jueves, 16 de junio de 2022

Sin testigos: recuerdo y heroísmo en Malaz

SIN TESTIGOS: RECUERDO Y HEROÍSMO EN MALAZ

[Advertencia: este ensayo revela elementos de la trama de toda la decalogía de Malaz, el Libro de los Caídos. Solo es recomendable para los que ya hayan terminado los diez libros de Steven Erikson.]


Lo que os aguarda en el atardecer de la desaparición del viejo mundo quedará… sin testigos. Palabras de T’amber. […] Son palabras duras y bien podrían alimentar el rencor, si por debilidad lo permitimos. Pero a esas palabras yo respondo como vuestra comandante: nosotros seremos nuestros propios testigos, y eso será suficiente. Tiene que ser suficiente. Ha de ser siempre suficiente.” Con estas palabras la consejera Tavore Paran trata de insuflar ánimo y valor a sus alicaídas tropas, a los miembros del 14º ejército malazano, conocido como los Cazahuesos, en la novela La tempestad del segador.

Antaño soldados inexpertos pero convertidos en veteranos a pura fuerza de voluntad, reunidos de forma apresurada para hacer frente a un alzamiento sangriento y a una de las derrotas más terribles sufridas por el Imperio de Malaz, que han recorrido todo el continente de Siete Ciudades para reinstaurar el orden y vengar a los caídos, que han sobrevivido a los infiernos de Raraku e Y’Ghatan. Y ahora, después de toda esta ordalía a través de medio mundo, han sido declarados renegados del Imperio de Malaz por su propia emperatriz y son obligados a zarpar sin destino ni refugio cierto, abandonados a su propia suerte. Y Tavore Paran, su silenciosa y enigmática comandante, les ofrece como único consuelo el saber que ellos serán los testigos exclusivos de sus actos, de su destino, de lo que consigan en tierras todavía desconocidas. ¿Es eso una bendición o una maldición? ¿Qué es lo que quiere mostrarnos Steve Erikson con uno de los elementos temáticos clave del Libro de los Caídos, el repetido leitmotiv del ‘sin testigos’?





1-El testimonio como elemento clave de Malaz el Libro de los Caídos.

Desde muy temprano Steven Erikson nos deja claro que su monumental saga se cimenta en los distintos puntos de vista, las distintas visiones de sus múltiples y cambiantes protagonistas. Cada uno de ellos será el testigo que nos transmitirá los sucesos (gloriosos, trágicos, horribles, benéficos, estúpidos, miserables o simpáticos) que irán conformando las historias que se entrelazan a lo largo de su decalogía fantástica. Y precisamente a través de ellos se hace evidente el valor del testimonio como uno de los paradigmas que construyen la amplia y ambiciosa trama que se desarrolla en los diez libros que conforman Malaz el Libro de los Caídos.

Como si el uso de los distintos puntos de vista de múltiples personajes no fuera suficiente muestra del valor del testimonio, Erikson se empeña en marcar el valor intrínseco de los testigos a lo largo de todos sus libros. No en vano, cuando asistimos a un momento cumbre o a un suceso destinado a trastocar el ‘statu quo’ establecido, el narrador siempre hace un hincapié especial en el testimonio. Son muchas las pruebas de tal planteamiento narrativo, pero como muestra veamos solo un par de ejemplos extraídos del culmen de uno de los grandes arcos argumentales de la saga.

En Doblan por los mastines asistimos a uno de los encuentros más memorables de toda la saga, entre dos de los personajes con mayor peso de la decalogía, y destinado a trastocar el panteón de los ascendientes para siempre. Anomander Rake y el Embozado cruzan sus destinos en las calles de Daruhjistan y entre los que aparecen para presenciar una reunión tan importante se encuentran los grandes córvidos de Engendro de Luna que, como nos remarca con énfasis el narrador, estaban allí “Para ser testigos. Para saber. Para creer.”


"Para ser testigo", por Marc Simonetti.

Más tarde en ese mismo libro, cuando Rake se encuentra ya en el interior de Dragnipur y se prepara para dar el paso más importante de una vida que ha durado decenas de milenios, vemos sus actos a través de los ojos de uno de sus más antiguos rivales: Draconus. Este se ha despojado ya de su antiguo odio hacia el tiste andii y solo siente curiosidad por la aparición de un personaje tan poderoso en un lugar que está a punto de desaparecer en el Caos primigenio. 

Anomander Rake,[…] ¿qué harás ahora? Un latido más tarde, de la boca de Draconus se escapó un leve jadeo, que alzó la cabeza y abrió los ojos de nuevo. […]Draconus se levantó poco a poco. Y se volvió. Para mirar la carreta. Para ser testigo.”

Estos son solo un par de ejemplos de la importancia clave de este elemento temático en dos momentos cumbre de la trama malazana. En la saga de Malaz los testigos tiene tanta o más importancia que lo mismos hechos que presencian. Pero esta resonancia del leitmotiv del ser testigos es algo que se desarrolla a lo largo de las diez novelas pero que está marcada a fuego desde bien temprano en la saga fantástica de Erikson. El autor canadiense inicia su saga de Malaz con la intención de dejarnos bien claro que el dar testimonio es la forma más noble y valiosa de reconocer la dignidad, el sacrificio o el sufrimiento del otro. La máxima muestra de empatía hacia los demás, hacia el ‘otro’, de ponernos en su piel, es el testimonio, y una de sus muestras más evidentes la tenemos en los primeros compases de decalogía épica.


