viernes, 30 de agosto de 2019

Primer capítulo de Un poco de odio


La nueva novela de Joe Abercrombie pronto llegará a las librerías. El esperado inicio de su nueva trilogía en el mundo la Primera Ley se publicará en inglés el próximo mes de septiembre (y que como ya os he adelantado en exclusiva Runas publicará en español en febrero-marzo de 2020). Un poco de odio es sin duda uno de los libros más esperados por los que amamos la fantasía y para incrementar nuestras ganas de disfrutarlo ya nos han empezado a llegar los primeros avances de la obra. Hace unos días la web de Io9 han nos adelantaba el capítulo de inicio de la novela, y hoy os lo traigo traducido para que lo podáis disfrutar.
Os recuerdo que también podéis leer este artículo del blog, donde recopilo todos los datos sobre la trama y los personajes de la nueva trilogía que nos ha idos adelantando Abercrombie.

SINOPSIS 
Las chimeneas de la industria se alzan sobre Adua y el mundo está lleno de nuevas oportunidades. Pero las viejas deudas tienen raíces tan profundas como siempre.  
En las fronteras empapadas en sangre de Angland, Leo dan Brock lucha para ganar la fama en el campo de batalla y derrotar a los ejércitos de Stour Anochecer. Él espera la ayuda de la corona. Pero el hijo del rey Jezal, el irresponsable príncipe Orso, es un hombre que se especializa en decepcionar.   
Savine dan Glokta (mundana, inversora e hija del hombre más temido de la Unión) planea abrirse camino hasta la cima de la escoria de la sociedad de cualquier forma posible. Pero los barrios bajos se llenan de una rabia que ni todo el dinero del mundo puede controlar.  
La era de la máquina comienza, pero la edad de la magia se niega a morir. Con la ayuda de la loca montañesa Isern-i-Phail, Rikke lucha por controlar la bendición, o la maldición, de la Larga Vista. Vislumbrar el futuro es una cosa, pero con la mano guiadora del Primero de los Magos aún tirando de las cuerdas, cambiarlo será otra muy distinta...



BENDICIONES Y MALDICIONES

—Rikke.
Ella entreabrió un ojo. Una hendidura de punzante y enfermizo brillo.
—Vuelve.
Se quitó el taco mojado de su boca con la lengua y graznó la única palabra que se le ocurrió. 
—Mierda.
—¡Ahí está mi chica! —Isern se puso en cuclillas a su lado, con un collar de runas y huesos de dedos colgando, sonriendo con esa sonrisa torcida que mostraba el agujero en sus dientes y no ofrecía ayuda en absoluto. —¿Qué viste?
Rikke levantó una mano para agarrar su cabeza. Sentía que si no mantenía unido su cráneo, explotaría. Las formas todavía burbujeaban en el interior de sus párpados, como las manchas brillantes cuando se mira el sol.
—Vi gente cayendo de una torre alta. Docenas de ellos.— Hizo una mueca al pensar en ellos golpeando el suelo.  —Vi gente ahorcada. Filas enteras de ellos. 
Su estómago se encogió al recordar los cuerpos balanceándose, colgando de los pies. 
—Vi ... ¿una batalla, tal vez? Debajo de una colina roja.
Isern se sorbió la nariz. 
—Este es el norte. No se necesita magia para ver venir una batalla. ¿Qué más?
—Vi Uffrith quemándose.— Rikke casi podía oler el humo todavía. Presionó su mano sobre su ojo izquierdo. —Sentí el calor. Un calor ardiente.

