SINOPSIS: Cuando la embajadora Mahit Dzmare llega al centro del multisistema imperio teixcalaanlí, descubre que su predecesor, el anterior embajador de su pequeña y ferozmente independiente estación minera, ha muerto en extrañas circunstancias. Y nadie parece dispuesto a admitir lo innegable: su muerte no ha sido accidental y ella podría ser la siguiente. En medio de la tensa atmósfera que se respira en los niveles más altos de la corte imperial, Mahit debe averiguar quién está detrás del asesinato y proteger su estación de la incesante expansión de Teixcalaán, al mismo tiempo que investiga una fascinante cultura alienígena, manipula sus engranajes políticos y se esfuerza por preservar el letal secreto tecnológico que esconde; uno que podría rescatar su estación de la aniquilación… o sepultarla para siempre. Una memoria llamada imperio es una impresionante epopeya espacial sobre la colonización de un imperio con ecos del bizantino y el maya, pero también sobre la forma en que las diferentes lenguas moldean el pensamiento (al más puro estilo de La llegada), los conflictos de sucesión (con tintes de Dune) y la investigación de un asesinato dentro de un apasionante entramado político en una civilización tan remota y cercana como la de Fundación.
RESEÑA: La space opera actual tenía una deuda en español con la premiada bilogía de Arkady Martine. La saga de Teixcalaán se publicó en inglés entre 2019 y 2021, pero no ha sido hasta ahora que hemos podido empezar a disfrutarla gracias a Nocturna ediciones. Desde luego resultaba desconcertante que este universo de ciencia ficción formado por dos entregas, cada una de ellas merecedora del premio Hugo a mejor novela, tardará tanto en llegar a nuestras librerías. La autora norteamericana nos propone una rica ambientación dominada por gigantesco poder donde nos vamos a encontrar tanto ciencia ficción como misterio político, y sobre todo una exploración del poder del lenguaje y la seducción cultural para imponer el dominio político-económico.
“Todas esas luces, todos esos puntos que centellean son sistemas planetarios, y todos son nuestros”.
Una memoria llamada Imperio nos presenta a Mahit Dzmare, la joven embajadora de la pequeña estación minera independiente de Lsel, que es convocada como nueva representante de su hogar al centro del todopoderoso imperio de Teixcalaán. Su predecesor ha fallecido de forma intempestiva y Mahit tendrá que lidiar con los que dirigen este gigantesco imperio siempre deseoso de anexionarse nuevos dominios.
Afortunadamente para ella cuenta con la ayuda de un imago, una tecnología cerebral que le ayuda a tener en su propia consciencia el respaldo de la personalidad de su predecesor, con todo el reservorio de sus conocimientos y habilidades que le sirve de sustento para moverse con más soltura en el complejo mundo de Teixcalaán. La trama de Una memoria llamada Imperio gira pues en torno al misterio sobre la repentina muerte de Yskandr Aghvan, el anterior embajador de Lsel. Un personaje que logró una gran cuota de influencia en la capital, colocándose entre los más cercanos al anciano emperador teixcalaanlí y que parece que se había convertido en el centro de un complejo juego de intereses cruzados.
Martine nos hace viajar hasta la deslumbrante, cosmopolita, moderna y asombrosa Ciudad, la grandiosa capital del Imperio, un planeta-núcleo al que denominan la Joya del universo al considerarlo el culmen de la exquisitez y desarrollo de la cultura teixcalaanlí. Una cultura que seduce profundamente a la protagonista principal del relato, esta embajadora llegada de una pequeña y remota estación minera que se ha criado leyendo y consumiendo los textos poéticos, narrativos y filosóficos de Teixcalaán.
Ahora se encuentra ahora en el mismo corazón de este Imperio expansionista, hermosamente delicado en su cultura literaria y en sus comportamientos sociales, pero que es también brutalmente sangriento en sus conquistas y en su imposición sobre otros planetas. En la novela veremos como coexisten estas dos facetas, este doble rostro donde se mantiene un extraño equilibrio entre sus formas civilizadas y su ligero desprecio xenofóbico hacia otros pueblos, hacia otras culturas tachadas de ‘bárbaras’ por ser consideradas inferiores frente a la grandeza de Teixcalaán.
