lunes, 19 de junio de 2017

Traduccion del prólogo de Oathbringer, de Brandon Sanderson

La semana pasada nos despedíamos con la excelente noticia de que Brandon Sanderson había terminado el manuscrito final de Oathbringer, la tercera novela del Archivo de las Tormentas. Esta nueva entrega de la ambiciosa saga del Cosmere ambientada en Roshar no se publicará en inglés hasta noviembre, pero por suerte disponemos de unos cuantos adelantos con los que paliar el "hambre lectora." Se trata de capítulos o fragmentos leídos por el propio Brandon Sanderson en convenciones o encuentros con sus lectores, y de los que ya he traducido varios en el blog (podéis encontrarlos reunidos al final de esta entrada).
Pues bien el pasado 1 de febrero Brandon Sanderson asistió a un acto en la ciudad de Provo (Utah), en el que procedió a leer el nada menos que el jugoso prólogo de Oathbringer. Como sabéis, los prólogos del Archivo de las Tormentas están ambientados una misma noche: la del asesinato del rey Gavilar. Cada nuevo libro de la saga nos ofrece una visión distinta de esta noche, clave para la historia de la saga, y Oathbringer no podía ser menos. Aquí lo explica el propio Sanderson, al tiempo que nos recuerda que es una primera versión sin pulir:
"Normalmente no escribo el primer capítulo antes de llegar al final del libro, pero si escribo el primer capítulo normalmente lo tiro y lo vuelvo a escribir cuando termino el libro. Es muy, muy común en mí. Así que esta es una de las cosas más recientes que he escrito para Oathbringer, y por lo tanto es de hecho una de los menos pulidas. Para aquellos que no conocen los libros del Archivo de las Tormentas, lo que hago con ellos es que los prólogos suceden la misma noche. Una noche que transcurre varios años antes de que la saga empiece realmente, y cada uno de los prólogos es la visión de un personaje diferente sobre lo que sucedió esa noche. Y cada uno de ellos revela un poco más de los secretos y cosas que estaban pasando. Y así el primer libro nos mostró a Szeth aquella noche, el segundo libro nos mostró a Jasnah. El tercer libro nos trae a Eshonai en esa noche. Ella es la Parshendi."
Gracias a lo asistentes al acto tenemos una grabación de dicha lectura, de la que se ha realizado una transcripción completa. Lamentablemente hay un par de huecos y dudas menores en el texto, pero aún así se puede leer perfectamente. 
Os dejo la traducción completa a continuación, ¡¡a disfrutar!!

Eshonai, por Alex Allen.


PRÓLOGO
Eshonai siempre le había dicho a su hermana que estaba segura de que había algo maravilloso en la siguiente colina.
Y entonces, un día, cruzó una loma y se encontró seres humanos.
Extrañas y maravillosas criaturas que hablaban un lenguaje gutural sin ritmo discernible. Aún así las criaturas creaban belleza de todos modos. Llevaban ropa más vibrante de la que los Oyentes podían crear, más vibrante incluso que los caparazones, aunque no podían cultivar su propia armadura y estaban tan aterrorizados por las tormentas que se escondían dentro de tumbas de roca o madera, incluso mientras viajaban.
Lo más notable es que sólo tenían una forma.
Al principio parecía que estas criaturas, estos Alethi, debían de haberse olvidado de sus formas como habían hecho los Oyentes. Eso construyó una afinidad instantánea entre ellos. Eso y el hecho de que parecían haber adoptado a otro grupo de Oyentes que de alguna manera habían perdido sus formas. Habían comenzado a cuidar a esos Oyentes para que sus pobres almas sin canciones no pudieran lastimarse.
¡Oh, qué inocentes habían sido las primeras reuniones! Eshonai miró a los músicos de los tambores que descargaban sus instrumentos. Nunca había entendido cuál era su propósito para esa noche, cuando los Alethi y los Oyentes cenaran juntos para celebrar su pacto. Ella era una exploradora, un cazadora, pero también su principal experta en los Alethi. No era una de las Cinco, pero tampoco era de las más humildes. Era importante esa noche, pero no tan importante como para que no pudiera echarles una mano en el trabajo.


Se alegró de ello. Tarareó al ritmo de la admiración mientras los ayudaba a cargar los tambores en el carro detrás de los chulls. Ella nunca había deseado la [¿autoridad?]. Las personas con autoridad no podían perseguir el horizonte. Pero si ser experta la llevaba a este maravilloso lugar, entonces lo aceptaría. Este maravilloso y terrible lugar.