—¿Qué más?
—Vi a un lobo comerse el sol. Entonces un león se comió al lobo. Entonces un cordero se comió al león. Entonces una lechuza se comió el cordero.
—Debe haber sido un búho verdaderamente monstruoso.
—O un corderito pequeño, supongo. ¿Qué significa eso?
Isern se llevó la punta de los dedos a los labios marcados, como hacía cuando estaba al borde de profundas revelaciones. 
—No tengo ni idea. Tal vez el giro de la rueda del tiempo revelará los secretos de estas visiones.
Rikke escupió, pero su boca todavía sabía a desesperación. 
—Así que... espera y verás.
—Once de cada doce veces, ese es el mejor curso.— Isern rascó el hueco sobre su clavícula y le guiñó un ojo. —Pero si lo dijera de esa manera, nadie me consideraría una pensadora profunda.
—Bueno, puedo desvelar dos secretos de inmediato.— Rikke gimió mientras se levantaba sobre un codo. —Me duele la cabeza y me he cagado encima.
—Lo segundo no es ningún secreto, cualquiera con una nariz lo sabe.
—Cagona Rikke, me llamarán.— Arrugó la nariz mientras se movía. —Y no por primera vez.
—Tu problema es preocuparte por lo que te llaman.
—Mi problema es que he sido maldecida por lo ataques.
Isern se tocó debajo del ojo izquierdo. 
—Tu dices maldita por los ataques, yo digo bendecida con la Larga Vista.
—Hum.
Rikke rodó sobre sus rodillas y su estómago siguió girando y le hizo cosquillas en la garganta enferma. Por los muertos, se sentía dolorida y exprimida. Dos veces el dolor de una noche de copas de cerveza y ninguno de los dulces recuerdos. 
—No me parece una gran bendición —murmuró, una vez que se arriesgó con un pequeño eructo y luchó contra sus tripas.
—Hay pocas bendiciones sin una maldición escondida dentro, ni maldiciones sin una bocanada de bendición.— Isern cortó un pequeño pedazo de chagga de un trozo seco.— Como la mayoría de las cosas, es una cuestión de cómo lo miras.
—Muy profundo.
—Como siempre.
—Tal vez alguien cuya cabeza le duela menos disfrutaría más de tu sabiduría.
Isern se lamió las yemas de los dedos, le dio forma de bola al chagga y se lo ofreció a Rikke.
—Soy un pozo sin fondo de revelaciones, pero no puedo obligar a los ignorantes a beber. Ahora quítate los pantalones. —Lanzó esa salvaje risa suya.— Palabras que muchos hombres han deseado oírme decir.
Rikke se sentó de espaldas a una de las piedras cubiertas de nieve, con los ojos entrecerrados mientras el sol brillaba entre las ramas que goteaban, la capa de piel que su padre le había dado la abrazaba por los hombros y el viento crudo flotaba alrededor de su trasero desnudo. Masticó el chagga y persiguió el hormigueo que bailaba sobre ella con uñas de bordes negros, tratando de calmar sus nervios destrozados y sacudir los recuerdos de esa torre, los ahorcados, y de Uffrith ardiendo.
—Visiones —, murmuró. —Una maldición desde luego.
Isern aplastó el banco con los pantalones de Rikke.
—¡Limpios como la nieve pura! Tu único hedor será ahora el de la juventud y la decepción.
—No eres la más apropiada para hablar de hedores, Isern-i-Phail.
Isern levantó su musculoso brazo tatuado, olisqueó su hueco y dio un suspiro de satisfacción. 
—Tengo un buen gusto, terroso, femenino, de un tipo muy amado por la luna. Si te molesta un olor, elegiste a la compañera equivocada.
Rikke escupió el jugo de chagga, pero lo echó a perder y la mayor parte le cayó por el mentón. 
—Si crees que elegí algo de esto, estás loca.
—Decían lo mismo de mi padre.
—¡Estaba tan loco como un saco de búhos, lo dices siempre!
—Sí, bueno, una persona loca es alguien singular. ¿Necesito apuntar que tu misma estás bastante lejos de lo ordinario? Pateaste tan fuerte esta vez que casi te quitas las botas. Puede que tenga que amarrarte en el futuro, asegurarme de no te partes la crisma y no terminas como un baboso como mi hermano Brait. Al menos él es capaz de mantener su mierda adentro, eso sí.
—Gracias por eso.
—No te preocupes. —Isern hizo un pequeño hueco con sus dedos y miró al sol entrecerrando los ojos. —Ha pasado el tiempo de que nos pongamos en camino. Grandes hechos están teniendo lugar hoy. O tal vez  sean despreciables. 
Y dejó caer los pantalones en el regazo de Rikke. 
—Mejor vístete tú misma.
—¿Qué, mojados? Me harán rozaduras.
—¿Rozaduras? —Isern resopló. —¿Ese es el límite de tus preocupaciones?
—Todavía me duele tanto la cabeza que puedo sentirlo en los dientes.— Rikke quería gritar pero sabía que dolía demasiado, por lo que tuvo que quejarse suavemente. —No necesito más pequeñas molestias.
—¡La vida son pequeñas molestias, niña! Así es cómo sabes que estás vivo. —Isern volvió a soltar su carcajada, abofeteó alegremente el hombro de Rikke y la hizo caer de lado. —Puedes caminar con tu culo blanco y regordete si eso te agrada, pero estarás caminando de una forma u otra.
—Una maldición—, se quejó Rikke mientras se retorcía dentro de sus pantalones húmedos. —Definitivamente una maldición.



