La saga de Malaz, el Libro de los Caídos es una compleja odisea de épica fantástica pero su corazón está plagado de civilizaciones y culturas profundamente realistas. La formación como arqueólogo del canadiense Steven Erikson le permite plasmar con suma veracidad la evolución de las diversas culturas, los diversos estadios culturales por lo que pasa la civilización y que son un claro reflejo de la historia de la humanidad.
En esta evolución histórica un elemento clave es el continuo choque cultural que se produce en el contacto entre civilización y barbarie (o si se quiere, las formas más evolucionadas de civilización frente a sus niveles más básicos). No cabe duda de que una de las formas más claras en las que Erikson plasma este choque es a través del personaje de Karsa Orlong, el bárbaro guerrero toblakai que toma protagonismo en la saga a partir de La Casa de Cadenas.
La multitud de cuestiones que plantea la figura de este personaje, odiado y amado a partes iguales por los seguidores de Malaz, es tratada de primera mano por el propio Erikson en un interesante ensayo tituloado The Problem of Karsa Orlong, que podéis encontrar completo en su pagina web oficial. En él el autor canadiense reflexiona sobre el choque entre civilización y barbarie, tanto en la historia real como en la forma en la que han sido plasmadas ambas en la literatura fantástica a lo largo del tiempo. Por supuesto todo esto acaba acercándonos a la saga de Malaz, y a la forma en la que el personaje de Karsa Orlong representa la forma en la que Erikson entiende este conflictivo encuentro entre la arquetípica figura del bárbaro salvaje y la civilización. Como me parece una interesante y jugosa reflexión os dejo a continuación la traducción completa de dicho ensayo.
¡Sed testigos!
En esta evolución histórica un elemento clave es el continuo choque cultural que se produce en el contacto entre civilización y barbarie (o si se quiere, las formas más evolucionadas de civilización frente a sus niveles más básicos). No cabe duda de que una de las formas más claras en las que Erikson plasma este choque es a través del personaje de Karsa Orlong, el bárbaro guerrero toblakai que toma protagonismo en la saga a partir de La Casa de Cadenas.
La multitud de cuestiones que plantea la figura de este personaje, odiado y amado a partes iguales por los seguidores de Malaz, es tratada de primera mano por el propio Erikson en un interesante ensayo tituloado The Problem of Karsa Orlong, que podéis encontrar completo en su pagina web oficial. En él el autor canadiense reflexiona sobre el choque entre civilización y barbarie, tanto en la historia real como en la forma en la que han sido plasmadas ambas en la literatura fantástica a lo largo del tiempo. Por supuesto todo esto acaba acercándonos a la saga de Malaz, y a la forma en la que el personaje de Karsa Orlong representa la forma en la que Erikson entiende este conflictivo encuentro entre la arquetípica figura del bárbaro salvaje y la civilización. Como me parece una interesante y jugosa reflexión os dejo a continuación la traducción completa de dicho ensayo.
¡Sed testigos!
Karsa Orlong en una ilustración de Sam Burley. |
EL PROBLEMA DE KARSA ORLONG
Decir que, de entre todos los personajes retratados en Malaz el Libro de los Caídos, Karsa Orlong ha demostrado ser el que más ha dividido a los lectores de la saga probablemente está más allá de cualquier refutación. Las discusiones se plantean con respecto a este personaje una y otra vez, y como el debate ha regresado en la relectura organizada en TOR, probablemente podría abordar la cuestión sobre mi propósito al crear este personaje: lo cual haré.
Considerad esto un ensayo, entonces. El problema planteado por Karsa y como lo perciben los lectores puede encontrar respuesta, para mí, desde una serie de ángulos; desde el mismo género de la fantasía, de la antropología, la historia, la identidad cultural y sus características, hasta la estructura de la saga (y la novela en cuestión) y, finalmente, a las expectativas que los lectores de fantasía tienen de una novela del género. Podéis notar alguna elipse en esta lista, pero es lo que creo así que tened paciencia conmigo.
Históricamente dentro del género el papel de los "bárbaros" se ha dividido a grandes rasgos en dos fuertes vertientes morales. Por un lado esta la 'horda oscura' que amenaza la civilización; mientras que la otra son los salvajes ennoblecidos por la ausencia de la civilización. En el asunto de Karsa, por el momento podemos hacer caso omiso de los primeros y concentrarnos en el tropo del noble salvaje (tales nobles salvajes son más puros de espíritu, sin mancha y sin corrupción; mientras que su justicia puede ser brutal, todavía es sencillamente sólo eso). Se podría calificar esto como el tema del 'patio de recreos donde se cumplen los deseos', donde el valor está ligado a la justicia y el castigo es siempre justo. El ejemplo obvio, casi definitivo, de esto es el Conan de Robert E. Howard, pero podemos tomar un enfoque más fundamental y considerar este tropo 'bárbaro' como una representación del "otro", pero en una versión reformada que pretende invitar a la simpatía. En esta invitación tiene que haber un pacto sutil entre el creador y el lector, y detallar sus características puede ser muy ilustrador, así aquí va.