2-Duiker como testigo de la Cadena de Perros

Y es que no hace falta avanzar mucho en la decalogía fantástica de Erikson para tener un ejemplo muy claro (si no el más claro de toda la saga) del personaje consciente de su labor como testigo, de aquel al que mueve la necesidad de dejar constancia de todo lo que ha presenciado. Se trata de Duiker, uno de los principales protagonistas de Las puertas de la Casa de la Muerte, y al que su cargo oficial como historiador del Imperio le compele a guardar la memoria de los sucesos de la heroica y trágica Cadena de Perros. Así es como se conoce la retirada del 7º ejército malazano a través del continente de Siete Ciudades, al que el triunfo de la violenta rebelión de Shaik contra el Imperio obliga a marchar escoltando a una multitud de refugiados hasta la seguridad de la ciudad de Aren, a kilómetros y kilómetros de distancia. Todo el continente está sumido en un baño de sangre y el ejército malazano liderado por el puño Coltaine es la única fuerza capaz de enfrentarse al Apocalipsis de Shaik, en una lucha desesperada y desigual para tratar de proteger a la gigantesca columna de refugiados y civiles mientras se dirigen a territorio seguro.

Duiker se encuentra inmerso en toda esta inmensa lucha, en el hostigamiento constante que sufre el 7º ejército, los wickanos que lo lideran y los refugiados que protegen. Lo que se inicia como una obligación impuesta por su cargo oficial (preservar para las crónicas imperiales estos sucesos) acaba convirtiéndose en un compromiso moral y ético: dejar constancia del sufrimiento y el sacrificio de los soldados malazanos, de su esfuerzo para lograr salvar la vida de una multitud de refugiados. A lo largo de la novela Duiker se despoja de la coraza del distanciamiento que le otorga su papel de historiador que es un mero testigo para volver redescubrirse como soldado, como un camarada de armas más dispuesto a poner en riesgo su vida en repetidas ocasiones por sus compañeros de lucha.

Y es que conforme la Cadena de Perros avanza se siente impelido a luchar para salvaguardar el máximo de vidas, a pesar de considerarse a si mismo un “viejo” y de que muchos de los refugiados (los más privilegiados, cabe señalar) nunca reconocen su esfuerzo ni el del resto de soldados malazanos. Duiker se va despojando de su compromiso de salvaguardar para la posteridad unos hechos históricos (en una labor casi de reportero de guerra, diríamos hoy) para dejarse arrastrar a un papel activo y de lucha. Para el personaje, para la persona, ser testigo no es suficiente.


Wickanos, por J. K. Drummond

Pero mientras Duiker se reencuentra como persona, a su alrededor todos los otros personajes tratan de mantenerlo con vida para salvaguardar su testimonio. Su voz y su relato deben perpetuarse, nos muestra repetidas veces Erikson a lo largo de los sucesos de Las puertas de la Casa de la Muerte. En uno de sus pocos y señalados arrebatos de furia, el puño Coltaine se muestra convencido de ello al señalar que “todo lo que hemos hecho no ayudará en lo más mínimo al mundo, a no ser que se cuente la historia.” Y antes de la decisiva batalla del cruce del río Sekala, por ejemplo, es también Coltaine el que se empeña en buscar una tienda y un camastro para que Duiker pueda descansar: “Dale dos horas” le ordena a su segundo al mando, Bastión. “Quiero que presencie todo lo que pueda del cruce. Dejemos que se escriban los sucesos del día de mañana, a riesgo de que nuestros descendientes pierdan la oportunidad de aprender de nuestra historia.

El puño wickano quiere que lo va a ocurrir sea presenciado para que no se pierda en la bruma del olvido, pero aún así no se deja engañar por la futilidad de tal empeño. La historia siempre demuestra que nunca aprendemos. Y es el propio Duiker el más consciente de esta frágil verdad, como nos lo desvela Erikson en una de sus introspecciones más afiladas y certeras de Las puertas de la Casa de la Muerte, poniéndonos en la incómoda piel de Duiker: “Había deambulado de noche por el campamento, entre irregulares hileras de tiendas, gente al raso y carromatos entoldados, absorbiendo todo lo que veía con un distanciamiento perverso. Para el historiador, convertido ahora en testigo, se tambalea su ilusión de que sobrevivirá lo suficiente para plasmar los detalles sobre un pergamino, con la endeble convicción de que la verdad es una causa que merece la pena, que el relato se convertirá en una lección aprendida. ¿Endeble convicción? Pura mentira, la peor clase de engaño. La lección de la historia es que nadie aprende.”

A pesar de todo lo que tiene en contra la Cadena de Perros logra alcanzar su objetivo, pero solo a costa del trágico sacrificio de todos los soldados malazanos y wickanos. Al final es el propio Coltaine quien se asegura de que Duiker sobreviva a lo que va a ocurrir mandándolo a liderar a los refugiados mientras él y sus tropas se quedan como escudo para protegerlos, como una última defensa desesperadas. Cuando finalmente se despide de Duiker, el puño Coltaine lo hace con estas palabras: “Este relato es tuyo, historiador, y en este momento nadie es más importante que tú. Y si algún día ves a Dujek, dile esto: no son los soldados del Imperio lo que la emperatriz no puede permitirse perder, sino su recuerdo.”