—Entonces ... ¿realmente crees que tengo la Larga Vista?
Isern avanzaba por el bosque con esa marcha que, a pesar de lo rápido que Rikke caminaba, siempre la dejaba un incómodo medio paso atrás. 
—¿De verdad crees que estaría desperdiciando mis esfuerzos contigo si fuera de otra manera?
Rikke suspiró.
—Supongo que no. Simplemente que en las canciones es algo con lo que las brujas. los magos y la gente verdaderamente sabia ve en la niebla de lo que viene. No es algo que haga que los idiotas se caigan y se caguen encima.
—En el caso de que nunca lo hayas notado, los bardos tienen la costumbre de aderezar todas las cosas. Ya ves, hay una buena vida en las canciones sobre brujas muy sabias, pero de idiotas cagones, menos.
Rikke, tristemente, admitió la verdad de eso.
—Y demostrar que tienes la Visión Larga no es una cuestión simple. No puedes forzarla a abrirse. Debes persuadirla. —E Isern le hizo cosquillas a Rikke debajo de la barbilla y la hizo apartarse.— Llévala a los lugares sagrados donde están las viejas piedras para que la luna brille sobre ella. Pero aún así verás lo que veas cuando ella lo elija.
—¿Uffrith en llamas, sin embargo? —Rikke estaba sintiendo una gran preocupación ahora que estaban bajando de los Lugares Altos y acercándose a casa. Los muertos sabían que no siempre había sido feliz en Uffrith, pero no deseaba verla en llamas. —¿Cómo va a suceder eso?
—La negligencia con un fuego de cocina podría tener la culpa.— Los ojos de Isern se deslizaron de lado.— Aunque aquí en el norte, yo diría que la guerra es una causa más probable para las ciudades en llamas.
—¿Guerra?
—Es cuando una pelea se hace tan grande que casi nadie sale bien.
—Sé lo que coño es.— Rikke sentía una mancha de miedo creciendo en la nuca que no podía ignorar por mucho que retorcía sus hombros.— Pero ha habido paz en el Norte durante toda mi vida.
—Mi padre solía decir que los tiempos de paz son cuando los sabios se preparan para la violencia.
—Tu padre estaba tan loco como un bota llena de estiércol.
—¿Y qué dice tu padre? Hay pocos hombres tan cuerdos como el Sabueso.
Rikke retorció los hombros una vez más, pero nada ayudó.
—Dice que esperes lo mejor y te preparares para lo peor.
—Un buen consejo, te digo.
—Pero él vivió unos tiempos negros. Siempre peleando. Contra Bethod. Contra Dow el Negro. Las cosas eran diferentes entonces.
Isern resopló.
—No, no lo eran. Estuve allí cuando tu padre luchó contra Bethod, en los Lugares Altos con el Sanguinario a su lado.
Rikke la miró parpadeando.
—No puedes haber tenido ni diez años.
—Lo suficientemente mayor como para matar a un hombre.
—¿Qué?
—Solía llevar el martillo de mi padre, porque el más pequeño debería soportar la carga más pesada, pero ese día estaba luchando con el martillo, así que llevaba su lanza. Esta misma.— Su base marcaba el ritmo de sus pasos en el camino.— Mi padre derribó a un hombre y estaba tratando de levantarse, y se la clavé por el culo.
—¿Con esa lanza?
Rikke había llegado a pensar que era solo un palo que Isern llevaba. Un palo que tenía una cubierta de piel de venado sobre un extremo. No le gustaba pensar que había un filo debajo. Especialmente no uno que hubiera estado en el culo de un pobre bastardo.
—Bueno, ha tenido algunas astas nuevas desde entonces, pero... 