Le entregó el tambor a ¿Hermo?, sintiéndose empequeñecida por la estructura del palacio. Un centenar de sonidos de las personas que trabajaban en él resonaban en este cavernoso muelle de descarga en el lado occidental del palacio. Era tan grande que podía acomodar a toda su caravana. Doscientos Oyentes habían desembalando aquí durante su primera llegada y no habían llenado el lugar. De hecho, la mayoría de los Oyentes no podía asistir a la fiesta de arriba, pero de todos modos el Alethi había visto a su [¿¿??], llevando montañas de comida y bebida arriba desde aquí abajo.
Era tan maravilloso. Este palacio era lo que los edificios en las Llanuras Quebradas debieron parecer antes de ser erosionados por las tormentas. La pura destreza de la ingeniería de esta ciudad, con sus edificios agrupados y sus enormes muros, le había hecho revisar, una vez más, su comprensión sobre estas criaturas que habían conocido.
Salió del carro y contempló la parte alta del edificio. Cuando le dijo a Venli que estaba decidida a cartografiar el mundo, había imaginado descubrir lugares naturales. Cañones y colinas, bosques y lagos llenos de vida. Y sin embargo a lo largo de todo ello, esto había estado aquí, esperando un poco más allá de su alcance.
Y había más Oyentes. Una población que no era simplemente una tribu como en las canciones. Una enorme población de gente como la suya, pero silenciosa. Y propiedad de los humanos.
"Siguen queriendo venir a ayudar", dijo (un nombre) con curiosidad, señalando lo que Eshonai había estado mirando. Sacudió la cabeza, con la barba brillando con gemas de rubí que se hacían juego con los llamativos colores rojos de su piel, que se teñían ligeramente con toques de negro cerca de su barbilla al borde de su caparazón. Le recordaron a (¿un nombre?). (Un nombre) le dio un tambor.
"Los que no tienen ritmo quieren estar cerca de nosotros. Sienten que algo les pasa a sus mentes, te lo digo."
Eshonai cogió el tambor y lo puso con los otros. Un grupo de parshmenios, como les llamaban, se agrupaba alrededor del anillo de los trabajadores. Ella vaciló, luego se acercó a los parshmenios.
"No se os necesita", les dijo al ritmo de la paz, con las manos en el aire. "Preferimos manejar nosotros mismos nuestros tambores".
Aquellos que no tenían canciones le miraban con ojos apagados.
"Iros", dijo suplicando, señalando hacia las cercanas celebraciones donde los parshendi y los sirvientes humanos reían juntos a pesar de la barrera del idioma. Los humanos aplaudían junto a los Oyentes que cantaban las viejas canciones.
"Disfrutad. Es un día para el placer y las fiestas ".
Los parshmenios no se movieron. Parecían no mostrar ningún interés en esta actividad, aunque unos cuantos miraron hacia las canciones e inclinaron la cabeza. Suspiró y volvió a descargar los tambores.
"No funcionará", dijo [un nombre] con escepticismo, apoyando los brazos sobre el tambor. "Sencillamente no pueden imaginar lo que es vivir. Son propiedades, para ser comprados y vendidos".
¿Cómo entender esa idea? ¿Esclavos?
Klade, uno de los Cinco, había ido a los esclavistas de la ciudad y comprado una persona para ver si era realmente posible, y había sido deprimentemente fácil. Incluso había comprado parhsmenios. Allí había Alethi a la venta. Al parecer los parshmenios eran caros y eran considerados esclavos de calidad. A los Oyentes se les había dicho esto, como si por alguna razón se supusiera que este hecho les haría sentirse orgullosos.
Ella zumbó al ritmo de la curiosidad y asintió con la cabeza a (nombre), que sonrió y zumbó con la paz. Todo el mundo estaba acostumbrado a Eshonai vagando en pequeños trabajos. No es que ella no fuera de confianza, bueno, tal vez no lo era; pero al menos era consistentemente poco fiable.
Pasó junto a los parshmenios y les cantó una canción, el canto de las cacerías, realzando al ritmo de la excitación. La miraron con los ojos vacíos. Llevaban una forma de esclavo, al menos así era como los Oyentes habían decidido llamarla. Realmente, no era una forma en absoluto, sino la falta de una. Parecía una forma apagada, pero esas formas podían oír los ritmos, y éstos obviamente no podían. La misma Eshonai usaba la forma de trabajo en vez de la forma de guerra; la armadura de esta última podría ser útil en una cacería, pero la forma de trabajo estaba más "entrenada". Le gustaba la forma en que pensaba mientras estaba en la forma de trabajo.
