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jueves, 23 de mayo de 2024

Reseña: La voz de las espadas, de Joe Abercrombie

SINOPSIS: El inquisidor Glokta, convertido en un cínico tullido tras su paso por las cárceles de los enemigos de la Unión, es ahora a su vez un eficaz torturador capaz de extraer información de cualquiera. A su vez, el capitán Jezal dan Luthar no ha hecho otra cosa en su vida que desplumar a sus amigos jugando a las cartas y soñar con la gloria de vencer en el Certamen de esgrima. Pero se está fraguando una guerra, y en los campos de batalla del Norte la lucha se rige por normas mucho más sangrientas... Logen Nuevededos, infame bárbaro de pasado sangriento, acaba de perder a sus amigos y está decidido a abandonar sus tierras y dirigirse al Sur, pero los espíritus le advierten que lo busca un Mago de los Viejos Tiempos... Sus historias se entrelazan en una fantasía negra repleta de acción y personajes memorables.


RESEÑA: En 2006 veía la luz una obra fantástica que, de antemano, pocos podían imaginar que catapultaría a su joven autor a la cima de la fantasía oscura moderna. Joe Abercrombie debutaba ese año con el inicio de una trilogía fantástica (como no) que nos presentaba a unos personajes que había empezado a fraguarse en su mente durante la universidad, pero que había quedado en el limbo de las historias no contadas durante mucho tiempo. Mientras trabaja como editor en cine y televisión, decidió aprovechar su tiempo libro para escribir por fin lo que durante años habían quedado como meras ideas sueltas. Que suerte para nosotros que su tiempo y esfuerzo sirviera para abrirnos la puerta a una de las ambientaciones fantásticas más potentes y efectivas, repleta de personajes tan memorables como llenos de claroscuros.
Y es que la trilogía de La Primera Ley es la presentación descarnada y contundente de su universo fantástico del Círculo del mundo, una ambientación donde ya ha escrito nueve novelas y una antología de relatos (os las recopilo todas en mi guía de lectura dedicada a Joe Abercrombie). Lo que nos interesa tener claro es que La voz de las espadas es una primera novela de trilogía canónica en toda regla: sirve de presentación de sus personajes principales y para que empecemos a conocer el mundo donde transcurre la saga. Solo una vez leída la trilogía completa el lector podrá valorar la historia en su conjunto, así como el camino recorrido por sus antiheroicos protagonistas, que nos lleva a un viaje que sirve tanto para desmitificar la épica fantástica glorificadora como para plasmar personajes que se ven arrastrados a un choque brutal con una dura y despiadada realidad.
La voz de las espadas se deja guiar por tres tramas principales, que algunas pequeñas ramificaciones y que acaban convergiendo. En el salvaje Norte nos encontramos con Logen Nuevededos, un curtido y duro guerrero que se ve obligado a huir en solitario y que acabará cruzando su camino con uno de los “magos de antaño”: el misterioso, estricto y hosco Bayaz. Mientras tanto, en el corazón de la Unión, en la civilizada y moderna ciudad de Adua, el tullido inquisidor Sand dan Glokta cumple con diligencia como vigilante de la ley y el orden, obteniendo confesiones de culpables o inocentes por igual con tal de mantener el statu quo vigente. Al mismo tiempo, en esa urbe el joven capitán Jezal dan Luthar vive su disipada existencia entre borracheras y sus pobres intentos de convertirse en guerrero de éxito.
A través de estos tres arcos argumentales principales, que conforme avanza la novela se van entremezclando con los de otros personajes secundarios (donde destacan especialmente Rudd Tresárboles y sus compañeros norteños o la salvaje esclava sureña Ferro Maljinn) le sirven a Abercrombie para presentarnos una historia descarnada, oscura y llena de claroscuros, donde desmontar la glorificación de los guerreros, de la violencia y de los ideales puestos al servicio de las grandes causas.

Arte de Alejandro Colucci.

La fantasía oscura o grimdark de Abercrombie es una desmitificación de la épica fantástica, tomando los personajes que en otras obras servirían para representar el heroísmo o el lado de “los buenos” para hacerlos desenvolverse en un mundo implacable donde los malos sentimientos, la desigualdad, la violencia o la guerra tienen consecuencias muy reales, tanto físicas como mentales para los que acaban atrapados en sus engranajes. Y es que La Primera Ley utiliza algunos de los actores más reconocibles de la fantasía épica (el heroico guerrero, el sabio mago, el honrado defensor de la ley, el noble con un gran destino…) para arrojarlos a una ambientación despiadada donde las buenas intenciones o los deseos de hacer lo correcto acaban machacados en el barro y la sangre. Porque la trilogía de Abercrombie es una saga donde los antihéroes se convierten en el centro de atención, son los personajes clave en torno a los que orbita la fantasía oscura que nos propone el escritor británico dispuesto a demostrar que la respuesta del acero nunca beneficia a nadie y que la guerra es un monstruo implacable para todos los que acaban en sus fauces.