El fin de Coltaine, por J. K. Drummond.

Salvar la memoria de lo que ha pasado, el recuerdo de los que han luchado y se han sacrificado por otros es lo que quiere Coltaine. Su dignidad y su valor se muestran en sus hechos a lo largo de toda la Cadena de Perros, y lo que, como inspiración, pueden lograr. Su recuerdo no debe perderse si lo que significa el Imperio de Malaz no quiere perderse a si mismo, advierte Coltaine con una lucidez terrible.

Más adelante en la saga volvemos a encontrarnos con Duiker ya renacido en Memorias de hielo, donde el historiador imperial se refugia en el bar de K’rul de Darujhistan. Allí mismo es donde se dirige a los Abrasapuentes supervivientes (y con ello a nosotros, los lectores), para hacernos recordar: “Permitidme esta noche, si tenéis la bondad, que os rompa el corazón una vez más. Esta es la historia de la Cadena de Perros. De Coltaine, del clan Cuervo, puño recién llegado al Séptimo Ejército…”. El testigo se ve impelido a rememorar así a los caídos. Porque aunque Eje se queje amargamente de “¡Cómo no, una historia que nos rompa el corazón otra vez! ¿Qué sentido tiene?”, el propio Duiker le señala sin dudarlo que lo tiene: “Sí, creo que tiene mucho sentido. Pero no para vosotros, soldados. Todavía no. Es demasiado pronto para vosotros. Demasiado pronto.”

La tragedia, a pesar del dolor que puede causar a los supervivientes, no debe olvidarse. Recordar y rememorar es la obligación de los supervivientes, de los testigos que como Duiker o los Abrasapuentes guardan el legado de los que ya no están, de los que los acompañaron.

Sabremos más tarde que desde esa primera narración oral en el bar de K’rul, Duiker lleva intentando escribir la historia de la Cadena de Perros; “sin conseguirlo” como le confiesa abatido al bardo Pescador kel Tath en Doblan por los mastines. Este le señala que “es posible que la prosa expositiva no sea la más adecuada para relatar esa historia”, y el afamado bardo se ofrece para ayudarle. “Elaboremos una épica que aplaste los corazones de un millar de generaciones. […] Empieza contigo. Y termina contigo. Tus ojos de testigos, solo tus pensamientos. No me hables de la mente de nadie, no des por hecho su funcionamiento. Tú y yo, no contamos nada, solo mostramos.”

No podemos saber con certeza si Duiker y Pescador llegan a escribir esa gran épica, pero sin duda han aplastado nuestros corazones. Porque eso es, en definitiva, lo que nos quiere ofrecer Erikson con su extensa narrativa del Libro de los Caídos. Nos muestra el testimonio de todos sus protagonistas, nos desnuda personajes y sucesos para que nosotros seamos los testigos de sus actos, para que guardemos su memoria.


3- Los otros testimonios de Coltaine: la adoración religiosa

Los hechos de Coltaine, los clanes wickanos y la Cadena de Perros dejan una huella indeleble en toda la saga de Malaz. De hecho, la figura de Coltaine sigue siendo respetada, reverenciada y rememorada mucho después de su desaparición, hasta el punto de convertirse en uno de los pocos personajes cuyo eco llega hasta el final de la saga. Incluso en El Dios Tullido asistimos a una importante cumbre de ascendientes que tiene lugar en un sitio terrible con un nombre de tremendas resonancias: la Caída sempiterna de Coltaine. El sacrificio final del líder del clan Cuervo ha traspasado lo físico para dejar su huella en el mundo mágico, donde los restos de la batalla final y de la muerte de Coltaine permanecen como un eco indeleble.

Pero en el mismo mundo físico malazano la huella de Coltaine sigue bien presente, gracias al testimonio que muchos guardan en su memoria de sus hechos. Sin duda el más destacado de todos sea la adoración casi religiosa que llega a engendrar en los khundyl, un clan de guerreros nómadas del sureste de Siete Ciudades, que de formar parte del gigantesco ejército rebelde del Apocalpisis que los persigue pasan a luchar por ellos al ser testigos del espíritu inquebrantable de los wickanos y de su lealtad a Coltaine en la batalla del valle de Sanimon.

Como se nos señala en Polvo de sueños: “Los [khundryl] lágrimas quemadas son un culto de guerreros. Devotos hasta lo más profundo de sus almas a un caudillo legendario. Este caudillo, Coltaine, era de tal estatura, de tal honor, que se ganó la adoración no solo de sus aliados, sino entre los presuntos enemigos.” Una adoración que se muestra hasta en los gestos más cotidianos, ya que se nos dice que los khundryl se saludan con “el gesto del ala negra, un ademán que honraba en silencio el nombre de Coltaine, sus hazañas y su heroica resistencia contra las peores acciones del ser humano.”

La valentía de Coltaine ha calado tan hondo en estos reverentes seguidores que los khundryl conmemoran la crucifixión de Coltaine en sus propias carnes, marcando sus rostros con lágrimas negras y renombrándose a si mismos como Lágrimas Quemadas. El testimonio es así llevado hasta su límite más extremo, con un culto reverente a Coltaine y los wickanos a los que los khundryl colocan como ápice supremo del heroísmo y el valor. Y su decisión de unirse al ejército de la consejera Tavore Paran es un intento de remediar su abandono a Coltaine cuando deberían haberlo seguido, evidenciado por la palabras del caudillo Hiel en La Casa de Cadenas: “No somos wickanos pero lo juro, haremos todo lo posible por serlo.”