Se alejó de los parshmenios, subiendo las escaleras y entrando en el palacio, tratando de tomar el [¿¿??] de la abrumadora belleza y pura maravilla del edificio. Hermoso y terrible. Las personas que habían sido compradas y vendidas mantuvieron este lugar limpio, pero fue eso lo que liberó a los humanos para crear grandes obras como las tallas en los edificios que se encontró, o los patrones de mármol incrustados en el suelo.
Pasó junto a soldados que llevaban sus caparazones metálicos. Los humanos no habían perdido sus formas. Sólo tenían una. Siempre en forma de pareja, de trabajo y de guerra, todo a la vez. Mostraban su emoción en sus rostros mucho más que los Oyentes. Ahora, la gente de Eshonai se reía y sonreía y lloraba, pero no como estos Alethi, que estaban perpetuamente esclavizados a sus emociones. Tal vez era eso lo que les había dado la idea de la esclavitud.
Los niveles más bajos del palacio daban una sensación de amplitud, grandes pasillos iluminados por esferas que contenían gemas cuidadosamente cortadas. Las luces principales brillaban, en contraste con las piedras sin cortar que su pueblo tendía a llevar. Lámparas chispeantes colgaban por encima de ella, soles rotos pulverizaban la luz su alrededor.
Subió los escalones, agarrándose a una barandilla de madera, pulida tan a menudo que reflejaba su rostro. ¡Qué interesante era que los Oyentes, con sus rostros y pieles tan variados, fueran los que pudieran tener cualquier forma que quisieran, mientras que los Alethi, que parecían tan aburridos con sus delgadas pieles, tuvieran emociones tan vibrantes! Tal vez las formas sencillas que tenían sus cuerpos eran otra de las razones por la que trataban de adornar todo, desde su ropa hasta los pilares que sostenían sus techos.
¿Podríamos hacer esto, pensó cantando a la irritación, si tuviéramos la forma correcta para crear arte?
Sin embargo, los suelos del palacio eran más como túneles, estrechos pasillos de piedra, habitaciones como búnkeres cavadas en la ladera de una montaña.
Volvió hacia la sala de la fiesta, pero como entretenimiento, fue mirando a través de las habitaciones haciendo un mapa mental en su cabeza. Se le había dicho que podía vagar si lo deseaba, el palacio estaba abierto salvo los lugares con guardias en las puertas. Así que decidió hacerlo y aprender todo lo que pudiera.
Otra habitación con libros aquí. Una habitación con una cama y muebles allí. Un retrete interior con agua corriente, una maravilla que todavía no entendía. Pasó por una docena de habitaciones. Siempre y cuando estuviera de vuelta a tiempo para la música [???] los Cinco con un plan. Estaban acostumbrados a su forma de ser, como todos los demás. Siempre se alejaba, se burlaba de las cosas, se asomaba a las puertas...
...¿Y se encontraba con el rey? Eshonai se quedó congelada, mirando a una amplia sala con una gran alfombra roja y paredes [¿adornadas?]. Tanta información repartida su alrededor, casualmente ignorada. Ese era el propio rey, de pie frente a una mesa señalando algo, rodeado por un grupo de cinco Alethi con uniformes y largos vestidos, y un anciano vestido con túnica.
¿Por qué no estaba Gavilar en el festín? ¿Por qué no había guardias en la puerta? Eshonai sintonizó con la ansiedad y retrocedió, pero no antes de que una de las mujeres de dentro le presionara al rey en el brazo y señalara hacia Esonai. La ansiedad batía su cabeza cuando cerró la puerta, pero un momento después salió un hombre alto de uniforme.
"Al rey le gustaría verte" dijo el hombre.
En estos días ya hablaba su lengua muy bien, pero fingió no hacerlo.
"¿Señor?", giró la cabeza. "¿Palabras?"
"No seas tímida", dijo el soldado. "Eres una de las intérpretes. Adelante."
Nerviosa, dejó que la llevara el guardia.
"Gracias, Meridas" le dijo Gavilar. Él asintió con la cabeza a los demás y salieron, dejando a Eshonai en la puerta sintonizando consuelo y tarareando ligeramente, a pesar de que los humanos no podían entender lo que significaba.
"Esonai", dijo el rey. "Tengo algo que enseñarte."
¿Sabía su nombre? No estaba enterada de que el rey les hubiera prestado tanta atención. Pasaba la mayor parte de su tiempo hablando con sus escribas, tratando de explicarles los ritmos, y equivocándose.
Entró más en la habitación. Era una estancia pequeña y cálida que la rodeaba estrechamente. No entendía a este hombre. Era más que su forma extraña de hablar, más que el hecho de que ella no podía anticipar qué emociones podrían estar revolviéndose allí, mientras la forma de pareja y de guerra protestaban en su interior. Más que cualquier humano, este hombre la desconcertó. ¿Que quería?