Y así las dos grandes estrellas de la función en La voz de las espadas, respaldadas por una variada galería de secundarios que comparten sus mismas taras, son dos personajes que se han convertido prácticamente en perfectos arquetipos de cómo este autor concibe la dinámica entre su mundo y quienes viven (o sobreviven) en él. Antihéroes llenos de claroscuros, con personalidades magníficamente construidas para resultar tan atractivas e interesantes para el lector como repulsivas y terribles por sus actos, personas atrapadas en tragicomedias sangrientas.
El primero de ellos es Logen Nuevededos, ese guerrero norteño que lleva años de  combate y guerra a sus espaldas, que se ha convertido en la misma muerte para amigos y enemigos por igual. Logen abandona el Norte dispuesto a dejar atrás su pasado, buscando un nuevo horizonte donde no tenga que cargar con la infausta marca de su infame nombre. Solo trata de seguir adelante, porque eso “era lo que siempre había hecho. En eso consistía sobrevivir, ya se mereciera seguir con vida o no […] Seguiría adelante esperando que las cosas mejorasen”.
Sin embargo, sus esfuerzos por alejarse de la violencia y la muerte no serán recompensados. Abercrombie logra hacernos empatizar con un guerrero feroz y salvaje, pero que solo lucha por seguir vivo, por tratar de dejar atrás la violencia que le ha acompañado toda su oscura existencia… pero como el mismo tiene que reconocer es algo que nunca se le ha dado bien, porque Logen es un hombre “que siempre había tenido suerte en las peleas. Suerte para salir vivo de ellas. No tanto a la hora de entrar”. Abercrombie es capaz de tomar una figura tan reconocible en el fantástico como la del guerrero bárbaro, un nuevo trasunto de Conan y de los centenares de copias que lo han seguido, y otorgarle una renovada fuerza, de dotarlo de una profundidad y una viveza que permea más allá de la palabra en la página. Logen es un guerrero que tras su aspecto hosco, brutal y simple muestra una multitud de facetas y aristas, con una riqueza mental que es lo que lo hace tan tremendamente atractivo y sugerente para el lector. Y como veremos en el tramo final de la obra, donde asistimos a una revelación clave para entender tanto al personaje como su retorcido viaje del héroe en la trilogía, no resulta difícil comprender porque se ha transformado en una terrible figura de muerte para todos los que le rodean.
La otra gran aportación de Abercrombie para la fantasía oscura es la figura de Sand dan Glokta, inquisidor de su majestad y fiel servidor del orden impuesto en la Unión. Este hombre roto, un tullido cínico y rebosante de humor negro que sigue adelante por pura fuerza de voluntad, es un torturador torturado que no puede dejar de cuestionarse continuamente por qué hace lo que hace. Por qué la vida lo ha arrastrado a un pozo de sufrimiento constante y a ser causa de ese mismo sufrimiento para los demás. El inquisidor Glokta es un hombre que reconoce que su verdadera vida comenzó en las brutales mazmorras de Gurkhul, donde fue torturado y mutilado de formas terribles, convirtiéndolo en un despojo que todavía es capaz de encontrar fuerza de voluntad para seguir adelante.
Su sufrimiento y agonía, tanto en el plano físico como en el mental, es plasmado con tanta cercanía y de forma tan descarnada por Abercrombie que nos duele cada paso que damos a su lado; al mismo tiempo, es imposible que no se nos dibuje una sonrisa feroz ante su cínica voz interna repleta de amargura y desprecio por todo lo que lo rodea, y que no nos surja una mueca de repulsa ante su implacable forma de comportarse, casi sin un ápice de compasión hacia los desventurados que son apresados por la Inquisición (con o sin razón). Todo ello lo vivimos a través de un personaje dotado de una original voz interna que es oro puro, en una narración que va generando una interacción constante con todo lo que ocurre a su alrededor, siempre cargada de desprecio, fría ironía y brutal crudeza, tanto hacia el mundo como hacia si mismo.
Porque como bien reflexiona Glokta en cierto momento de la novela “todo hombre tiene su excusa y, cuanto más vil se ha vuelto, más conmovedora tiene que ser la historia”. Los protagonistas de Abercrombie son personajes que son profundamente conscientes de sus terribles taras, de sus miserias y errores, de cómo se han ido alejando de sus sueños de decencia y rectitud, pero que de todos modos son incapaces de escapar del círculo de sufrimiento, muerte y destrucción en los que se ven atrapados. Tanto por sus propias decisiones como por las características de la sociedad en la que se desenvuelven.