Los khundryl lágrimas quemadas, por Didier Graffet.

Pero la adoración de los khundryl no es la única huella que el recuerdo de Coltaine y sus actos ha dejado. Ya en La Casa de Cadenas vemos como la colina donde murió el propio Coltaine se ha convertido en un lugar sagrado, donde miembros de las tribus de casi todas Siete Ciudades acuden a dejar sus exvotos en recuerdo del líder de los wickanos. La propia consejera Tavore acude al lugar para ser testigo, en un fragmento que merece citarse por extenso: “Trenzas manchadas de rojo, entrelazadas para formar cadenas, extendidas por la cima y enroscadas alrededor de los dos cabos de la cruz que en otro tiempo se había levantado allí. Cráneos de perros repletos de jeroglíficos indescifrables se asomaban a la cresta por las cuencas vacías de los ojos. Plumas de cuervo que colgaban de astiles rotos de flecha clavados en la tierra. Estandartes raídos sujetos al suelo sobre los que habían pintado representaciones varias de un cuchillo largo wickano roto. Iconos, fetiches, una masa de detritos para conmemorar la muerte de un único hombre.

Y más adelante en la saga, en Los Cazahuesos, ya se nos señala que los locales de Siete Ciudades “creen que Coltaine ascendió” y que en todo el continente se le relaciona con “el nuevo patrón de los Cuervos.” No importa que los propios wickanos supervivientes desprecien esa creencia, en todo el continente la adoración se ha convertido ya en culto. En ese mismo libro, durante la marcha del ejército de la consejera Paran hacia Y’Ghatan, Botella encuentra una colina repleta de restos de animales, ídolos rotos y fragmentos de cerámica entre los que destaca un fragmento donde se ha plasmado la terrible escena de la muerte de Coltaine: “en el que se había pintado la cadena de perros. Cogió el trozo y limpió el polvo de la escena ilustrada. Se veía a parte de Coltaine sujeto a la cruz de madera, sobre él un frenesí salvaje de cuervos negros. Bajo él, wickanos y malazanos muertos, y un perro pastor empalado en una lanza. Un escalofrío le recorrió la columna y dejó caer el trozo.”

No es para menos la reacción de Botella. La adoración religiosa ha calado hondo en todo un continente y el hombre crucificado ha alcanzado la inmortalidad que otorga la creencia de la multitud. Lo que, como hemos visto ya, parece haberse perdido para el recuerdo histórico se perpetúa en cambio en las conciencias de miles de creyentes gracias a una conexión más profunda. Y son los antaño enemigos los que se convierten en los más fervientes testigos de unos actos que se han transformado en los fundamentos de una religión naciente. El recuerdo, la rememoración, el ser testigos, se muestra como el sustrato básico de toda creencia religiosa en el mundo malazano y, de una forma más amplia, el combustible que permite la ascensión.


4-Karsa Orlong: el testimonio ciego de la barbarie

Pero no todos los testimonios que tenemos en la saga Malaz son de hechos valerosos y heroicos, dignos de ser recordados y rememorados. La muestra más evidente de ello nos la ofrece el personaje que más divide a los lectores de toda la saga, como lo califica el propio Erikson en unensayo que escribió sobre él. Hablamos de Karsa Orlong, el temible guerrero teblor cuya presentación en La Casa de Cadenas sirve para abrirnos la puerta a la plasmación más descarnada y cruda de un salvaje bárbaro de toda la literatura fantástica.

Este joven guerrero de una tribu aislada parte de su tierra para alcanzar la gloria luchando contra sus enemigos, y durante toda su odisea Karsa no se cansará de interpelar a aquellos que se cruzan en su camino para que “sean testigos” de sus actos. Actos que se resumen en exhibiciones de violencia física y sexual que, en numerosas ocasiones, desata sobre población civil pacífica y desarmada. Desde su punto de vista, todos ello son muestra de su grandeza y lo acercan cada vez más a su autoproclamado destino como líder de su propio pueblo contra la civilización, con el fin último de borrarla del mundo. Para nosotros, sin embargo, son actos de tal brutalidad y repugnancia que nos estremecen y llegan a hacernos sentir náuseas ante la orgullosa proclamación del “sed testigos” que los acompaña.


Karsa Orlong, por Marc Simonetti.

La retorcida grandeza que Karsa Orlong cree obtener del testimonio de los demás marca su rumbo durante gran parte de La Casa de Cadenas, y es la medida tanto de su supuesta gloria como de la ignominia de sus enemigos. Desde la misma partida de su viaje, del que se nos señala que los ancianos de la tribu se habían mostrado en contra “así que no salió nadie a verlos partir”, algo que solo sirve para convencer a Karsa de que “algún día, llegarían a lamentar no haber sido testigos de nada más que de los pasos pesados y ahogados de los cascos de los caballos.” Asimismo, a aquellos que rehúyen luchar contra él durante su viaje los maldice por ser “¡Cobardes sin sangre en las venas! ¡Soy testigo de vuestros actos! ¡Vuestros jóvenes son testigos de vuestros actos! ¡Estos malditos perros son testigos de vuestros actos!