No somos el "otro" y este mundo del bárbaro nos es por lo tanto exótico, incluso cuando se remonta a una proximidad pre-civilizada, 'edénica'. El mundo de los bárbaros es duro, una verdadera lucha por la existencia, pero esta lucha es la que aguza las virtudes apropiadas ('apropiadas' en el sentido de virtudes fácilmente aceptables, como la lealtad, el coraje, la integridad y el valor del trabajo honesto). Contra esto necesitamos una fuerza opuesta; en este caso la «civilización», caracterizada por el engaño, la decadencia, la conspiración y la asociación con las fuerzas del mal, incluida la tiranía: la civilización representa, por lo tanto, la pérdida de la libertad (con la esclavitud como la manifestación más directa de ello, brutalmente representada por las cadenas y otras formas de prisión). En esencia, entonces, como lectores somos invitados al lado del "otro", el que está en oposición a la civilización. De hecho, somos los productos decadentes de una cultura que no sólo ha aceptado la pérdida de la libertad, sino que de hecho codifica esa pérdida para aliviar nuestra incomodidad (impuestos, esclavitud asalariada, etc...). De esta manera, se nos ofrece el regalo "escapista" de la Fantasía; pero implícito en esto se encuentra la noción de que: A) necesitamos escapar; y B) que la civilización es, en su esencia, malvada/perversa.
[Así que, ¿no es irónico que Leo Grin (un gran admirador de R. E. Howard) ataque a la fantasía moderna como nihilista? La incomprensión de este hombre por el propio nihilismo de Howard y el rechazo anárquico de la civilización es, sencillamente, asombroso. Termino esta divertida divagación.]
Considerad esto un ensayo, entonces. El problema planteado por Karsa y como lo perciben los lectores puede encontrar respuesta, para mí, desde una serie de ángulos; desde el mismo género de la fantasía, de la antropología, la historia, la identidad cultural y sus características, hasta la estructura de la saga (y la novela en cuestión) y, finalmente, a las expectativas que los lectores de fantasía tienen de una novela del género. Podéis notar alguna elipse en esta lista, pero es lo que creo así que tened paciencia conmigo.
Históricamente dentro del género el papel de los "bárbaros" se ha dividido a grandes rasgos en dos fuertes vertientes morales. Por un lado esta la 'horda oscura' que amenaza la civilización; mientras que la otra son los salvajes ennoblecidos por la ausencia de la civilización. En el asunto de Karsa, por el momento podemos hacer caso omiso de los primeros y concentrarnos en el tropo del noble salvaje (tales nobles salvajes son más puros de espíritu, sin mancha y sin corrupción; mientras que su justicia puede ser brutal, todavía es sencillamente sólo eso). Se podría calificar esto como el tema del 'patio de recreos donde se cumplen los deseos', donde el valor está ligado a la justicia y el castigo es siempre justo. El ejemplo obvio, casi definitivo, de esto es el Conan de Robert E. Howard, pero podemos tomar un enfoque más fundamental y considerar este tropo 'bárbaro' como una representación del "otro", pero en una versión reformada que pretende invitar a la simpatía. En esta invitación tiene que haber un pacto sutil entre el creador y el lector, y detallar sus características puede ser muy ilustrador, así aquí va.
No somos el "otro" y este mundo del bárbaro nos es por lo tanto exótico, incluso cuando se remonta a una proximidad pre-civilizada, 'edénica'. El mundo de los bárbaros es duro, una verdadera lucha por la existencia, pero esta lucha es la que aguza las virtudes apropiadas ('apropiadas' en el sentido de virtudes fácilmente aceptables, como la lealtad, el coraje, la integridad y el valor del trabajo honesto). Contra esto necesitamos una fuerza opuesta; en este caso la «civilización», caracterizada por el engaño, la decadencia, la conspiración y la asociación con las fuerzas del mal, incluida la tiranía: la civilización representa, por lo tanto, la pérdida de la libertad (con la esclavitud como la manifestación más directa de ello, brutalmente representada por las cadenas y otras formas de prisión). En esencia, entonces, como lectores somos invitados al lado del "otro", el que está en oposición a la civilización. De hecho, somos los productos decadentes de una cultura que no sólo ha aceptado la pérdida de la libertad, sino que de hecho codifica esa pérdida para aliviar nuestra incomodidad (impuestos, esclavitud asalariada, etc...). De esta manera, se nos ofrece el regalo "escapista" de la Fantasía; pero implícito en esto se encuentra la noción de que: A) necesitamos escapar; y B) que la civilización es, en su esencia, malvada/perversa.
[Así que, ¿no es irónico que Leo Grin (un gran admirador de R. E. Howard) ataque a la fantasía moderna como nihilista? La incomprensión de este hombre por el propio nihilismo de Howard y el rechazo anárquico de la civilización es, sencillamente, asombroso. Termino esta divertida divagación.]
Esto me lleva (y ya casi puedo escuchar las quejas y lloriqueos) a la antropología, aunque uno podría acercarse a la noción del «otro» desde toda una serie de posturas teóricas, entre ellas el mito junguiano, la sociológica, la psicológica, etc... El asunto es que el «Otro» es universal a la condición humana: existe en toda cultura. No entraré aquí en demasiados detalles, puesto que el punto singular que quiero señalar es que la noción del "otro" es implícitamente arrogante. La mayoría de las culturas se dan una identidad colectiva (el "nosotros") y muchas veces se atribuyen un nombre que significa algo como "el pueblo", lo que implica que los "otros" no son personas. Por supuesto esto ha justificado todo tipo de conflictos y subyugaciones, desde la antigüedad hasta el mismo presente. En consecuencia, no es exclusivo de la "civilización" per se, sino de todas las culturas, independientemente de su nivel tecnológico y organización social. Ser un (y único) "pueblo" es una afirmación arrogante: definida en términos de hábitos específicos, comportamientos, rasgos físicos, lenguaje, religión, etc..., pero en última instancia profundamente presuntuosa en su esencial visión del mundo. De esta manera, toda clase de atrocidades son posibles cuando se trata con el "otro" (y todos los militares imponen rituales psicológicos para asegurarse de que el soldado ve al enemigo como un "otro" y, por lo tanto, menos que humano y, por tanto, permisible de matar).
