Después de los trágicos sucesos del capítulo previo, en La casa del dragón ha tocado despedir a los muertos. El funeral de Laena Valeryon ha servido para reunir a todos los protagonistas principales en un mismo lugar, lo que evidentemente ha tenido consecuencias explosivas al hacer confluir en un mismo lugar a los verdes y los negros. Y de las semillas de la muerte, han surgido nuevas desgracias que han hecho poner al descubierto los odios y tensiones que han ido creciendo entre Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower. Lo que era un secreto a voces en la corte, ahora es ya una evidente herida abierta y sangrante entre la princesa y la reina, pero también entre sus propios hijos.
Todo ello ha transcurrido en Marcaderiva, el hogar ancestral de los Velaryon que da título a este séptimo capítulo. Con un arranque plagado de miradas incómodas, de personajes que se nota a leguas que querrían estar en cualquier otro sitio acompañados de cualquier otras personas. El dolor palpable y en carne vida de los Velaryon es el telón de fondo para el duelo en silencio de Rhaenyra y sus hijos por Harwin Strong; para la decrepitud creciente de un Viserys que se empeña en mantener su ceguera por lo que ocurre a su alrededor; para un Daemon que hace de la frialdad y el desapego su propio escudo contra el mundo; o para el distanciamiento creciente entre los miembros más jóvenes de la casa Targaryen.
Y es que la duda sobre la paternidad de los hijos de Rhaenyra Targaryen sigue siendo el mayor peligro para la heredera nominal y su sueño de sentarse en el Trono de Hierro. Pero como si esto no fuera suficiente peligrosos, finalmente Rhaenyra y Daemon han acabado cruzando la línea para caer uno en brazos de otro, una pasión demasiado tiempo pospuesta que ha servido para demostrarnos una vez más que los Targaryen se creen por encima del resto de los mortales. Da igual cuáles sean las normas o tradiciones para los demás: la sangre del dragón forja su propio camino.
Y mientras tío y sobrina daban rienda suelta a su pasión, Aemond ha tirado de valentía para buscar su propia montura: nada menos que Vhagar, el dragón vivo más viejo y grande. Una osadía que ha ganado para el bando de los verdes una de las armas más peligrosas de los Siete Reinos, pero que ha desatado la furia de las hija de la anterior montura de la dragona. Me ha parecido todo un acierto aprovechar el dolor de las huérfanas como el detonante del conflicto (un pequeño cambio sobre como se nos dice que ocurre en Fuego y sangre), para luego ya hacer manar la sangre por la verdadera herida, una acusación tan peligrosa que nadie hasta el momento había osado pronunciar de viva voz: la bastardía de los hijos de Rhaenyra.
Y es que finalmente hemos visto que Alicent se ha dejado llevar por sus ansias de revancha y ha traspasado todos los límites, llegando al punto de la agresión física. Un enfrentamiento directo con Rhaenyra que le vale el rechazo del rey, pero por el contrario le ha ganado el respeto de su padre. Ese ambicioso Otto Hightower que ha retomado su cargo de Mano (hubiera estado bien que viéramos con más detalle el cambio de opinión de Viserys), y que ha vuelto a darle una lección de maquiavelismo en vena a su descendiente: más vale esperar, pues ya llegará el momento oportuno para lograr la victoria y cobrarse venganza.
De esta forma Alicent se está convirtiendo cada vez en una jugadora más calculadora, rodeada de figuras tan peligrosas como su padre o el no menos maquinador Larys Strong. Por ello mismo, Rhaenyra ha elegido fortalecer su bando acudiendo a su pariente más fiel (y no menos peligroso): Daemon. El príncipe nunca ha estado más cerca de sentarse en el Trono de Hierro, y por eso mismo quiere asegurarse de dejar todo bien cerrado, apartando de su camino a un Laenor que se ha vuelto prescindible y un estorbo.
Una vez más, la serie no ha dudado en introducir su propio cambio sobre lo que nos narra Fuego y sangre. Un asesinato que en la obra de George R. R. Martin estaba envuelto en las dudas, se ha convertido en la serie en un planificado asesinato por parte de Rhaenyra y Daemon para permitir su enlace matrimonial; todo ello, para añadir un nuevo giro final con el que sorprender al lector con un Laenor que elige el camino de la huida (y del dolor para sus padres, vaya hijo), en compañía de su amante. Me queda la duda de si la propia Rhaenyra ayuda en esta farsa, dispuesta a mostrarse dura e implacable de cara al reino pero con la suficiente piedad como para darle una forma de escapar a un hombre al que respetaba y con el que se había encariñado.
A falta de tres capítulos para cerrar su primera temporada La casa del dragón ha dejado bien establecidos los dos bandos enfrentados. La violencia ha estallado por fin entre la princesa y la reina, surgiendo de una riña de críos y sembrando las semillas del odio entre los mismos hijos de Rhaenyra y los de Alicent. Mientras el rey Viserys se empeña en su ceguera, decrépito y cada vez más incapaz de controlar la situación, su esposa va madurando como jugadora experta en el asalto al poder y se va rodeando de figuras tan maquiavélicas como implacables. Por su parte la unión de Rhaenyra y Daemon ha creado frente a ellos un frente mucho más fuerte y decidido, añadiendo además un plus de imprevisibilidad con la peligrosa figura del príncipe dragón de vuelta a los Siete Reinos. La única voz que trata de mantener la engañosa paz del statu quo no tardará en desaparecer por culpa de la edad, y entonces… entonces los dragones empezarán a danzar.
1x01 Los herederos del dragón
1x02 El príncipe canalla
1x03 El segundo de su nombre
1x04 Rey del Mar Angosto
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