Y más adelante cuando obtiene su gran espada de pedernal con la que pretende liderar a los teblor toblakai en la conquista de toda Genabackis, como le confiesa al jaghut Cynnigig, este solo puede reconocer que “Hemos sido testigos, entonces, del nacimiento de la infamia”. Karsa Orlong, con su legendario mutismo, en ese momento solo tiene tiempo para un único pensamiento que guarda para sí mismo: ¿Testigos? Sí, sois testigos. Con todo, lo que yo, Karsa Orlong, crearé, no podéis ni imaginarlo. Nadie puede.”

Nadia parece ser tan consciente de esta obsesión del toblakai con el testimonio de los que lo rodean que Samar Dev. La bruja de Siete Ciudades, compañera más o menos renuente de las aventuras del guerrero bárbaro, viaja a su lado durante el suficiente tiempo para llegar a comprender con una gran claridad esta parte de la psicología del personaje. En Doblan por los mastines la inteligente hechicera reflexiona sobre la necesidad de espectadores que el orgulloso "¡Sed testigos!" va anunciando al mundo"Quería que se contemplara cada una de sus obras, como si cada par de ojos existiera solo para contemplar a Karsa Orlong, y las mentes detrás de los ojos sirvieran [...] para relatar a todos lo que había hecho, lo que había dicho, lo que él había comenzado y lo que él había terminado. Nos convierte en su historia. Cada testigo contribuye a la narrativa, la vida y obras del toblakai, una narrativa a la que estamos, todos y cada uno de nosotros, vinculados."

Sin embargo, el viaje que emprende cambia para siempre al gigante teblor. Para cuando su gran odisea en La Casa de Cadenas llega a su fin, es el propio Karsa Orlong el que (en el que es sin duda su momento de mayor humildad en toda la saga) reconoce que “cuando comencé este viaje, era joven. Creía en una cosa. Creía en la gloria. Ahora sé […] que la gloria no es nada. Nada. Eso es lo que ahora entiendo.” Su ignorancia ha empezado a encontrar remedio al recorrer el amplio mundo que lo rodea, ya que no es lo único que reconoce: “solo [sé] otra cosa más. No se puede decir lo mismo de la misericordia.” Aún así, el orgullo bárbaro sigue presente en su mentalidad ya que termina este reconocimiento de su ignorancia pasada con un gran juramento: “Soy Karsa Orlong, de los uryd, un teblor. Sed testigos de mis actos, hermanos míos. Un día seré digno de liderar a hombres como vosotros. Sed testigos.


Karsa, por Sam Burley.

Durante lo que resta de la saga Karsa Orlong muestra una evolución que le permite alejarse de la despiadada brutalidad que desataba sin importar sobre quién cae (como nos muestra al principio de La Casa de Cadenas), hacia una fuerza bruta mejor dirigida, igual de despiadada pero que ahora busca el castigo justo (o al menos, el castigo) de aquellos que se recrean en el dolor y el sufrimiento de los demás. Ejemplo de ello lo tenemos en como al final del cuarto libro ejecuta al infame mago Bidithal, violador y mutilador de menores, en como acaba con el sufrimiento del enloquecido “Emperador de las mil muertes” y la tiranía sangrienta que este ha desatado en La tempestad del segador, o como en Doblan por los mastines pone fin al ‘reino errante’ del maligno Capitán, el líder bandido de una multitud de esclavos encadenados a los que el guerrero teblor libera. No podemos calificarlo como una redención plena y satisfactoria, pero sin duda es lo más parecido a la misma que puede obtener un personaje cuyos orígenes son los de Karsa.

De hecho merece señalarse que su último gran acto en la decalogía del Libro de los Caídos es la antítesis de su mismo inicio: si Karsa daba los primeros pasos de su odisea despreciando a aquellos de su tribu que no había acudido a verlo partir hacia su futura gloria, su último gran acto lo ejecuta en soledad y sin jactancia alguna. En El Dios Tullido Karsa blande su espada de piedra para herir de muerte a un dios; algo que, de forma más que calculada por Erikson, el gigante teblor hace sin proferir ni un juramento de testimonio y sin que nadie más que él mismo pueda presenciarlo. En su despedida de la saga malazana, Karsa se convierte en su propio testigo, y es suficiente.


5-Tavore y los Cazahuesos: el heroísmo sin testigos.

¿Es entonces este el camino a seguir? Si el intento de Duiker de conservar la memoria de unos actos heroicos no obtiene fruto y el orgullo ciego de Karsa Orlong de que los demás den testimonio de sus hechos gloriosos es una abominación, ¿existe acaso una alternativa? Así parece marcarlo el último gran arco narrativo de Malaz el Libro de los Caídos: la epopeya de los Cazahuesos que arranca en La tempestad del segador y que alcanza su clímax en El Dios Tullido. Iniciaba este artículo con las palabras de la consejera Tavore Paran en el memorable discurso del séptimo libro y este es el momento de recordarlas de nuevo: “Lo que os aguarda en el atardecer de la desaparición del viejo mundo quedará… sin testigos. Palabras de T’amber. […] Son palabras duras y bien podrían alimentar el rencor, si por debilidad lo permitimos. Pero a esas palabras yo respondo como vuestra comandante: nosotros seremos nuestros propios testigos, y eso será suficiente. Tiene que ser suficiente. Ha de ser siempre suficiente.