[No todo es sombrío: la noción de "nosotros" tiene virtudes esenciales en la identidad colectiva, a través del intercambio de valores, la cohesión de la comunidad, y así sucesivamente; pero probablemente sea justo decir que la retribución no es bastante equilibrada, dado que la debilidad inherente del "nosotros" insinúa fallas fundamentales en ese tipo de pensamiento, incluso si la noción del "nosotros" también resulta necesaria para que una sociedad funcione]
Las sociedades bárbaras pueden ser tan arrogantes como las civilizadas: la única diferencia está en la expresión de esa arrogancia. En su núcleo todo es lo mismo, y parece ser una característica de la condición humana (hasta el día de hoy, pese a todos nuestros esfuerzos de auto-identificarnos como una cultura global, seguimos imponiendo fronteras, definimos privilegios selectos, ejercemos la extorsión de los pueblos más débiles, y en el rechazo de una comunidad (la vecindad), creamos innumerables otros, definidos por afiliación política, la religión, el color de la piel o lo que sea).
Hay otros juicios implícitos al «otro». Entre los romanos, el «bárbaro» otro no era visto como menos humano, sino en términos de debilidad inherente (de su cultura). Esto justificaba subyugarlos, ocupando sus tierras, y esclavizando a tantos como fuera económicamente posible. La noción de ser «romano» se consideraba la más alto de la identidad civilizada y cultural (aunque se volvería en su contra para patear sus traseros romanos). [Por cierto, y a riesgo de ser ofensivo, esto es lo que hizo que las enseñanzas de Jesús fueran tan revolucionarias, ya que desafiaron directamente las definiciones aceptadas de identidad propia y las instituciones de autoridad, en lugar de mantenerlas, sólo para ser posteriormente seleccionadas y segmentados en sectas rivales -más "nosotros" y más "ellos"- en desafío directo a esas mismas enseñanzas. Pero también se puede discutir sobre el "nosotros" de los creyentes y los "ellos" de los no creyentes... Percibo un vórtice por delante así que terminaré la digresión aquí]. Esta postura romana era la noción del poder-como-derecho y es por supuesto otra expresión de arrogancia. Más tarde, con la (re)-institución de la esclavitud, procedente de África, la noción de "menos que humano" se convirtió en la "justificación" dominante de la brutalización del "otro". Podemos así volver al tratamiento de los judíos en Europa, y seguir. El asunto es: la historia es el estudio del "nosotros" y el "ellos" y poco más.
Entonces, ¿cómo se relaciona todo esto con Karsa Orlong? Pues bien, como ya he señalado, había algo de la necesidad de probar que podía sostener una sola narración en curso (o como lo recuerdo, la sensación de estar cabreado por algo es siempre de corta vida y efímera, aunque la respuesta a ella puede resultar de gran alcance, como es ciertamente el caso con Karsa); pero obviamente estaba pasando más. Quería abordar el tropo fantástico del "bárbaro" (del norte, nada menos, y ¿no es curioso cómo tantos bárbaros heroicos bajan del norte?), pero hacerlo en reconocimiento de las verdades demostrables sobre las sociedades basadas en los guerreros, expresadas en ese sentido intratable de superioridad y su expresión arrogante; y al reconocer la "invitación" implícita al lector (en un "héroe" bárbaro que rechaza la civilización y odia a la civilización), quería, con un punto de vista muy cercano y, por lo tanto, truncado, hacerle malditamente incómoda su realidad y comentar lo que ví (y veo) como un tropo de fantasía fundamentalmente nihilista: el bárbaro puro y noble. Porque, reconocido o no, ese héroe bárbaro de la fantasía constituye un ataque bastante inverosímil a la misma civilización que produce gente con el tiempo libre para leer (y leer literatura escapista).
Dentro del ámbito de la cultura de Karsa, él mantiene su código de integridad y honor, aunque inicialmente sea frágil en sus suposiciones (pero entonces, también lo son todas nuestras suposiciones acerca del "nosotros" y sobre el "otro"). Observamos los detalles de esa cultura, revelada poco a poco -con un montón de indicios sobre sus creencias defectuosas- y con cada detalle, nosotros, como lectores, somos empujados más lejos de nuestra propia sensibilidad civilizada.
En un sentido, podemos considerar la historia de Karsa en el inicio de La Casa de Cadenas como un paseo por el tiempo, hasta el mundo de, digamos, Beowulf. Por mucho que consideremos a Beowulf entretenido como poema, e incluso podamos admirarlo, su sensibilidad "bárbara" nos es profundamente ajena. Aquí tenemos a un héroe (Beowulf) que se presenta como un extraño, sólo para pasar una velada fanfarroneando sobre su superioridad sobre todos los demás, antes de finalmente usurpar el reino de Hrothgar... Solo puedo, humildemente, preguntar: si vieras a Karsa Orlong sentado a la mesa de Hrothgar esa noche, ¿lo sentirías fuera de lugar?