A su alrededor giran diversos personajes secundarios, con mayor o menor peso en la trama, pero que no llegan a tener el contundente impacto de los dos mencionados. Jezal empieza como un disipado noble lleno de orgullo de clase y soberbia, pero pasado el primer tramo acabar por resultar entrañable por sus dudas, veleidades e incertidumbres juveniles. También muy cercanos son los hermanos West, con el honorable Collem que se nos presenta como el “buen hombre”, quizá el más digno de todos los que conocemos en la saga pero que también nos acabará mostrando su lado oscuro; o la deslenguada Ardee, un soplo de aire fresco por su descaro y por ser una mujer entre tanto personaje masculino que en esta primera trilogía son la gran mayoría de personajes centrales. Tampoco hay que olvidar destacar la importancia de Ferro Maljinn, una guerrera cegada por las ansias de venganza y que por momentos pierde su potencia porque nos parece un calco de Nueve el Sanguinario en sus aspectos más salvajes, pero que sirve para aportarnos la perspectiva ‘sureña’ del gran conflicto en marcha (y que ganará en importancia en las siguientes entregas de esta trilogía original).
Pero el más interesante de todos los secundarios que aparecen en La voz de las espadas sin duda es Bayaz, el ya casi mítico Primero de los magos. Una figura que se mueve entre el misterio que lo envuelve, los secretos de su pasado, su conocimiento arcano y el miedo que levanta a su alrededor cuando desata sus poderes. Porque aunque la magia se esté desvaneciendo de este mundo, Bayaz todavía es capaz de esgrimir el gran arte con terribles consecuencias, además de poseer unos grandes conocimientos sobre los verdaderos engranajes que mueven el mundo y las voluntades humanas.
La misma presentación del personaje, al que Logen confunde con un carnicero de manos ensangrentadas, es ya toda una declaración de intenciones por parte de Abercrombie sobre lo que podemos esperar del mago, y que gana en resonancia una vez se ha cerrado todo el viaje de la trilogía completa. Y es que este “puto tramposo”, como lo califica el propio Logen en cierto momento sin que el mismo Bayaz tenga la necesidad de corregirlo, está dispuesto a todo con tal de lograr salirse con la suya, en pos de sus propios intereses en un conflicto mucho mayor que solo el desarrollo de la trilogía nos hará entender en toda su magnitud. Frente al mago arquetípico que pretende hacer vencer a las fuerzas del bien ante un mal arrollador, Bayaz nos muestra que es una figura con muchos más claroscuros, autoerigiéndose en el juez supremo que impondrá a cualquier precio lo que considera que es el bien mayor. Sobre todo, si lo beneficia a el y la causa bajo la que se escuda.

Arte de Alejandro Colucci.

En toda esta retorcida fantasía oscura los personajes y los diálogos son los grandes puntos fuertes de la directa y descarnada narración de Abercrombie. Todos ellos encajan en una ambientación tan sencilla como efectiva, un worldbuilding que no pretende ser revolucionario ni apabullante en su presentación, simplemente servir de perfecto telón de fondo para desarrollar las luchas, conflictos, enfrentamientos y desventuras de sus diversos protagonistas principales. 
Y así la Unión situada en su centro se nos presenta como el culmen de la civilización, un gran imperio regido por una monarquía que se alza en la cumbre de una sociedad rígidamente estratificada, donde los nobles y los plebeyos no son iguales. Al Norte, nos encontramos con un mundo bárbaro de clanes de guerreros en constante lucha y que solo recientemente ha aceptado un rey único; hay también un gran Imperio sureño, dominado por la religiosidad más radical (y que conforme avance la trilogía se va imponiendo como gran poder “villano” de la saga, aunque ya habrá momento para diseccionar mejor la propuesta de Abercrombie porque no es de dividir en buenos y malos sin matices); y finalmente, un antiguo imperio fragmentado y en franca decadencia situado en el oeste (pero sin apenas importancia en este primer volumen de la saga).
Sin duda, lo más interesante de toda esta ambientación fácilmente reconocible o aceptable por el lector es que nos muestra un mundo donde la magia va quedando atrás, que se está desvaneciendo. Frente a otras ficciones fantásticas actuales como la Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin donde la magia está retornando poco a poco, o el apabullante Malaz de Steven Erikson donde directamente la magia corre a raudales por sus venas ya que es la base principal del mundo, en cambio en La Primera Ley la magia aparece como algo residual que está desapareciendo del mundo, que todavía tiene potentes estallidos, dejando paso a nuevas formas de imponer el dominio… porque como sentencia el propio Bayaz, el Primero de los magos, hay muchas maneras de cascar un huevo.
Por eso no sorprende que veamos que es un mundo donde lo medieval (en su estructura social y en su forma de ver la realidad) va quedando poco a poco atrás, donde se avanza hacia la modernidad que va acabando con la estratificación de las clases sociales y donde el poder económico está empezando a trastocar el orden del mundo. El capitalismo, representado en la pujanza creciente de la nueva clase comercial y de los grandes poderes bancarios, va extendiendo sus raíces por toda la Unión, como una planta venenosa que pronto dominará todo el vergel. Así pues, mientras la magia va dando sus últimos coletazos en el tablero de juego, la violencia del acero y el poder del dinero siguen siendo las principales formas de imponer el dominio sobre los cuerpos y las mentes de los oprimidos y desafortunados.