Con este discurso antes sus tropas Erikson nos marca el arranque del gran arco final de su decalogía malazana, el desenlace del viaje de unos soldados que han sido rechazados por su propio Imperio natal y que a partir de entonces deben encontrar sentido a sus propios actos. Y no solo para ellos mismos, para comprenderse a si mismos, sino para el legado que su lucha y su sacrificio pueda tener para el mundo y para la historia.

Pero, como hemos visto durante el trágico desarrollo de la Cadena de Perros, si algo ha quedado claro a lo largo de los libros previos de Malaz es que la historia es incapaz de capturar el verdadero sentido de los hechos y las vidas humanas para obtener sabiduría de ellos. “La lección de la historia es que nadie aprende”, acaba confesando Duiker, y en Polvo de sueños el veterano zapador Sepia apunta que lo único que sobrevive son “las historias que se cuentan. Pero ni todas ellas se acercan a la historia real. Lo que pasó de verdad, eso no lo sabremos nunca.”

Esto es algo que se repite a lo largo de todas las diez novelas de la saga, donde Erikson plasma de diversas formas que los historiadores y los estudiosos son incapaces de entender (y por tanto, registrar y rememorar para la posteridad) las verdaderas experiencias de los implicados. Todo se acaba perdiendo en una glorificación vacua y vacía de las hazañas, en un heroísmo sin verdadero valor y sentido para los demás.

En una charla del propio Steven Erikson con el crítico A. P. Canavan en youtube sobre Memorias de hielo el autor canadiense reconoce esta visión crítica sobre la historia: “Los libros de historia, especialmente los más tempranos, son todos sobre grandes narrativas. De alguna manera, así es el Libro de los Caídos, pero de otra es también una refutación de los elementos grandiosos que la historia cuenta, registra y relata.


Arte de Sam Burley.

No hace falta recurrir a las palabras explicativas de Erikson, porque esto se plasma de forma más que evidente en las novelas del Libro de los Caídos. En El Dios Tullido, antes de la gran batalla final contra los forkrul assail, la consejera Tavore ya señala a sus tropas que “Este día ya se ha escapado de la historia, lo que aquí suceda no lo sabrá nunca nadie. En este día, no habrá testigos de vuestra hazaña.” ¿Y por qué? Pues porque “Los pergaminos de los historiadores no tienen tiempo para soldados como vosotros. Lo sé, porque he leído cientos de esos pergaminos. Apenas emplean un puñado de palabras para mencionar una victoria o una derrota […] No ocupamos lugar alguno en sus historias. Pocos lo tienen, de hecho.

El olvido o el desconocimiento no se queda solo en lo que puedan contar más adelante los historiadores, ya que las mismas tropas de la consejera se mueven en un mar de dudas a lo largo de Polvo de sueños y El Dios Tullido. En este último libro la puño Faradan Sort ya advierte a Tavore de que “los soldados necesitan algo más a lo que aferrarse. Algo. Lo que sea. […] Los rumores nos están haciendo trizas…”. Rumores de todo tipo, desde que “nos hemos aliados con los dioses ancestrales y tú [Tavore] pretendes derramar la sangre de nuestros soldados en un gran sacrificio final, el de todos ellos, para alcanzar tu propia ascendencia” o “que has hecho un pacto secreto con las Grandes Casas y los dioses más jóvenes. Harás un acuerdo con ellos usando al Dios Tullido…”

Pero aún con estas enormes dudas sobre el objetivo último de las intenciones de la consejera flotando sobre la gran odisea final de los Cazahuesos, la tropa rasa es también terriblemente consciente de la gigantesca incógnita que representarán para la Historia. Y es que no hace falta ser alguien instruido, con la formación y los conocimientos de toda una vida dedicada al estudio de la historia como lo es Tavore Paran para lograr percibirlo. Ya hemos visto que los soldados malazanos no dudan en mostrar su desprecio y desdén por lo que la historia cuenta, pero cada uno de ellos es capaz de sentir en su interior, con la lucidez llana y sencilla de las tropas rasas, el enigma en que se convertirán.

El ejemplo nos lo ofrece, como no podía ser de otra forma, Violín. El humilde Abrasapuentes que tras toda una vida de combate se convierte en uno de los capitanes de los Cazahuesos durante la marcha final narrada en El Dios Tullido demuestra ser plenamente consciente de que serán un enigma o poco menos que algo “etéreo” para el resto del mundo y para la historia. El veterano zapador se muestra convencido de que “los historiadores ignorantes escribirán sobre nosotros, disfrazados de sabios. Discutirán sobre nuestro propósito, de aquello que buscábamos conseguir. Voltearán cada roca, cada piedra tumularia, en busca de nuestros motivos. En busca de indicios de ambición. Compondrán el Libro de los Caídos. Y discutirán sobre su significado. Disfrazados de sabios, mas lo cierto es, ¿qué sabrán ellos de cada uno de nosotros? Desde esa distancia, desde esa fría y gélida lejanía, deberán entornar los ojos. Deberán forzar la vista. […] pasarán por alto todo lo que fuimos, y se centrarán solo en lo que conseguimos. O en lo que no logramos. Y al hacer eso les pasará por alto el puto asunto central.

¿Y cuál es ese asunto central, alrededor del que pivota el valor último del “sin testigos”? La respuesta más clara nos la ofrecen precisamente dos de los personajes que nos sirven de guía en los dos últimos libros de la saga: Violín y la consejera. Son dos razones, diferente pero aun así que complementarias, que sirven de firmes cimientos a la épica del sacrificio y la lucha “sin testigos.”

