Todas las mañanas al despertarse sentía el agujero en su interior. No era hambre, aunque a veces también. Era como un hueco, un vacío allí donde había tenido el corazón, donde habían estado sus hermanos y sus padres.
"El agujero no se va a curar nunca", se decía cuando se echaba a dormir.
Arya en Tormenta de espadas, de G. R. R. Martin.
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