda interminable) donde los poderes económicos y empresariales usan las fuerzas militares para lograr sus objetivos. Todo ello se conjuga con la exploración del interesante misterio de una civilización extraterrestre desaparecida, que ha sembrado la galaxia de extrañas (y peligrosas) ruinas. Morgan nos deja también unas potentes (y sanguinarias) escenas de acción, que logran mantener al lector tan fascinado como horrorizado. Con estos elementos el autor británico nos ofrece una visión tremendamente oscura pero certera sobre lo que nos mueve a los humanos y, como veremos durante el desarrollo final de la novela, quizá a todo el universo, incapaz de encontrar otra forma de obtener lo que busca que a través del conflicto. Y es que, como señala un personaje, en cierto momento para explicar todo lo que ocurre: “¿Que qué pasó? Esta puta guerra, eso es lo que pasó”.
EN CONCLUSIÓN:
Richard Morgan nos ofrece un más que interesante cambio de rumbo con su segunda novela de la trilogía protagonizada por Takeshi Kovacs. Ángeles rotos apuesta por la ciencia ficción bélica para llevarnos a un mundo en conflicto donde todo “es turbio y complicado”, donde un grupo de aliados poco fiables aprovechará todo el caos de la situación para tratar de hacerse con un jugoso pero peligroso botín. Una novela donde se mezcla una visión cínica y mordaz sobre el mundo de los negocios y la guerra (y el ser humano en general), con grandes corporaciones capaces de mantener en marcha un sangriento conflicto para seguir lucrándose, mientras todos los personajes se mueven por aumentar su propio beneficio (personal, económico, de poder o, llevados al límite, la mera supervivencia).
A ello podemos sumar la exploración del enigma de la civilización marciana desaparecida, cuyos restos son explotados como tesoros tecnológicos sin apenas comprenderlos y sin ser conscientes de lo que se puede desencadenar. Takeshi Kovacs sigue magnífico en su papel de implacable y realista soldado que trata de sacar provecho al pozo de sangre y muerte en el que está atrapado, en compañía de víctimas y verdugos de la guerra, de prisioneros políticos reducidos a animales, de empresarios convertidos en dispensadores de la muerte al mejor postor y de soldados transformados en insensibles máquinas sanguinarias o mera carne de cañón. Acción brutal y reflexiones muy afiladas sobre situaciones que, más que nunca, nos siguen recordando que el hombre es un lobo para el hombre.
FICHA
Ángeles rotos (Takeshi Kovacs, 2)
Richard Morgan
Gigamesh
Traducción de Juanma Barranquero y Andrea M. Cusset
Tapa dura sin sobrecubierta, 688 páginas
20 euros
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Una pena lo que comentas del exceso de páginas, pero me fío mucho de tus cuatro estrellas. Caerá, caerá...
ResponderEliminarEl ritmo, ya pasado el ecuador del libro, creo que se resiente por ello y a mi hubo algún tramo que me costó avanzar. Pero en conjunto, por la visión oscura, cínica y cabrona de Morgan, y por los elementos que construyen la historia, me ha convencido bastante, el notable es merecido. A ver qué te parece, ya contarás.
EliminarGracias por pasarte David 😉