¿Por qué había ofrecido un tratado tan favorable? Al principio parecía un alojamiento entre tribus. Eso fue antes de que ella hubiera venido aquí y hubiera visto la ciudad y observado a sus ejércitos patrullar las calles. Su gente había sido una vez así, lo sabían por las canciones. Una vez tuvieron ciudades propias y ejércitos. Eso había sido hacía mucho tiempo.
Eran una tribu de gente perdida, traidores que habían abandonado su causa para ser libres. Este hombre podría aplastarlos y tomar sus Esquirladas, las pocas armas que conservaban desde la antigüedad.
¿Por qué le sonreía así? Lo que estaba escondiendo en su interior por no cantar a los ritmos para calmarla.
"Siéntate, Esonai", dijo el rey. "Oh, no tengas miedo [¿¿??] los exploradores, he querido hablar contigo. Tu dominio de nuestro idioma es único ".
Se sentó en el silla ante él. Podía ver lo que había en la mesa, ¿algunos papeles para que ella los estudiara? Se agachó y sacó algo de una pequeña mochila a sus pies. Brilló con una luz tormentosa roja, una construcción de piedras preciosas y metal elaborado en un hermoso diseño.
"¿Sabes qué es esto?" preguntó él, suavemente, empujándolo hacia ella.
"No, majestad."
"Es lo que se llama un fabrial, un dispositivo alimentado por luz tormentosa que hace algo útil. Éste genera calidez, apenas un poco, desafortunadamente, pero mi esposa confía en que los eruditos puedan crear uno que calentaría una habitación entera. ¿No sería maravilloso? No más fuegos y hogueras."
Para Eshonai parecía algo sin vida, pero no lo dijo. Cantó para alabar, así que él siguió hablándole de esto, y lo volvió a atraer hacia él.
"Mira bien", dijo el rey Gavilar. "Mire profundamente en él. ¿Puedes ver lo que se mueve dentro? Eso es un spren. Así funciona el dispositivo."
Cautivo, como en el corazón de una gema, pensó, sintonizando temor. Habían construido un dispositivo para imitar la forma en la que ellos lograban sus formas. Investían tantas de sus limitaciones.
"Los abismoides no son tus dioses, ¿verdad?" -preguntó.
"¿Qué?", preguntó, sintonizando con el escepticismo. "¿Por qué preguntas eso?"
Era un extraño giro en la conversación.
"Oh, es sólo algo en lo que he estado pensando", dijo, recogiendo el fabrial.
"Los otros se sienten tan superiores porque piensan que lo han descubierto", rió entre dientes. "Creen que sois salvajes, pero yo sé la verdad. No sois salvajes. Sois un lugar de recuerdos. Una ventana hacia el pasado."
Se inclinó hacia adelante, la luz  carmesí se escapó entre sus dedos.
"Voy a ayudarte, Eshonai. Debes saberlo, he descubierto cómo traer de vuelta a tus dioses."
"No", cantó al ritmo de los terrores. "¡No!"
"Mis antepasados", dijo él, sosteniendo la fabrial, "ellos fueron los primeros que aprendieron a hacerlo. Capturar a un spren dentro de una gema. Con una gema muy especial incluso puedes atrapar a un dios."
"Majestad," dijo ella, atreviéndose a [¿¿??]. El no podía sentir los ritmos, ella no lo sabía. "Por favor, ya no adoramos a esos dioses. Los dejamos, los abandonamos."
"¡Ah, pero es para vuestro bien y para el nuestro!" Se levantó. "Esta vida que vivimos, una vida sin honor ni victoria, no puede continuar. Vuestros dioses trajeron a los nuestros, y sin ellos no tenemos poder. Este mundo está atrapado, Eshonai, atascado en un sombrío estado de transición sin vida."
Miró al techo.
"Unirlos. Necesito una amenaza. Sólo el peligro los unirá."
"¿Qué?", dijo cantando a la ansiedad. "¿Qué estás diciendo?"
"Los parshmenios fueron como vosotros una vez. Detuvimos su capacidad lograr la transformación capturando un spren. Un spren muy antiguo, muy importante." Él la miró, sus ojos se encendieron. "He visto cómo puedo revertirlo. Una nueva tormenta que hará que los Heraldos dejen de esconderse. Una nueva guerra."
"¡Es una locura!" Se puso en pie. "¡Nuestros dioses trataron de destruiros!"
"Las viejas palabras deben pronunciarse de nuevo."