“Ese era el problema. Un imperio siempre era un imperio: la parte que seducía y la parte que aplastaba, unas fauces con la fuerza de una prensa que agitaba un planeta hasta que le partía el cuello y lo mataba”.
No estamos ante una obra de acción trepidante, ni de grandes luchas en el espacio a bordo de gigantescos cruceros. Es una novela de misterio político en el corazón de una urbe grandiosa, un mundo de oscuras ambiciones donde una recién llegada enamorada de la cultura y la civilización imperial tendrá que sobrevivir merced a sus conocimientos, habilidades y alianzas. Entre estas últimas serán clave todos los personajes teixcalaanlís que rodean a Mahit: empezando por Tres Posidonia, su enlace cultural y casi-vigilante dispuesta a llevarla a todos lados ya que la embajadora no es 'ciudadana' imperial y sus derechos apenas le permiten valerse por si sola; también le resultará valiosa la ayuda del poco convencional Doce Azalea, un miembro del ministerio de información deseoso de descubrir cualquier nuevo secreto; y sobre todo la imponente figura de Diecinueva Azuela, una poderosa ministra imperial de intereses poco claros pero que despierta constante ecos en el imago de Mahit.
Todos estos personajes se mueven en un entorno rico en elementos de ciencia ficción avanzada que sirven de complemento al relato sin apabullarnos por la información que se nos da o los datos técnicos que necesitamos saber.
Así tenemos desde desarrollos tecnológicos que potencian al ser humano, como esa máquina imagica capaz de preservar otra conciencia para ser ayuda de su sucesor en el cargo, la principal ventaja y peligro para nuestra protagonista; o esa gran urbe capitalina dominada por una IA que se asegura del control y seguridad de todos sus ciudadanos, un frío y eficaz algoritmo capaz de controlar las fuerzas de seguridad o de restringir los derechos de sus habitantes. Una perfecta pesadilla, ordenada y eficiente, que hace que el corazón de Teixcalaán sea tan deslumbrante como opresivo para sus personajes.
Toda la novela se va desarrollando con un paso pausado, donde abundan las conversaciones que nos permiten ir conociendo tanto las particularidades de la cultura de la protagonista central como la del mundo de Teixcalaán en el que se mueve. Este último, el gran Imperio espacial, es una llamativa mezcla de características extraídas de civilizaciones como la bizantina, la mexica o la maya que son trasladados a un futurista mundo galáctico.
Destacan sobre todo estos últimos, perceptibles en cosas como en loss particulares nombres de los personajes, las costumbres bélicas imperiales, su adoración solar-estelar, sus sacrificios de sangre, su rica cultura poética o sus propias descripciones físicas; todos ellos son elementos con un sabor tan profundamente mesoamericano que resultan seductores en esta ambientación de ciencia ficción.
“Da por hecho que ha habido engaños, se dijo. Da por hecho que ha habido juego sucio y dobles sentidos”.
Es en este mundo donde Mahit tiene que demostrar que es capaz de poner en práctica todas sus habilidades estudiadas, todos sus conocimientos sobre el comportamiento social y cultural aceptado entre los teixcalaanlies para no mostrarse como una salvaje, una "bárbara", como no se cansan de referirse a ella otros personajes (ya sea en tono burlón o irónico). Entre ellos le toca respetar el tabú del contacto físico, en una civilización donde todos son educados para no establecer un contacto cercano y tienen que mostrarse impasibles, estoicos, con apenas signos faciales o corporales de emoción. Todo ello choca con las formas abiertas y expresivas de la embajadora ‘bárbara’ de Lsel, un mujer criada en una reducida estación espacial donde no tiene sentido el tabú del contacto físico.