Isern se detuvo en seco, con la mano tatuada levantada y los ojos entrecerrados. Todo lo que Rikke podía oír era el susurro de las ramas, el golpeteo de las gotas de la nieve derretida, o el trino de los pájaros en los árboles.
Rikke se inclinó hacia ella.
—¿Qué...?
—Pon una flecha en tu arco y haz que hablen—, susurró Isern.
—¿Quiénes?
—O por contra, enséñales los dientes. Has sido bendecida con unos bonitos dientes. 
Y salió corriendo del camino hacia los árboles.
—¿Mis dientes?—, siseó Rikke, pero la sombra de Isern ya se había desvanecido entre las zarzas.
Fue entonces cuando escuchó la voz de un hombre.
—¿Seguro que este es el camino?
Había tenido el arco sobre su hombro esperando un ciervo y ahora se encogió de hombros, sacó una flecha y estuvo a punto de dejarla caer cuando una ráfaga de nervios atravesó su brazo.
—Nos dijeron que revisáramos el bosque.— Una voz más profunda, más dura y más aterradora.— ¿Esto parecen bosques?
Tuvo un pánico repentino de que fuera una flecha para ardillas, pero comprobó que tenia una adecuada cabeza ancha.
—Una arboleda, supongo.
Una risa.
—¿Cuál es la puta diferencia?
Un anciano apareció por la curva del camino. Llevaba un bastón en la mano, y lo bajó, el metal brillando a la luz moteada, y Rikke se dio cuenta de que no era un bastón sino una lanza, y sintió que la preocupación se extendía desde ese punto en su cuello hasta las raíces de su cabello.
Eran tres. El viejo tenía un aspecto lamentable, como si nada de esto fuera idea suya. Luego venía un muchacho nervioso con un escudo y un hacha corta. Finalmente, había un hombre grande con una barba espesa y un ceño aún más pesado. A Rikke no le gustó su aspecto en absoluto.
Su padre siempre decía que no apuntaras con flechas a la gente a menos que quisieras verlos muertos, así que bajo su arco un poco y apuntó al camino.
—Mejor no os mováis—, dijo.
El viejo la miró fijamente.
—Chica, tienes un anillo en la nariz.
—Estoy al tanto—. Y Rikke sacó la lengua y tocó la punta.— Me mantiene atada.
—¿Podrías alejarte?
—Mis pensamientos podrían.
—¿Es oro?—, preguntó el muchacho.
—Cobre—, mintió ella, ya que el oro es idóneo para convertir reuniones desagradables en reuniones mortales.
—¿Y la pintura?
—La marca de la cruz es una hermosa marca muy amada por la luna. El ojo de la Visión Larga es el izquierdo y la cruz mantendrá su visión verdadera a través de la niebla de lo que viene—. Giró la cabeza y escupió el jugo de chagga sin apartar los ojos de ellos, luego añadió—. Tal vez.
Ya que no estaba segura de que la cruz hubiera hecho algo, aparte de manchar su almohada cuando se olvidó de limpiarla una noche.
Ella no era la única llena de dudos. 
—¿Estás loca?—, gruñó el hombre grande.
Rikke suspiró. Estaba lejos de ser  la primera vez que respondía esa pregunta.
—Una persona loca es alguien singular.
—Sería bueno que bajaras ese arco—, dijo el viejo.
—Me gusta donde está. 
Aunque no lo hizo, se estaba volviendo pegajoso en su mano, le dolía el hombro por el esfuerzo de sostenerlo a medias y le preocupaba que un tirón en el cuello pudiera sacudirle el cuerpo y soltara la cuerda.
Parecía que el muchacho confiaba menos que en ella para sostenerlo, mirándola por encima del borde de su escudo. Solo entonces se dio cuenta de lo que estaba pintado en él.
—Tienes un lobo en tu escudo—, dijo
—La marca de Stour Anochecer—, gruñó el hombre grande, con un toque de orgullo, y Rikke vio que también tenía un lobo en su escudo, aunque el suyo estaba raspado casi hasta la madera.