"No puedes...", se interrumpió al fijarse por primera vez en el mapa que había sobre la mesa. Un mapa extenso, mostrando una tierra rodeada por el océano, un dibujo increíble que hizo poner en vergüenza sus propios intentos de trazar todas las tierras alrededor de las Llanuras Quebradas. Se acercó a la mesa y se quedó boquiabierta, jugando en su mente con el ritmo del temor.
Era maravilloso. Incluso los grandes candelabros y las paredes talladas no eran nada en comparación. Esto era conocimiento y belleza fusionados en uno.
"Me complacería saber que somos aliados en la búsqueda del regreso de vuestros dioses", dijo Gavilar. Casi podía sentir el ritmo de la reprimenda a través de sus palabras muertas.
"Sé que has estado diciendo que los temes, pero ¿por qué temes lo que te hace vivir? Mi gente necesita estar unida y necesito un imperio que no se convierta simplemente en luchas internas una vez que me haya ido ".
"¿Y por eso buscas la guerra?
"Yo busco el fin de algo que aparentemente no terminamos. Mi gente fue radiante una vez y tu gente, los parshmenios, eran vibrantes. ¿De que nos sirve este mundo monótono donde mi gente lucha entre sí y se enfrenta en disputas sin luz para guiarlos? Y tu pueblo es tan bueno como inútil."
Volvió a mirar el mapa.
"¿Dónde... dónde están los Llanuras Quebradas? ¿Esta parte?"
"Eso que señalas es todo Natanatan, Esonai. Esta pequeña parte son las Llanuras Quebradas." Señaló un lugar no mucho más largo o más grande que la uña de su pulgar, cuando todo el mapa era tan grande como la mesa.
Eso le dio una perspectiva repentina y aterradora. ¿Este era el mundo? ¡Y pensó que al viajar hasta Kholinar había cruzado casi hasta donde podía llegar la tierra! Sintió que las piernas se le debilitaban, y por alguna razón sintonizó al duelo. Se dejó caer en su asiento, incapaz de estar de pie.
Gavilar sacó algo de su bolsillo. ¿Una esfera? Estaba oscura, pero de alguna manera todavía segía opaca, como si tuviera un aura de negrura, una luz fantasmal que no era luz en absoluto, ligeramente violeta, una esfera que parecía detener la luz a su alrededor.
Lo dejó sobre la mesa.
"Puedes quedarte esta", dijo. "Tengo otra. Tómala, y recuerda lo que tu gente fue una vez. Despierta, Esonai. Tu gente es ahora poco mejor que los parshmenios, y puede ser mucho más."
La tocó en el hombro y salió por la puerta. Se quedó mirando la terrible luz oscura, y supo lo que era por las canciones. Las formas de poder se habían asociado con una luz oscura, una luz del rey de los dioses. Una criatura terrible de la que los Oyentes escaparon. Cogió la esfera de la mesa y salió corriendo.
Cuando se colocaron los tambores, Eshonai insistió en unirse a ellos. Era la única salida para su ansiedad. Batió al ritmo de su cabeza, golpeando con toda la fuerza que pudo, intentando con cada golpe alejar las cosas que el rey le había dicho y las cosas que acababa de hacer. Los Cinco, líderes de los Oyentes, se sentaron la mesa alta, con los restos del último plato de la cena sin comer.
Tienen la intención de traer de vuelta a nuestros dioses, les había dicho ella. Cierra los ojos. Concéntrate en los ritmos. Él podía hacerlo, sabía mucho. Golpes furiosos pulsaban su alma. ¡Tenemos que hacer algo! El esclavo de Klade era un asesino. Ella pensaba que lo había comprado por capricho, pero Klade había asegurado que la voz que hablaba en los ritmos lo había llevado hasta el hombre. Afirmaron que era una señal de lo que harían, y que la criatura le había confiado sus habilidades cuando lo presionó.
Hace mucho tiempo tuvieron el coraje de hacer algo drástico. Adoptaron una forma apagada para escapar de sus dioses. Buscaban la libertad a cualquier precio. Pero ahora, ese precio sería mayor. Ella tocaba los tambores, sentía los ritmos, lloraba suavemente y no miró cuando el extraño asesino vestido con ropa blanca proporcionada por Klade salió de la habitación. Sólo la paz en la música, como su madre decía siempre. Busca los ritmos, busca las canciones.
Resistió cuando los otros se la llevaron, lloró al dejar esos compases atrás. Lloró por su gente, que nunca podría enfrentarse a este peligro cuando tuviera que hacerlo; lloró por el mundo, que sería destruido si no lo hacían. Lloró por el rey, a quien había abandonado a la muerte. El sonido de los tambores cesó a su alrededor, y la música moribunda resonó por los pasillos.



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