Una de ella la encontramos al inicio de Polvo de sueños donde Erikson pone en boca del veterano zapador un monólogo en el cual el falari reflexiona el motivo último por el que siguen luchando, aunque no esté muy claro lo que vayan a lograr y las probabilidades de éxito sean mínimas. El soldado comienza asegurando que “No soy un tipo sabio, pero en mi vida he aprendido que saber algo, verlo con claridad, no ofrece excusa alguna para rendirse a ello. Y cuando lo pones en palabras, se las das a alguien, tampoco es una invitación. Ser optimista carece de valor si implica ignorar el sufrimiento del mundo. Peor que carecer de valor. Es malvado. Y ser pesimista, bueno, es el primer paso en el camino, y es un sendero que puede llevarte por la senda del Embozado, o te conduce a un lugar donde puedes asentarte para hacer lo que puedas, aguantar en la pelea contra el sufrimiento. Y es un lugar honesto.” El comandante Brys Beddict se muestra entonces convencido de que ese es el lugar “donde se encuentran los héroes”, pero para Violín “eso no importa”. El heroísmo, lo que implica y como puede ser usado por la posteridad es una losa muy pesada para estos soldados; lo único que importa es hacer lo correcto: “Haces lo que te toca hacer, porque ver la verdad no siempre llega como un estallido de luz. A veces lo que ves es un pozo oscuro, y te engaña para que creas que estás ciego. No es así. Es todo lo opuesto.”

La advertencia contra el pesimismo, contra el dejarse arrastrar a la inacción y a la derrota antes de tiempo porque todos están convencidos de ello, es un potente mensaje. Y es el combustible para el valor de los Cazahuesos, que están dispuestos a lanzarse a una lucha sin testigos y sin que quede memoria de sus actos: lucharán aunque tengan todo en contra porque han llegado a ese lugar de honestidad donde saben que hay que “hacer lo que puedas”.

La consejera Tavore Paran, por Sam Burley.


La otra razón la encontramos de una forma más evidente y directa en el monólogo final de la consejera Paran que ya hemos citado en parte más arriba. Cuando en El Dios Tullido se preparan para enfrentarse a los forkrul assail Tavore por fin se dirige directamente a sus soldados, de los que se ha mantenido a distancia (física y mental) durante gran parte del desarrollo de la saga. Y lo hace en una arenga dirigida precisamente a los soldados regulares, la tropa rasa, que durante la mayor parte del Libro de los Caídos han estado en un segundo plano frente al papel en primera línea de combate de los zapadores, los infantes de marina o los pesados. Y es ahora, antes del enfrentamiento decisivo contra los forkrul assail, cuando Tavore los interpela directamente:

¿Os conoce alguien a vosotros? A vosotros, que habéis estado a la sombra de los infantes de marina y los pesados. ¿Quiénes sois vosotros? ¿Cuál es vuestra historia? Muchos os han visto marchar, alejándoos. Os han visto de pie, callados, desconocidos. Incluso ahora, vuestros rostros se pierden bajo el borde de vuestros yelmos. […] ¿Quién sois vosotros? Yo sé quiénes sois. ¿Qué habéis hecho? Habéis estado a mi lado desde el mismísimo principio. ¡Oídme, soldados! Este día ya se ha escapado de la historia, lo que aquí suceda no lo sabrá nunca nadie. En este día, no habrá testigos de vuestra hazaña. Excepto por los soldados que tenéis a cada lado. Ellos serán los testigos. Y esto os digo: esos soldados de pie a vuestro lado, son lo único que importa. […] No hay testigos para vosotros, pero yo he visto lo que veis. Yo he sentido lo que sentís. Y estoy mucho más fuera de la historia que vosotros.”

¿Qué importa el mundo, la historia, los cronistas, las hazañas o el heroísmo?, les grita (nos grita) Tavore Paran antes del último sacrificio. Lo único que tiene valor en la vida es ser capaz de estar a la altura de los otros, de mostrar la empatía suficiente para reconocer el sufrimiento, el sacrificio, el miedo o el valor en el compañero de odisea. Porque eso es la vida y eso es lo que nos ofrece el Libro de los Caídos: una llamada a la resistencia contra todo tipo de injustica, vaya o no a ser recordada.

La odisea vital de los Cazahuesos se inicia con las dudas y miedos de ellos mismos sobre los que les guarda el destino, y se cierra como un gigantesco enigma hacia el resto del mundo. No es así para nosotros, los lectores, los que nos hemos convertido en compañeros de viaje de este puñado de soldados. Solo ellos (nosotros) son sus propios testigos, se convierten en los guardianes de la dignidad y el sacrificio del compañero que tienen al lado, del soldado que ha pasado por lo mismo, “que ha visto lo que veis, […] sentido lo que sentís”. Que la historia nunca los recuerde o no alcance a comprender porque lo hicieron, al final no importa. Han encontrado su propio lugar, “un lugar honesto”, como reconoce Violín con una sencillez abrumadora.