La cuestión es: ¿cómo de lejos de nuestra propia sensibilidad podemos ser empujados antes de que sea demasiado para nosotros? ¿Es su descarada arrogancia? ¿Son las violaciones culturalmente aceptadas? ¿Es la masacre de los ciudadanos, el rechazo de los compañeros de Karsa debido a sus fracasos, sus debilidades? ¿Es su insaciable autosuficiencia? ¿Su necesidad de venganza? ¿Sus excesivos votos pronunciados aparentemente sin pensar? ¿Su rechazo a la civilización? ¿Su rechazo a la esclavitud? En otras palabras, ¿dónde en este código de conducta al 'estilo Conan' retrocedemos un paso, sacudiendo la cabeza?
Una de las partes que causa grave perturbación entre los lectores son, muy comprensiblemente, las escenas de violación. Hay un contrapunto a esto, que encontramos más adelante en la novela, que incluye la respuesta bastante directa de Karsa al asunto, que mientras en la superficie puede parecernos contradictoria a su naturaleza es de hecho cualquier cosa menos eso. Otra parte es el uso de la palabra "niños" al expresar sus hazañas de matanza (pero si el matar niños es un tabú universal, ¿qué dice eso acerca de nuestra cultura, con sus niños desaparecidos? ¿y de nuestras políticas extranjeras y/o nuestras fanáticas creencias religiosas, que ven a los niños muertos todos los días, o nuestras nociones de riqueza, que presencian como países enteros son dejados morir de hambre?).
Habiendo establecido este estrecho y miope punto de vista del bárbaro «clásico» (razonable para un pueblo aislado de regiones montañosas remotas) y estructurando la historia vacía de un juicio autoritario manifiesto, pero implacable en sus detalles, se podría esperar verme tomar la ruta de la "horda oscura" y ofrecer a la civilización como el faro de la virtud y la iluminación. Pero entonces... ¿quizá tenía razón Howard? Por todo ello su rechazo nihilista a la civilización, personificado en las historias de la Edad Hiboria de Conan, es una invitación a la desesperación (como una bala en la cabeza), no puede ser descartado. La civilización tiene sus problemas, y aún más doloroso, en la era preindustrial había en realidad una especie de libertad que sólo podemos soñar (pero ¿cómo de sangrientos son estos sueños, descontando como lo hacen la muerte en el parto, los parásitos intestinales, las enfermedades, la desfiguración, el hambre, la esclavitud, etc...? ¿Hasta qué punto de "escapismo" de la realidad debe ofrecer el género de la fantasía? Ah, esa es la pregunta de los sesenta y cuatro dólares a la que me estoy acercando lentamente: las expectativas de los lectores de fantasía, pero todo a su tiempo...). En consecuencia, la introducción de Karsa en la civilización es una que se hace encadenado, despojándole de su libertad "bárbara". Pero la arrogancia es una bestia rebelde y no se domina tan fácilmente, por lo que la lucha entre la barbarie y la civilización se convierte en su propia lucha personal (ni siquiera Conan refunfuñó tanto).
Este es, entonces, un viaje de prejuicios que se encuentran bajo asalto.
No es de extrañar que haga sentir incómodas a tantas personas. No podemos compartir los prejuicios de Karsa, pero compartimos prejuicios. Debido a que se trata de una novela de fantasía que incorpora la aventura, este asalto es personificado con violencia, y no hay necesidad (para Karsa, de todos modos) de internalizarla (Karsa es un personaje externo, no un carácter interno y lo que ves es lo que lo que obtienes, y lo que obtienes es todo lo que es, pero eso no lo hace sencillo, de hecho es probablemente el personaje más complejo de toda la saga, [OJO, SPOILERS del final del Libro de los Caídos] y mi reconocimiento de esto me hizo ver que su historia podía soportar el peso de su propia trilogía, y así lo hará [FIN de SPOILERS]).
Llegamos por fin a las expectativas de los lectores de fantasía, y si pensaste que caminaba en una fina línea con Karsa, espera a leer lo que sigue. No soy sólo un escritor de fantasía; soy un lector de fantasía, y así puedo estar cómodamente con un pie en ambos lados de esta cuestión (como todos los escritores de fantasía, salvo aquellos que afirman nunca han leído fantasía, o los que están disimulando o los que realmente no tienen idea). Ya he abordado el tema del escapismo, pero esa es una noción universal compuesta de deseos numerosos y a veces contradictorios, dependiendo de con quién hablas. Así que necesita ser elaborado.
Una de las quejas tradicionales a la literatura épica de la fantasía de la "horda oscura" era su simplificación de la moralidad. Había un bien claramente definido y un mal notoriamente definido. El bien era bueno y el mal era reprensible. Fuimos invitados a un mundo donde sabíamos quiénes eran los buenos, sabíamos quiénes eran los malos y sabíamos que al final los buenos iban a ganar, triunfando sobre los cadáveres de los malos (los cadáveres inquietos eran mejores, ya que eso invitaba a las secuelas). Este es el atractivo de jugar en el suelo como un niño, y al apelar al niño que hay en nosotros, lo conforta en virtud de su sencillez; mientras que al mismo tiempo codifica las "buenas" virtudes y los "malos" vicios, que en un sentido podrían servir como lecciones de vida. En consecuencia, este tipo de compromiso de la fantasía con la realidad era de reducción, infundido con la "otredad" exótica para agitar la maravilla de una mente imaginativa. Reforzar cosas, afirmar cosas, de hecho, las cosas que Leo Grin aplaude.
