lunes, 24 de junio de 2013

Reseña: Memorias del hielo, de Steven Erikson

SINOPSIS: Una fuerza aterradora ha surgido del continente asolado de Genabackis. Como una marea de sangre corrompida, el Dominio Painita se extiende por el continente como una lava hirviente que consume a todos los que no escuchan la palabra de su profeta, el Vidente Painita. En su camino se interpone una alianza incómoda: la de la hueste de Dujek Unbrazo y los veteranos Abrasapuentes de Whiskeyjack con sus antiguos adversarios, el caudillo Caladan Brood, Anomander Rake y sus tiste andii. Superados en número y desconfiando de todo y de todos, deben hacer llegar el mensaje a cualquier posible aliado, incluyendo las Espadas Grises, una hermandad mercenaria que ha jurado defender a toda costa la ciudad sitiada de Capustan. 


RESEÑA: Memorias del hielo es la tercera entrega de “Malaz, el Libro de los Caídos” y en ella Erikson nos lleva de vuelta al continente de Genabackis solamente unos meses después de los sucesos de los que fuimos testigos en Los jardines de la luna. Sin embargo esto no es tan sencillo (un comentario que se podría aplicar a toda la saga de Malaz): el prólogo de la obra nos lleva a unos 298.665 años antes de la actualidad. Creo que es la obra fantástica que he leído que más se remonta en el tiempo para narrarnos algo, y eso es una de las cosas que más me gustan de este autor: nunca sabes que te vas a encontrar entre las páginas de sus libros.
Después del prólogo, con una historia muy interesante sobre las guerras de los t´lan imass y los jaghut, y después de presenciar el derrocamiento de un semidios, regresamos a las campañas malazanas. Pero las cosas han cambiado mucho desde los sucesos de Darujhistan. Los ejércitos al mando de Dujek Unbrazo parecen haber dejado de lado las órdenes de la emperatriz Laseen (que como vimos en el libro anterior se enfrenta a un levantamiento en Siete Ciudades) y pretenden aliarse con sus antiguos enemigos, Caladan Brood y Anomander Rake, para enfrentarse a un mal mayor, el Dominio Painita. Este es un imperio en expansión dominado por un líder religioso, el Vidente Painitia, cuya único interés es convertir a todo el mundo en sus adoradores… o destruirlos.
La próxima parada del ejército painita de conquista es la ciudad libre de Capustan, y los malzanos y sus nuevos aliados intentarán ofrecerles su ayuda lo antes posible. He de reconocer que el Vidente Painita y su ejército me han puesto los pelos de punta cada vez que hablan de ellos en el libro. Erikson ha creado un ejército monstruoso que arrasa con todo lo que encuentra a su paso sin ninguna piedad. Merecen destacarse los tenescowri, un ejército campesino mal armado pero que arrasa por su abrumadora superioridad numérica. No en vano cuentan con la semilla de los muertos para aumentar su número. Esta idea es de las más tétricas surgidas de la mente de Erikson, a pesar de que no me cabe duda de que se basa en parte en los ejércitos populares que se lanzaron a las cruzadas por su propia cuenta en la Edad Media.
La ciudad de Capustan.
Nuevamente Erikson nos abruma con tramas que se cruzan, con decenas de personajes e intereses que solo logramos entender a medias. Como no es mi intención desvelar algunos de los giros más sorprendentes de la novela me limitaré a destacar los personajes que más interesantes me han resultado durante la lectura.
Si he de elegir a un personaje de Memorias del hielo, dejando a un lado a Whiskeyjack y sus Abrasapuentes y la tranquila seguridad de Ben el rápido, que nuevamente cargan con algunas de las mejores frases de Malaz, me quedo con Lady Envidia. Desde su primera aparición la aparentemente todopoderosa e inmortal chica convierte sus intervenciones en memorables. Su relación con el asustadizo (al menos al principio) Toc el joven y con los temibles guerreros seguleh es de lo mejor que ha escrito Erikson, y sus comentarios me han dibujado más de una sonrisa en la boca. En definitiva, me he enamorado de Lady Envidia y espero que vuelva a aparecer en próximos libros de “Malaz” porque aporta un humor negro muy de mi gusto.
La mayor parte de la épica de Memorias del hielo recae en esta ocasión sobre los brazos de las Espadas Grises, una compañía mercenaria contratada para defender Capustan. Estos guerreros adoradores de Fenner se entregarán al máximo para defender la ciudad de las hordas del Dominio Painita. La descripción de esta lucha desesperada, sucia, cruel y bestial es bastante realista (si dejamos de lado los excesos mágicos tan propios de Erikson), y a más de uno le recordará las terribles batallas de la Edad Media.
Asimismo, me ha encantado Zorraplateada, la renacida rhivi que ya conocimos brevemente en Los jardines de la luna pero que ahora es un personaje de principal importancia en la trama de Memorias del hielo. Todo el poder que parece residir en la pequeña niña es uno de los aciertos de Erikson. No en vano, ser capaz de atraer a todos los t`lan imass hacia ella ya dice mucho de lo que es capaz.
No cabe duda que este tercer libro tiene un tono más oscuro que sus antecesores, porque la mayoría de sus personajes son bastante siniestros (el Vidente Painita, Kallor o el Dios Tullido). Una prueba más de esto son Bauchelian y Korbal Espita, dos tipos de los que poco a poco iremos averiguando más, hasta el punto de parecerme dos de los personajes más temibles de toda la saga (y eso que los hay a patadas).

La última parte de la novela, como en todas las de Erikson de la saga de “Malaz”, coge un ritmo vertiginoso que hace que se lea de un tirón. Aquí ocurre uno de los sucesos que más repercutirá en las siguientes entregas, un hecho que no contaré aquí para no destripar la sorpresa, pero que he de reconocer que me cogió totalmente por sorpresa. Habrá que ver como continúa Steven Erikson la historia de la lucha en Genabackis porque después del final de Memorias del hielo me parece claro que muchas cosas van a cambiar entre los malazanos y sus nuevos aliados.

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