Los Cazahuesos, como ya advertía Tavore, han escapado para siempre de la historia, de esa que se escribe con mayúsculas. Al final todo lo que les queda es el testimonio que cada uno de ellos pueda guardar de los demás, es lo que da valor y respeto al heroísmo del compañero. Y por eso los versos que sirven de conclusión a todo el Libro de los Caídos reconocen que “una era ha terminado. El libro debe cerrarse”, que lo que han logrado se desvanecerá para la gran Historia ya que todo desaparece con el paso del tiempo, todo es etéreo: “Estamos desamparados ante la historia. […] Es la sangre de nuestras vidas, este es el pago de nuestras hazañas, pronto serán olvidadas.Y por eso mismo todo se cierra con una despedida que es a la vez un ruego, cargado de sencillez y humildad, que se dirige de forma directa a nosotros, los lectores: “Recordarnos”

Solo nosotros, en definitiva, podemos reconocer la dignidad y el respeto que merece cada existencia humana que lucha y se esfuerza por encontrar un lugar honesto en la vida, un lugar donde no rendirse, donde no importa lo que se consigue sino simplemente “hacer lo que puedas” y así resistir contra el sufrimiento y la injusticia. Es, sin duda, el mejor testimonio posible de humanidad.

Daniel Garrido.


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14 comentarios:

  1. Sed testigos del horror de este viejo (lector).

    Hace unos años leí completo todo Malaz, el libro de los caídos y el imperio. Sabía que me había perdido cientos o miles de detalles, ideas, mensajes, comentarios, situaciones, pero es que era tan denso todo, tan largo, tan intenso que decidí avanzar aún a costa de no entender muchas cosas y a pesar de saber que me perdía coas probablemente muy importantes. Así llegué al final y me confirmé a mi mismo que efectivamente me había perdido mucho.

    Gracias a Daniel por traernos muchos comentarios suyos o ensayos del mismo Erikson pude acceder a ideas, situaciones, mensajes que se me habían ido pasando en mi lectura y que ahora ya tengo en cuenta y me sirven para interpretar lo leído, mas o menos.

    Así que decidí re-leer de nuevo todo Malaz, pero esta vez lo haría en orden cronológico interno, tal como nos lo describe Daniel en su entrada de Malaz: Orden de Lectura; asi que fuerón re-leídos La Noche de los Cuchillos, Mareas de Medianoche, Los Jardines de la Luna ... y con la iglesia hemos topado, amigo Sancho ...

    Tendría que haber leído Las Puertas de la Casa de la Muerte, lo abrí, empecé las primeras líneas ... y no pude seguir. Me dolía demasiado el recuerdo, no fuí capaz de enfrentarme de nuevo al final de la Cadena de Perros, era demasiado para mi capacidad de sufrimiento, no quería, no podía, no era capaz de enfrentarme al fin de Coltaine, al fin de Duiker, a la cobardía de Aren ... no podía y sigo sin poder, lo he intentado varias veces pero me echo hacia atrás, me acobardo, me asusto.

    Se, bien que lo se, que para un autor que a un lector su obra le afecte de tal manera emocional, intensa, brutal, es todo un logro ya que demuestra que su obra mueve y conmueve, bien, eso es lo que hay. Igual cualquier día de estos soy capaz de ponerme y enfrentarme de nuevo a la Cadena de Perros y a su final. O no, quien sabe.

    Gracias Daniel por tu trabajo. Soy testigo.

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    1. Nota: Tengo mas de sesenta años y llevo cincuenta como empedernido lector de (cai) todo.

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    2. Muchas gracias por pasarte, Diego ;)

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  2. Don Diego le entiendo perfectamente. Yo soy un lector viejuno también, 41 años, y jamás me he enfrentado a una obra que me aterrorize tanto. Deja muy mal cuerpo. Y la mente no mucho mejor. Prefiero mil veces leer todo lo que Daniel ha escrito sobre la obra. No estaría mal que sacara un libro a modo de guia sobre la saga.

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    1. Muchas gracias Manuelon, bienvenido al club de los "sufridores" Pero eso si que quede muy claro que me encanta y maravilla toda la obra de la bendita ¿o maldita? pareja Erikson y Esselmont; el tema es que igual yo soy demasiado sensible a según qué violencias, pero me interesa, me gusta, me atrae todo Malaz como el chocolate a la moscas. Oh.

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    2. Pues llevo tiempo con la idea de que cuando haga una relectura de la saga tomar notas para una especie de guía comentada por capítulos o algo así, pero todavía no he encontrado el momento. Espero poder hacerlo algún día.
      Mucha gracias por pasarte ;)

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  3. Puño, solo puedo decir bravo, me alegra haber sido testigo.

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  4. Cómo siempre, un auténtico placer leer las palabras del puño. Hoy he sido testigo. Gracias

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  5. Daniel, muchísimas gracias por este gran esfuerzo que realizas al acercarnos a la literatura fantástica. Me he leído todo el ensayo sin haber terminado de leer la saga (estoy con "La casa de cadenas") y decir que me has animado a seguir leyendo, me has brindado otro punto de vista sobre esta magna obra.

    Reitero mi más grande agradecimiento, deseándote que tengas muchas salud para poder seguir leyéndote.

    Me uno a la petición para tener un libro con la guía sobre la obra de Erikson.

    ¡Saludos!

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    1. Buenas Carlos, gracias por pasarte y por tus palabras 😉 Si me hubieras preguntado antes te habría recomendado dejar el artículo para más adelante, pero si te ha servido para desear seguir leyendo me alegro mucho.
      Cómo ya comenté arriba, me guardo la idea de la guia para más adelante, a ver si soy capaz de sacar tiempo. Un abrazo y gracias!

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