La lectura política de cualquier obra no siempre es algo evidente ni tampoco necesario. Lo que si está claro es que cada autor refleja en lo que escribe su visión del mundo que lo rodea, y las experiencias que lo han marcado. Aunque algunos quiera mostrar la fantasía como un género desligado de la realidad diaria o actual, no es así.
Podrían mencionarse muchas obras del género, pero creo que pocas sagas fantásticas reflejan más y mejor la influencia en sus páginas de nuestro mundo real y de la historia humana que Malaz el Libro de los Caídos. Steven Erikson es capaz de reflexionar en sus libros sobre temas tan actuales como las tiranías dictatoriales, el individualismo, la destrucción de la naturaleza, el colonialismo o el capitalismo, por mencionar solo un puñado de ellos.
Precisamente, hace unas semanas Erikson nos dejaba en su perfil de facebook un nuevo ensayo, en el que reflexiona sobre como algunos lectores quieren ver un matiz político en algunos de los elementos tratados en la decalogía de Malaz. Como siempre, resulta sumamente interesante leer las reflexiones del autor canadiense, así que os dejo la traducción del texto a continuación.
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Los Cazahuesos, arte de Noah Bradley. |
El impulso político de analizar
Malaz el Libro de los Caídos
por Steven Erikson
[NÓTESE BIEN. Alerta de violencia)
En 1983 me encontré, completamente por accidente, en una encrucijada polvorienta a las afueras de una aldea vacía, en el norte de Guatemala. Mi única compañía eran tres hombres indígenas con camisetas y pantalones de chándal manchados, que estaban sentados en el suelo, de espaldas contra la pared baja de una cochiquera, cada uno de ellos con un disparo en la cabeza. Quizás de esa mañana. Todavía no se habían hinchado por los gases. Las moscas zumbaban, bailaban y se agrupaban en sus ojos abiertos, pero el sonido predominante provenía de una cabra, balando en algún lugar del pueblo.
Todos habían huido. Desde donde estaba, pude ver y sentir su ausencia, pero no entré en el pueblo. No pude pasar de los tres cadáveres. Mi justificación fue que estaba esperando a que pasara un camión cargado de caña, o algún otro tipo de vehículo en el que hacer autostop, que me llevara a la frontera de Belice y poder salir de la locura de una guerra civil no oficial y un desastre humanitario que pasó casi desapercibido para el resto del mundo.
La situación era complicada. Las poblaciones estaban siendo violentamente desplazadas. Los pueblos indígenas estaban siendo expulsados de sus tierras y sus granjas mixtas eran reemplazadas al completo por grandes plantaciones de café. El cambio fue diseñada por alguna impía alianza de los militares y los escuadrones de la muerte. En esta pesadilla llegaron guerrilleros maoístas, bandidos, saqueadores arqueológicos (un equipo de arqueólogos fue asesinado en el Petén solo un año más tarde) y cientos de miles de refugiados que huían hacia la frontera mexicana.