Pero eso es fantasía "épica". No es fantasía de espada y brujería: no es Robert E. Howard (posiblemente, no es J. R. R. Tolkien tampoco, pero aquí voy a bordear ese particular bote de gusanos). El héroe bárbaro de Howard prometió el caos y la destrucción. Bueno, prometió mantener sus virtudes bárbaras incluso si el mundo se derrumbaba a su alrededor (amorosamente engañado en Mention my name in Atlantis de John Jakes). Y si lo hiciera, bueno, ese era un mundo civilizado, y sin la civilización la liberación era algo bueno. La forma de la fantasía de espada y brujería retorció las cosas, pero todavía quedaba algo de esa sensibilidad reduccionista y simplista. El bien era bueno (aunque un poco duro) y el mal era malo. Sólo los estigmas habían cambiado. Lo bueno era la pureza de los campos de hielo cimmerios; el mal era el vaporoso sur civilizado con sus dioses serpiente y todo lo demás. Es el escapismo de la clase de venganza nihilista, el desgarramiento fascista de las fuerzas corruptoras (aquella parte que le gustaba a Leo, sin duda), con el Hombre del Norte (de piel blanca) triunfante, con una ex esclava de gran busto envolviéndole amorosamente una pierna, por supuesto de rodillas.
El escapismo es seductor, y lo que puede revelar sobre nosotros no siempre es agradable en la reflexión: se reduce a los sabores que preferimos, los caminos a los que más nos invitan nuestros sistemas de creencias más fundamentales (ya sean auto-articulados o no, y eso solo es suficiente para hacer temblar a cualquier persona reflexiva).
Karsa es todo eso completamente despojado de todo y desnudo; y a su vez nos enfurece, nos sacude y en ocasiones hace que la boca se nos abra con incredulidad. Pero también es la realidad de lo "bárbaro" y representa un rechazo manifiesto del romántico y fantástico tropo del bárbaro. A algunas personas no les gusta eso. Totalmente justo.
Llego por fin a mi consideración de las expectativas de la audiencia. Créanme, yo los tuve en consideración. Yo siempre los tengo en consideración, pero la consideración no garantiza un cambio de opinión respecto al curso que elijo: más a menudo, esa consideración me exige un desafío al ejercitar la sutileza, y esta es la naturaleza de la subversión mientras trabajo en mis novelas (y en la saga de Malaz). Karsa subvierte la "fantasía" del héroe bárbaro en la Fantasía, y lo hace porque siento que hay algo peligroso en ese romanticismo y en esa vengativa refutación de la civilización. A su vez, sin embargo, la historia de Karsa también subvierte la noción de la civilización como salvador virtuoso y libertador de la iluminación, porque la historia nos dice lo contrario.
Así que terminé pateando ambos caminos. Es una maldita maravilla que no perdiera a todo el mundo después de La Casa de Cadenas (o, más exactamente, durante la lectura de La Casa de Cadenas). Estructuralmente, no podría haber introducido a Karsa antes de lo que lo hice. Después de tres novelas (todas subversivas en su propia y original manera) yo estaba listo para algo más evidente, estaba listo para asumir la fantasía bárbara. Al mismo tiempo, toda una novela desde ese punto de vista implacable habría sido un puente demasiado lejano. La lucha entre la barbarie y la civilización no es sólo específica de Karsa, ni siquiera de su historia: es la lucha dentro de cada uno de nosotros, mientras combatimos los deseos con la conveniencia, y mientras enfrentamos la necesidad con la responsabilidad. En el resto de la saga, esas batallas se juegan a escalas más grandes. Se podría argumentar que el mayor don de la civilización es la compasión (la extensión de la empatía, incluso a los extraños, y cómo tales actos se oponen a la barbarie con su pragmática perversidad, y si la compasión debe ser nuestro escudo, es contra nuestra propia naturaleza básica).
El viaje de Karsa en esta novela y en esta saga se erige como escalones a través de este río furioso de historia (inventada). Más tarde, aparece como un coro en el antiguo sentido griego, para recordarnos que todos estamos jugando con huesos, no con palos y piedras. Saltárselo es perder un argumento fundamental de esta saga: pero entonces, como se mencionó antes, hay muchas formas de escapismo, y el género de la fantasía les habla a todas ellas en un momento u otro.
El Libro de los Caídos no ofrece a los lectores el escapismo a ninguna noción romántica de la barbarie, o a un mundo del caballero puro, blanco y bueno, y del oscuro tirano, puramente malvado. De hecho probablemente la afirmación más audaz de fantasía escapista que hace mi saga es ofrecer un mundo donde todos tenemos poder, sin importar nuestra posición social, sin importar nuestros defectos y debilidades: todos tenemos poder.
No sé tu, pero yo voy a escapar a ese mundo a cada oportunidad que tenga.
Ahora, como diría Karsa: "Demasiadas palabras. Sed testigos."