—¿Sois hombres de Anochecer?— El miedo se estaba extendiendo hasta sus entrañas ahora.— ¿Qué estáis haciendo aquí?
—Poner fin al Sabueso y sus lameculos, y traer a Uffrith de regreso al Norte, donde pertenece.
Los nudillos de Rikke se blanquearon alrededor de su arco, el miedo se convirtió en ira.
—¡Ni de coña!
—Ya está ocurriendo. —El viejo se encogió de hombros.— La única pregunta para ti es si te alzarás con los vencedores o volverás al barro con los perdedores.
—¡Anochecer es el guerrero más grande desde el Sanguinario!—, dijo el joven.— ¡Va a recuperar Angland y expulsar a la Unión del Norte!
—¿La Unión? —Y Rikke bajó la mirada hacia la cabeza del lobo, que estaba pintarrajeado en un escudo mal hecho.— Un lobo se come el sol—, susurró.
—Está como una puta regadera— el grande dio un paso adelante. —Ahora deja caer el... 
Y entonces soltó un jadeo largo, y su camisa sobresalía, con un destello de metal.
—Oh—, dijo, cayendo de rodillas.
El muchacho se dio la vuelta.
La flecha de Rikke se clavó en su espalda, justo debajo del omóplato.
Fue su turno para decir "Oh", sin estar segura de si había querido soltar la cuerda o no.
Un destello de metal y la cabeza del viejo se sacudió, la hoja de la lanza de Isern clavándose en su garganta. Dejó caer su propia lanza y la agarró con dedos torpes.
—Cállate. 
Isern apartó su mano y arrancó el filo con un goteo negra. Se retorció en el suelo, jugueteando con la gran herida en su cuello como si pudiera evitar que manara. Estaba tratando de decir algo, pero tan rápido como pudo escupir la sangre, su boca se llenó de nuevo. Luego dejó de moverse.
—Los has matado. 
Rikke se sintió acalorada. Había algunas manchas rojas en su mano. El grande estaba acostado sobre su rostro, la camisa empapada y oscura.
—Tu mataste a este—, dijo Isern. El muchacho se arrodillaba allí, emitiendo pequeños jadeos chirriantes mientras trataba de alcanzar en su espalda el asta de la flecha, aunque Rikke no tenía idea de lo que haría si le tocaba con la punta de los dedos. Probablemente él tampoco tenía idea. Isern era el único que pensaba claramente en ese momento. Se inclinó y sacó con calma el cuchillo del cinturón del muchacho.- Esperaba hacerle una o dos preguntas, pero no responderá con esa flecha en el pulmón.
Como para demostrarlo, tosió un poco de sangre en su mano y miró a Rikke. Parecía un poco ofendido, como si hubiera dicho algo hiriente.
—Aún así, nadie consigue nunca lo que quiere.— Rikke saltó a la grieta cuando Isern clavó el cuchillo del muchacho en su coronilla. Levantó la mirada, pateó las piernas y arqueó la espalda. Tal como había hecho ella, tal vez, cuando tuvo el ataque.
Rikke tenía los pelos de punta mientras él se desplomaba. Nunca había visto matar a un hombre antes. Todo sucedió tan rápido que no sabía cómo debería sentirse al respecto.
—No parecían tan malos—, dijo.
—Para ser una chica que lucha por penetrar las brumas del futuro, no te pierdas ni la mitad de lo que pasa justo en frente de ti.— Isern ya estaba hurgando en los bolsillos del anciano, con la punta de la lengua clavada en el orificio de sus dientes.— Si esperas hasta que parezcan malos, habrás esperado demasiado.
—Podría haberles dado una oportunidad.
