SINOPSIS: ¿A qué sabe la carroña? Andi siente una curiosidad malsana por descubrirlo. Los buitres que sobrevuelan el exterior de su casa se burlan de ella y la desafían a revelar los secretos que esconden en sus festines de carne muerta. Su terapeuta se muestra incapaz a la hora de ayudarla a comprender lo que subyace bajo las desconexiones mentales inducidas por la ira que sufre. Su novia, Luna, intenta aplacar la oscuridad del alma de Andi, pero el anhelo de probar la carne muerta, la necesidad de confeccionar sus propias alas y convertirse en un buitre más, es implacable... Y la fascinación por adquirir ese conocimiento se transformará en una oscura fatalidad obsesiva.
RESEÑA: En Dilatando Mentes se han ido especializando en traernos obras tan difíciles de clasificar como seductoras, una extraña mezcla que hace que su línea ‘Rara avis’ sea una recomendación imprescindible para los que buscan lecturas que se salen de lo convencional. La muestra más recienta la encontramos en Ser devorado, la novela corta de Sara Tantlinger que brota de una idea germinal tan sencilla de presentar como perturbadora: ¿cómo sería la experiencia de alimentarse de carroña? Así, sin medias tintas ni falsos recatos la autora norteamericana nos mete una cruda narración lista para no dejar indiferente al lector.
Andi es una joven que vive en una apartada casa en el campo, en compañía de su novia Luna. Su vida no ha sido nada fácil, con un pasado traumático que le ha causado heridas emocionales muy graves, a las que todavía tiene que hacer frente. Tenemos así una protagonista que, como ella misma reconoce, está “transitando por la zona gris del suicidio” y que trata de seguir adelante gracias al amor de su pareja y las sesiones de terapia con su psicóloga. Todo ello lo viviremos de cerca, sin el privilegio de un piadoso distanciamiento, a través de una descarnada narración en primera persona que nos mete de lleno en la cabeza de Andi. Y este es un lugar sumamente perturbador, donde la ira y la depresión se dan la mano con fuerza.
“Los buitres visitan mis sueños. Las aves están allí, acurrucadas en el laberinto de tumbas de mi mente, y me miran desde la parte superior de las lápidas de mi familia”.
No en vano Andi se enfrenta constantemente a la tristeza, a unos pensamientos oscuros y pegajosos que anegan su voluntad de vivir… que como aves carroñeras vuelan a su alrededor. Y en la vida real, esos buitres se alzan sobre ella y su hogar, atrayendo su atención y despertando sus instintos más primarios. ¿A qué sabrá la carne podrida, abandonada en el campo para goce de los carroñeros? La idea se abre paso en su mente, hasta convirtiéndose en un obsesivo mantra del que no puede apartarse; así llega el momento en que se convence de que tendrá que dar ese último paso para unirse a aquellos que nunca la abandonarán, que la convertirán en uno de los suyos: los buitres.
Con un lenguaje cuidado, mimado al detalle, Tantlinger construye una narración tan cruda como escabrosa; pero no solo en lo más físico (esa carroña o esos cadáveres que trufan sus páginas) sino en lo emocional, con una Andi que desnuda todas sus flaquezas, miedos y traumas en la historia. Nadie sale intacto de su propio pasado, y Tantlinger quiere que nos pongamos la incómoda piel de su protagonista para sufrir su misma agonía vital. Todo ello a través de una narradora engañosa, ya que estamos en la mente de alguien que ha sufrido un trauma del que casi nadie podría salir indemne. Así pues, Tantlinger juega con el lector, que tendrá que tratar de descubrir como de fiable es lo que vemos, oímos o percibimos. Un puzle donde la depresión, la ira, el miedo, la angustia y lo perturbador construyen una jaula opresiva de la que es imposible escapar.
“Los buitres estarán aquí mucho después de que el resto de nosotros se haya marchado. Sus picos celebrarán un banquete con nuestra decadencia. Nuestros cadáveres no merecen otro destino que ser devorados. Nuestros cuerpos han mancillado la tierra, por lo que parece justo que tales cuerpos le devuelvan algo a la naturaleza, a los animales”.
Así la novela corta se mueve desde el horror mental, psicológico, hacia el gore más físico. Tantlinger se deleita en mostrarnos los miedos más íntimos de Andi, sus pesadillas más oscuras, pero también los momentos más tiernos de su relación, donde nos convierte en voyeristas que espían su intimidad emocional o sexual. Por supuesto, todo ello acaba tomando un giro perturbador, siniestro, para sumergirse en temas tabú de la sociedad como el consumo de carroña o el puro canibalismo. Todo ello cubierto con barniz de existencialismo agobiante, una angustia vital tan contundente que por momentos aturde más al lector que las escenas más sangrientas y puramente gores.
Ser devorado nos introduce en la incómoda cabeza de Andi, para vivir una experiencia tan cruda como rompedora. No solo por ahondar en temas como el consumo de carne (ya sea cruda o corrompida) o el canibalismo, sino por explorar la psicología de una persona que lucha por superar un trauma de proporciones gigantescas. Tantingler nos mete en la incómoda y desasosegante jaula mental de una persona rota, una protagonista que trata de salir adelante luchando con la pérdida, el miedo y la ira. Todo ello gracias a una narración escabrosa, llena de momentos tremebundos, pero que logra transmitir todo ello jugando con un lenguaje lírico y cuidado, un mimo en las palabras que la traducción de José Ángel de Dios logra salvaguardar para el lector español. Ser devorado se convierte así una experiencia turbadora que a pesar de su brevedad logrará acompañar al lector mucho tiempo después de haber cerrado su última página.
VALORACIÓN
FICHA
Ser devorado
Sara Tantlinger
Dilatando Mentes
Traducción de José Ángel de Dios
Tapa blanda con solapas, 125 páginas
13,95 euros (disponible en la web de la editorial)
No hay comentarios:
Publicar un comentario