Hay otros juicios implícitos al «otro». Entre los romanos, el «bárbaro» otro no era visto como menos humano, sino en términos de debilidad inherente (de su cultura). Esto justificaba subyugarlos, ocupando sus tierras, y esclavizando a tantos como fuera económicamente posible. La noción de ser «romano» se consideraba la más alto de la identidad civilizada y cultural (aunque se volvería en su contra para patear sus traseros romanos). [Por cierto, y a riesgo de ser ofensivo, esto es lo que hizo que las enseñanzas de Jesús fueran tan revolucionarias, ya que desafiaron directamente las definiciones aceptadas de identidad propia y las instituciones de autoridad, en lugar de mantenerlas, sólo para ser posteriormente seleccionadas y segmentados en sectas rivales -más "nosotros" y más "ellos"- en desafío directo a esas mismas enseñanzas. Pero también se puede discutir sobre el "nosotros" de los creyentes y los "ellos" de los no creyentes... Percibo un vórtice por delante así que terminaré la digresión aquí]. Esta postura romana era la noción del poder-como-derecho y es por supuesto otra expresión de arrogancia. Más tarde, con la (re)-institución de la esclavitud, procedente de África, la noción de "menos que humano" se convirtió en la "justificación" dominante de la brutalización del "otro". Podemos así volver al tratamiento de los judíos en Europa, y seguir. El asunto es: la historia es el estudio del "nosotros" y el "ellos" y poco más.
Entonces, ¿cómo se relaciona todo esto con Karsa Orlong? Pues bien, como ya he señalado, había algo de la necesidad de probar que podía sostener una sola narración en curso (o como lo recuerdo, la sensación de estar cabreado por algo es siempre de corta vida y efímera, aunque la respuesta a ella puede resultar de gran alcance, como es ciertamente el caso con Karsa); pero obviamente estaba pasando más. Quería abordar el tropo fantástico del "bárbaro" (del norte, nada menos, y ¿no es curioso cómo tantos bárbaros heroicos bajan del norte?), pero hacerlo en reconocimiento de las verdades demostrables sobre las sociedades basadas en los guerreros, expresadas en ese sentido intratable de superioridad y su expresión arrogante; y al reconocer la "invitación" implícita al lector (en un "héroe" bárbaro que rechaza la civilización y odia a la civilización), quería, con un punto de vista muy cercano y, por lo tanto, truncado, hacerle malditamente incómoda su realidad y comentar lo que ví (y veo) como un tropo de fantasía fundamentalmente nihilista: el bárbaro puro y noble. Porque, reconocido o no, ese héroe bárbaro de la fantasía constituye un ataque bastante inverosímil a la misma civilización que produce gente con el tiempo libre para leer (y leer literatura escapista).
Dentro del ámbito de la cultura de Karsa, él mantiene su código de integridad y honor, aunque inicialmente sea frágil en sus suposiciones (pero entonces, también lo son todas nuestras suposiciones acerca del "nosotros" y sobre el "otro"). Observamos los detalles de esa cultura, revelada poco a poco -con un montón de indicios sobre sus creencias defectuosas- y con cada detalle, nosotros, como lectores, somos empujados más lejos de nuestra propia sensibilidad civilizada.
En un sentido, podemos considerar la historia de Karsa en el inicio de La Casa de Cadenas como un paseo por el tiempo, hasta el mundo de, digamos, Beowulf. Por mucho que consideremos a Beowulf entretenido como poema, e incluso podamos admirarlo, su sensibilidad "bárbara" nos es profundamente ajena. Aquí tenemos a un héroe (Beowulf) que se presenta como un extraño, sólo para pasar una velada fanfarroneando sobre su superioridad sobre todos los demás, antes de finalmente usurpar el reino de Hrothgar... Solo puedo, humildemente, preguntar: si vieras a Karsa Orlong sentado a la mesa de Hrothgar esa noche, ¿lo sentirías fuera de lugar?
La cuestión es: ¿cómo de lejos de nuestra propia sensibilidad podemos ser empujados antes de que sea demasiado para nosotros? ¿Es su descarada arrogancia? ¿Son las violaciones culturalmente aceptadas? ¿Es la masacre de los ciudadanos, el rechazo de los compañeros de Karsa debido a sus fracasos, sus debilidades? ¿Es su insaciable autosuficiencia? ¿Su necesidad de venganza? ¿Sus excesivos votos pronunciados aparentemente sin pensar? ¿Su rechazo a la civilización? ¿Su rechazo a la esclavitud? En otras palabras, ¿dónde en este código de conducta al 'estilo Conan' retrocedemos un paso, sacudiendo la cabeza?
Una de las partes que causa grave perturbación entre los lectores son, muy comprensiblemente, las escenas de violación. Hay un contrapunto a esto, que encontramos más adelante en la novela, que incluye la respuesta bastante directa de Karsa al asunto, que mientras en la superficie puede parecernos contradictoria a su naturaleza es de hecho cualquier cosa menos eso. Otra parte es el uso de la palabra "niños" al expresar sus hazañas de matanza (pero si el matar niños es un tabú universal, ¿qué dice eso acerca de nuestra cultura, con sus niños desaparecidos? ¿y de nuestras políticas extranjeras y/o nuestras fanáticas creencias religiosas, que ven a los niños muertos todos los días, o nuestras nociones de riqueza, que presencian como países enteros son dejados morir de hambre?).