—¿Para qué? ¿Para que te mandaran al barro? ¿O te arrastraran hasta Stour Anochecer? Las rozaduras habrían sido la menor de tus preocupaciones entonces, ese chico tiene la reputación de un cabronazo.— Cogió la pierna del viejo y lo arrastró desde el camino hacia la maleza, y arrojó su lanza después.— ¿O íbamos a invitarlos a bailar por el bosque con nosotros, y todos con flores en el pelo, y nos los ganamos con mis exquisitas palabras y tu linda sonrisa?
Rikke escupió un poco de jugo de chagga y se limpió la barbilla, observando cómo la sangre se abría paso por la tierra alrededor de la cabeza atravesada del muchacho. 
—Dudo que mi sonrisa esté a la altura de la tarea y estoy segura de que tus palabras no lo están.
—Por lo tanto matarlos era la única opción que teníamos, ¿eh? Tu problema es que eres todo corazón. Y clavó un dedo huesudo en la teta de Rikke.
—¡Au!— Rikke se alejó un paso, sosteniendo sus brazos sobre su pecho.— Eso duele, ¿sabes?
—Tienes un corazón después de todo sientes cada pinchazo y cada golpe. Debes convertir tu corazón en una piedra.— E Isern golpeó sus costillas con un puño, el collar de huesos de los dedos alrededor de su cuello se sacudió.— La crueldad es una cualidad muy amada por la luna. 
Como para demostrarlo, se inclinó y arrojó al muchacho muerto a los arbustos.
—Un líder debe ser duro, para que otros no tengan que serlo.
—¿Líder de qué?—, murmuró Rikke, frotándose su dolorida teta. Y fue entonces cuando captó una vaharada de humo, como en su sueño. Como si fuera un tirón que no podía resistir, se puso en camino.
—¡Ey!— gritó Isern masticando un trozo de carne seca que había sacado de la bolsa grande.— ¡Necesito ayuda para arrastrar a este gran cabrón!
—No—, susurró Rikke, el olor a fuego cada vez más fuerte y su preocupación cada vez mayor con él.— No no no.
Salió de entre árboles a la fría luz del día, dio un par de pasos tambaleantes y se detuvo, con el arco colgando de su mano inerte.
La niebla de la mañana hacía mucho que se había desvanecido y podía ver todo el camino a través del mosaico de campos recién plantados hasta Uffrith, encajado contra el mar gris detrás de sus muros grises. Donde estaba el antiguo salón de su padre con el áspero jardín en la parte de atrás. La segura y aburrida Uffrith, donde había nacido y crecido. Solo que estaba ardiendo, tal como la había visto, y una gran columna de humo oscuro rodaba y manchaba el cielo, flotando sobre el inquieto mar.
—Por los muertos—, gimió ella.
Isern salió de los árboles con su lanza sobre los hombros y una gran sonrisa en su rostro.
—¿Sabes que significa esto?
—¿Guerra?—, susurró Rikke, horrorizada.
—Sí, eso.— Isern la descartó como si fuera una minucia.— Pero más que nada, ¡que tenía razón! 
Y le dio una palmada en el hombro a Rikke con tanta fuerza que casi la derribó.
—¡Tienes la Larga Vista!



2 comentarios:

  1. Acojonante. Abercrombie me sigue pareciendo un maestro de la narrativa. Qué ritmo le imprime al capítulo y qué fácilmente crea tensión con un par de diálogos, me recuerda mucho a Tarantino. Estoy cagadito de ansias por que llegue a mis manos.

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    1. El domino de los diálogos de Abercrombie de la presentación 'escénica' es alucinante, ya lo querría más de un guionista. Con solo un adelanto, ya podemos empezar a emocionarnos con lo que nos espera, que bien pinta

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