La historia de La voz de las espadas nos va guiando por su trama gracias a un manejo excelente de los distintos puntos de vista, colocándonos en la intimidad de los protagonistas hasta el punto de resultarnos sumamente incómodo o haciendo que nos estremezcamos al ser testigos implicados en sus terribles dramas personales. La excelente contraposición de los distintos puntos de vista y de lo que nos muestra a través de la mirada de cada personaje, construyendo un mosaico de perspectivas y experiencias existenciales, que sirven para construir y complementar las personalidades de cada uno de los protagonista. 
De esta manera Abercrombie logra hacernos sentir lástima por sus monstruos tremendamente humanos, por seres humanos que se comportan de formas brutales o despiadadas porque es la única forma que tiene de poder seguir respirando. De vez en cuando, son capaces de mostrar un atisbo de humanidad compasiva (desde ese Logen con las manos tan manchadas de sangre pero que se esfuerza por mantener con vida a Malacus Quai a ese inhumano Glokta que está dispuesto a echar una mano a su viejo amigo Collem West), abriendo la puerta a la esperanza de que las personas pueden tratar de cambiar a mejor. Una esperanza que la trilogía nos demostrará que la gran mayoría de las veces acaba en el barro: los personajes de Abercrombie acaban sufriendo la colisión directa entre lo que les gustaría hacer y lo que el mundo los obligará a hacer para mantenerse vivos.
La trilogía de La Primera Ley muestra sin tapujos las consecuencias de la lucha armada que es el combustible de la épica fantástica, con una visión profundamente descarnada de las crueles huellas de la violencia. Ya sea en sus formas abiertas y directas del mundo bárbaro del Norte como en las más sutiles pero no por ello menos sangrientas en el corazón civilizado de la Unión, su rastro está plagado de cadáveres. No importa la causa que persigan o el orden que defiendan: tanto los brutales guerreros norteños como los dispuestos burócratas de Adua son capaces de los peores actos con tal de lograr sus objetivos. 
La violencia es parte inherente del mundo de Abercrombie, y aunque en ciertos momentos el autor nos la traslade a través del humor negro y la trágica comicidad, no por ello deja de ser menos brutal. Y si algo queda en el paladar del lector tras terminar la obra (y la trilogía en su conjunto) es que la violencia deja una profunda y terrible marca en todos los que la causan o la sufren. La épica gloriosa y brillante se desvanece en la fantasía oscura que nos propone Abercrombie, que en su lugar nos muestra lo sangriento, sucio y siniestro de todo combate, donde los héroes son despiadados guerreros que cargan con el halo siniestro del prestigio de una brutalidad inhumana. El mundo de La Primera Ley es un lugar implacable, en una narración que no oculta lo sucio, brutal y desagradable de la guerra, donde los hombres buenos acaban tan muertos como los malvados, pero los que siguen adelante llevan sobre sus hombros el terrible peso de las peores decisiones y de los actos más funestos.
Con La voz de las espadas el británico Joe Abercrombie llegó como un descarado soplo de aire fresco, repleto de cinismo oscuro y descarnado para desnudar la fantasía épica, profundizando en los claroscuros de personajes profundamente humanos y creíbles. Personas convertidas en monstruos que hacen que suframos por ellos, que nos horroricemos por sus actos, que deseemos que sean capaces de cambiar. Una primera novela que sirve de mera presentación tanto de sus principales protagonistas como de la ambientación en la que se va a desarrollar el gran conflicto entre las fuerzas enfrentadas que se dejan entrever en las bambalinas de este primer volumen de un tríptico fantástico memorable. Ahora que se cumplen los 18 años de su publicación original, la novela debut de Abercrombie alcanza su mayoría de edad demostrando que sigue siendo una arrolladora propuesta fantástica de una vigencia implacable, capaz de presentarnos unos personajes memorables llenos de claroscuros y sobre todo profundamente humanos y vivos, que dejan claro que la fantasía épica tiene la capacidad de profundizar en los dramas y tragedias vitales hasta un nivel tan incómodo como estremecedor.


VALORACIÓN


FICHA
La voz de las espadas (La Primera Ley, 1)
Joe Abercrombie
Runas
Traducción de Borja García Bercero, revisada por Manu Viciano
Tapa dura con sobrecubierta, 684 páginas
Ilustraciones de Alejandro Colucci
28,50 euros


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