Habiendo establecido este estrecho y miope punto de vista del bárbaro «clásico» (razonable para un pueblo aislado de regiones montañosas remotas) y estructurando la historia vacía de un juicio autoritario manifiesto, pero implacable en sus detalles, se podría esperar verme tomar la ruta de la "horda oscura" y ofrecer a la civilización como el faro de la virtud y la iluminación. Pero entonces... ¿quizá tenía razón Howard? Por todo ello su rechazo nihilista a la civilización, personificado en las historias de la Edad Hiboria de Conan, es una invitación a la desesperación (como una bala en la cabeza), no puede ser descartado. La civilización tiene sus problemas, y aún más doloroso, en la era preindustrial había en realidad una especie de libertad que sólo podemos soñar (pero ¿cómo de sangrientos son estos sueños, descontando como lo hacen la muerte en el parto, los parásitos intestinales, las enfermedades, la desfiguración, el hambre, la esclavitud, etc...? ¿Hasta qué punto de "escapismo" de la realidad debe ofrecer el género de la fantasía? Ah, esa es la pregunta de los sesenta y cuatro dólares a la que me estoy acercando lentamente: las expectativas de los lectores de fantasía, pero todo a su tiempo...). En consecuencia, la introducción de Karsa en la civilización es una que se hace encadenado, despojándole de su libertad "bárbara". Pero la arrogancia es una bestia rebelde y no se domina tan fácilmente, por lo que la lucha entre la barbarie y la civilización se convierte en su propia lucha personal (ni siquiera Conan refunfuñó tanto).
Este es, entonces, un viaje de prejuicios que se encuentran bajo asalto.
No es de extrañar que haga sentir incómodas a tantas personas. No podemos compartir los prejuicios de Karsa, pero compartimos prejuicios. Debido a que se trata de una novela de fantasía que incorpora la aventura, este asalto es personificado con violencia, y no hay necesidad (para Karsa, de todos modos) de internalizarla (Karsa es un personaje externo, no un carácter interno y lo que ves es lo que lo que obtienes, y lo que obtienes es todo lo que es, pero eso no lo hace sencillo, de hecho es probablemente el personaje más complejo de toda la saga, [OJO, SPOILERS del final del Libro de los Caídos] y mi reconocimiento de esto me hizo ver que su historia podía soportar el peso de su propia trilogía, y así lo hará [FIN de SPOILERS]).
Llegamos por fin a las expectativas de los lectores de fantasía, y si pensaste que caminaba en una fina línea con Karsa, espera a leer lo que sigue. No soy sólo un escritor de fantasía; soy un lector de fantasía, y así puedo estar cómodamente con un pie en ambos lados de esta cuestión (como todos los escritores de fantasía, salvo aquellos que afirman nunca han leído fantasía, o los que están disimulando o los que realmente no tienen idea). Ya he abordado el tema del escapismo, pero esa es una noción universal compuesta de deseos numerosos y a veces contradictorios, dependiendo de con quién hablas. Así que necesita ser elaborado.
Una de las quejas tradicionales a la literatura épica de la fantasía de la "horda oscura" era su simplificación de la moralidad. Había un bien claramente definido y un mal notoriamente definido. El bien era bueno y el mal era reprensible. Fuimos invitados a un mundo donde sabíamos quiénes eran los buenos, sabíamos quiénes eran los malos y sabíamos que al final los buenos iban a ganar, triunfando sobre los cadáveres de los malos (los cadáveres inquietos eran mejores, ya que eso invitaba a las secuelas). Este es el atractivo de jugar en el suelo como un niño, y al apelar al niño que hay en nosotros, lo conforta en virtud de su sencillez; mientras que al mismo tiempo codifica las "buenas" virtudes y los "malos" vicios, que en un sentido podrían servir como lecciones de vida. En consecuencia, este tipo de compromiso de la fantasía con la realidad era de reducción, infundido con la "otredad" exótica para agitar la maravilla de una mente imaginativa. Reforzar cosas, afirmar cosas, de hecho, las cosas que Leo Grin aplaude.
Pero eso es fantasía "épica". No es fantasía de espada y brujería: no es Robert E. Howard (posiblemente, no es J. R. R. Tolkien tampoco, pero aquí voy a bordear ese particular bote de gusanos). El héroe bárbaro de Howard prometió el caos y la destrucción. Bueno, prometió mantener sus virtudes bárbaras incluso si el mundo se derrumbaba a su alrededor (amorosamente engañado en Mention my name in Atlantis de John Jakes). Y si lo hiciera, bueno, ese era un mundo civilizado, y sin la civilización la liberación era algo bueno. La forma de la fantasía de espada y brujería retorció las cosas, pero todavía quedaba algo de esa sensibilidad reduccionista y simplista. El bien era bueno (aunque un poco duro) y el mal era malo. Sólo los estigmas habían cambiado. Lo bueno era la pureza de los campos de hielo cimmerios; el mal era el vaporoso sur civilizado con sus dioses serpiente y todo lo demás. Es el escapismo de la clase de venganza nihilista, el desgarramiento fascista de las fuerzas corruptoras (aquella parte que le gustaba a Leo, sin duda), con el Hombre del Norte (de piel blanca) triunfante, con una ex esclava de gran busto envolviéndole amorosamente una pierna, por supuesto de rodillas.
El escapismo es seductor, y lo que puede revelar sobre nosotros no siempre es agradable en la reflexión: se reduce a los sabores que preferimos, los caminos a los que más nos invitan nuestros sistemas de creencias más fundamentales (ya sean auto-articulados o no, y eso solo es suficiente para hacer temblar a cualquier persona reflexiva).
Karsa es todo eso completamente despojado de todo y desnudo; y a su vez nos enfurece, nos sacude y en ocasiones hace que la boca se nos abra con incredulidad. Pero también es la realidad de lo "bárbaro" y representa un rechazo manifiesto del romántico y fantástico tropo del bárbaro. A algunas personas no les gusta eso. Totalmente justo.