Y es que en el centro último de la trama está el poder de la cultura, de cómo las civilizaciones imponen su forma de pensar y comportarse sobre las que consideran inferiores o menos desarrolladas. La novela de Martine nos muestra la doble faceta de esta imposición, ya sea a través de la seducción (como es seducida Mahit y muchos de sus compañeros de estación desde su infancia por la riqueza y exquisitez de la literatura teixcalaanlí) o a través de la fuerza (como se expande por nuevos sistemas conquistados por sus legiones). La autora profundiza en “el tremendo peso temático del funcionamiento de la lógica” cultural de cada pueblo, de las cadenas mentales que obliga sus ciudadanos a comportarse de la única manera que pueden concebir. Los teixcalaanlies se expanden y conquistan, los habitantes de Lsel tratan de perpetuar el conocimiento dentro de una población reducida que no puede permitirse ninguna merma de sabiduría.
Aquí los imagos son una tecnología clave, un elemento revolucionario que es desconocido en Teixcalaán. Y es que como ya he dicho, en la delicada labor de investigar la muerte del embajador Mahit cuenta con el respaldo del propio embajador muerto, al menos de la copia mental de hace unos diez años que acompaña ahora a la nueva embajadora en su imago cerebral. Ese desfase y ciertos problemas con el imago, harán que Mahit se encuentre muchos huecos de información que tendrá que ir rellenando mientras se mueve en las procelosas aguas de la política de Teixcalaán.
“Las mandíbulas del Imperio volvían a abrirse de par en par, con los dientes ensangrentados: aquel deseo infinito y autojustificado que era Teixcalaán, y los modos teixcalaanlíes de concebir el universo. El Imperio, el mundo. Una y la misma cosa. Y, si aún no lo era, que lo fuesen, porque ese era el derecho y la voluntad correcta de las estrellas”.
La enviada de la pequeña estación de Lsel trata de comprender el complejo mundo de la corte imperial, porque esa el única forma de asegurar que su hogar se mantenga vivo en el delicado equilibrio entre colaborar con el Imperio para obtener beneficio económico y ser lo suficientemente independientes para no acabar absorbidos por su voracidad insaciable. Todo ello la sitúa en medio de una peligrosa tela de araña, donde las tensiones y luchas políticas internas del Imperio han ido creando distintas facciones y bandos que quieren asegurarse su propia cuota del poder ante la próxima muerte del ya anciano emperador.
Una memoria llamada Imperio nos ofrece una exploración de la seducción por otras culturas, sobre la expansión imperialista a través del lenguaje, o la colonización cultural en forma de literatura y formas poética. Con una narración que no apuesta por un ritmo vertiginoso ni la acción desbocada porque lo que quiere es introducirnos en una cultura ajena, en los entresijos de una forma mental ajena tanto para nosotros como para la embajadora (aunque ella ya cuente con el respaldo de sus largos años de estudio de Teixcalaán y la ayuda de su imago). En su misión diplomática y de investigación Mahit tendrá que demostrar que es capaz de encajar en el mundo de Teixcalaán pero sin olvidar cuál es su verdadero hogar, cuál es la cultura a la que tiene que proteger para que perviva.
Esta obra es una novela que tiene una trama que permite leerla de forma independiente porque responde la mayor parte de preguntas que ponen en movimiento su trama, pero con un desenlace que deja abierta (y pide) su secuela. Es esa A Desolation Called Peace que Nocturna ediciones ya ha confirmado que están traduciendo y que solo queda aguardar para que nos llegue cuento antes mejor para tener completa en español esta bilogía de Teixcalaán.
“Nada permanece intacto –le musitó Yskandr, el Yskandr joven -. Nada de lo que haces se salva de la marca de Teixcalaán. Hasta yo aprendí eso”
VALORACIÓN
FICHA
Una memoria llamada Imperio (Teixcalaán 1)
Arkady Martine
Nocturna
Traducción de Ismael Attrache
Tapa blanda con solapas, 480 páginas
20,95 euros
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