Llego por fin a mi consideración de las expectativas de la audiencia. Créanme, yo los tuve en consideración. Yo siempre los tengo en consideración, pero la consideración no garantiza un cambio de opinión respecto al curso que elijo: más a menudo, esa consideración me exige un desafío al ejercitar la sutileza, y esta es la naturaleza de la subversión mientras trabajo en mis novelas (y en la saga de Malaz). Karsa subvierte la "fantasía" del héroe bárbaro en la Fantasía, y lo hace porque siento que hay algo peligroso en ese romanticismo y en esa vengativa refutación de la civilización. A su vez, sin embargo, la historia de Karsa también subvierte la noción de la civilización como salvador virtuoso y libertador de la iluminación, porque la historia nos dice lo contrario.
Así que terminé pateando ambos caminos. Es una maldita maravilla que no perdiera a todo el mundo después de La Casa de Cadenas (o, más exactamente, durante la lectura de La Casa de Cadenas). Estructuralmente, no podría haber introducido a Karsa antes de lo que lo hice. Después de tres novelas (todas subversivas en su propia y original manera) yo estaba listo para algo más evidente, estaba listo para asumir la fantasía bárbara. Al mismo tiempo, toda una novela desde ese punto de vista implacable habría sido un puente demasiado lejano. La lucha entre la barbarie y la civilización no es sólo específica de Karsa, ni siquiera de su historia: es la lucha dentro de cada uno de nosotros, mientras combatimos los deseos con la conveniencia, y mientras enfrentamos la necesidad con la responsabilidad. En el resto de la saga, esas batallas se juegan a escalas más grandes. Se podría argumentar que el mayor don de la civilización es la compasión (la extensión de la empatía, incluso a los extraños, y cómo tales actos se oponen a la barbarie con su pragmática perversidad, y si la compasión debe ser nuestro escudo, es contra nuestra propia naturaleza básica).
El viaje de Karsa en esta novela y en esta saga se erige como escalones a través de este río furioso de historia (inventada). Más tarde, aparece como un coro en el antiguo sentido griego, para recordarnos que todos estamos jugando con huesos, no con palos y piedras. Saltárselo es perder un argumento fundamental de esta saga: pero entonces, como se mencionó antes, hay muchas formas de escapismo, y el género de la fantasía les habla a todas ellas en un momento u otro.
El Libro de los Caídos no ofrece a los lectores el escapismo a ninguna noción romántica de la barbarie, o a un mundo del caballero puro, blanco y bueno, y del oscuro tirano, puramente malvado. De hecho probablemente la afirmación más audaz de fantasía escapista que hace mi saga es ofrecer un mundo donde todos tenemos poder, sin importar nuestra posición social, sin importar nuestros defectos y debilidades: todos tenemos poder.
No sé tu, pero yo voy a escapar a ese mundo a cada oportunidad que tenga.
Ahora, como diría Karsa: "Demasiadas palabras. Sed testigos."
Saludos,
Steven Erikson
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Interesante articulo que has traducido para asi definir lo complejo y declaración de intenciones que es esta saga. Ya que ultimamente se ha desdibujado ese componente moral que son los buenos y malos; mucho mas presente en los escritores yanquis los cuales por su educación por lo general es mas moralista. Y la tendencia a reflejarnos una realidad mas realista a las motivaciones de sus personajes según su entorno y experiencias, dando asi una patina de grises sobre la simple moral de blanco y negro.
ResponderEliminarTe recomiendo que leas una saga que refleja mucho una brutalidad en donde los buenos son terribles y los "malos" o el enemigo es mucho peor. Y donde se reflejan muy bien lo que las grandes religiones pueden manipular a la gente para convertir genocidios en actos justificables. Aquí se publico la primera trilogía que se llamo "El Principe de la Nada" de Scott Lynch un paisano de Erikson, el cual en vez de ser antropólogo es filosofo dando un aire a los libros muy psicológico. También sale un barbaro (un transunto de Genghis Khan) el cual por momentos te cae bien y en otros se demuestra como un tipo astuto y despiadado moviéndose entre una guerra santa. La lastima es que no se siguiera con la traducción de las novelas restantes, ya que la humanidad se enfrenta a una amenaza aun mas terrible que los genocidios que los humanos se infligen entre si. De hecho lo poco que salen los refleja el escritor como algo terrorífico y degenerado
Interesante reflexión e interesante personaje Karsa, su sentido de la justicia y la barbarie de su tradición quedan espectacularmente retratados en La Casa de Cadenas. Ahora estoy con Cazahuesos y espero a ver que aventuras recorre tan singular personaje.
ResponderEliminarSin duda Erikson, por su formación como antropólogo tiene más elementos que la mayoría de nosotros para la confección de un personajes y sus tormentosos dilemas.
Saludos!
Sin duda el arranque de La Casa de Cadenas es de los más potentes de la saga y consigue que el lector quede en shock al chocar con una cultura tan brutal y llamativa como las de los toblakai. Erikson es un autor que tiene las ideas muy claras y que esperemos que siga ofrenciéndonos su interesante visión de la fantasía con muchas novelas más.
EliminarTodavía no termine de leer La Casa de las Cadenas, tuve que parar con la lectura para procesar la información de quién era Karsa cuando aparece Leoman.....
ResponderEliminarPues prepárate para el tramo final, canela
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