SINOPSIS: La metrópolis de Nueva Crobuzon se extiende desde el centro del mundo. Humanos, mutantes y razas arcanas malviven en la penumbra bajo sus chimeneas, donde el río se trona viscoso por los afluentes artificiales, donde las fábricas y fundiciones amartillan la noche. Durante más de mil años, el Parlamento y su brutal milicia han gobernado una vasta economía de obreros y artistas, espías y soldados, magos, yonquis y prostitutas. Pero acaba de llegar un extraño con el bolsillo lleno y una demanda imposible. De forma torpe, inadvertida, algo imposible es liberado.
Dotado de un especial talento para las ambientaciones exóticas, China Miéville convierte a Nueva Crobuzon en un vigoros escenario en el que se dan cita los ecos de un Londres victoriano, la distopía más agria, la poderosa imaginería de la literatura gótica y originales razas atropomórficas. Sirviéndose de los recursos clásicos de la literatura fantástica y de anticipación, inaugura una fórmula narrativa fresca y novedosa, capaz de fascinar por igual a público y crítica hasta convertir "La estación de la calle Perdido" en la gran revelación de 2000 en el Reino Unido, donde ha sido galardonada con los principales premios literarios.
RESEÑA: El británico China Miéville es uno de esos autores con una producción tan extensa como variada, y que por suerte podemos disfrutar traducida al español gracias a diversas editoriales. Ahora Nova ha decidido recuperar en una nueva edición una de sus primeras obras, que había quedado descatologada hacía algún tiempo, la Trilogía de Bas-Lag que arranca con esta apasionante La estación de la calle Perdido.
La novela es una magnífica prueba de todo el poder de la fantasía bien encauzada, que sabe aprovechar las posibilidades que ofrecen para la literatura un entorno fascinante y una trama imaginativa, logrando que el lector disfrute al tiempo que se le invita a reflexionar sobre muchos fundamentos (sociales y culturales) de nuestro propio mundo. Y es que el universo de Bas-Lag mezcla de una forma más que satisfactoria el puro asombro con el realismo descarnado, donde cada nuevo elemento añadido a este fresco hace que el lector se siente completamente atrapado en el desarrollo de la trama. Si a esto añadimos el esmero y preciosismo con el que China Miéville trata el lenguaje, la lectura se convierte en un puro placer para todo aquel que se acerque a sus páginas.
La estación de la calle Perdido desarrolla su compleja historia alrededor de dos personajes principales. Isaac Dan del Grimnebulin es un estudioso que vive apartado del resto de la comunidad científica debido a sus poco convencionales investigaciones. Mientras trata de demostrar la aplicación práctica de sus revolucionarias teorías, mantiene una relación amorosa con Lin, una joven artista khepri que ha abandonado la estricta y conservadora comunidad de su raza para dedicarse al arte que tanto ama. Ambos viven en un ambiente bohemio, más preocupados de sus propios trabajos que de el complejo mundo que se desarrolla a su alrededor. Esto cambiará cuando cada uno de ellos reciba por separado una extraña propuesta que trastocará el rumbo de sus vidas.
Miéville nos pasea por un mundo fantástico que mezcla una ambientación de estilo 'steampunk' poblada de la tecnología cotidiana del siglo XIX pero que se da la mano con una ciencia totalmente revolucionaria que nada tiene que ver con la nuestra, y donde no son nada raros los toques de la magia. Al mismo tiempo este mundo tiene un interesante y realista trasfondo social, donde las desigualdades entre las distintas clases sociales (claramente ejemplificadas en los barrios de diferente nivel económico) y las diversas culturas de razas muy variadas que conviven en la urbe garantizan un clima politico-social altamente conflictivo.
Y es que sin duda el auténtico protagonista de la novela es la propia Nueva Crobuzon, una metrópoli tan asombrosa como perfectamente dibujada. Miéville nos lleva por sus barrios, calles y avenidas llenos de hollín y confusión, nos hace perdernos en su ajetreada y compleja vida donde se mezclan decenas de razas híbridas y diferentes culturas, un caótico crisol donde cada nuevo detalle añade una pizca más de credibilidad a la historia, por desconcertante y pasmoso que sea.
Con este deslumbrante telón de fondo China Miéville pone sobre la mesa muchos de los conflictos del mundo actual: los choques culturales, la política con el único objetivo de lograr beneficio y poder personal, el submundo criminal que el verdadero dueño de muchas sociedades, la destrucción de la naturaleza o el desarrollo técnico-ciéntifico impuesto a la sociedad al coste que sea. Además el autor británico es capaz de poblar su historia de una amplia variedad temática, con una serie de elementos que van desde la aventura fantástica, al horror con tintes lovecraftianos o la pura ciencia ficción. De esta última cabe destacar la inclusión del tema de la Inteligencia Artificial, que hace acto de presencia gracias a la tecnología steampunk y que deja algunos de los mejores momentos de la novela.
Pero sobre todo La estación de la calle Perdido es la odisea de un puñado de personajes que se encuentran de cara con una terrible amenaza, totalmente sobrepasados por una situación tan horrenda como mortal que convierte la ciudad en un laberinto donde les dan caza sin descanso. Miéville nos pone en la piel de estos atribulados protagonistas, que tratan de comportarse de manera correcta en una sociedad despiadada. La justicia y la honradez son monedas tan escasas en Nueva Crobuzon, que cuando todo se vuelve en su contra los personajes se verán obligados a recurrir a la ayuda de los elementos lumpen de la urbe y a sobrevivir como marginados.
Las buenas intenciones de Isaac, Yagharek (otro de los grandes personajes que nos deja Miéville), Lin o Derkhan chocarán de lleno con una metrópoli opresiva, y el algunos aspectos amenazadoramente totalitaria, y que está más acostumbrada a castigar que a perdonar. Los propios personajes tendrán que enfrentarse a los aspectos más oscuros y desagradables de sus personalidades, y a la de sus compañeros, para descubrir lo que de verdad les importa. Por supuesto, no todos saldrán indemnes del desafío.
La estación de la calle Perdido es una asombrosa mezcla de fantasía y realismo, donde Miéville demuestra que la primera complementa y engrandece la segunda. El autor británico construye una urbe viva y compleja, que palpita al ritmo del vapor y el hollín, donde conviven en un precario equilibrio decenas de culturas y razas. El autor británico pone sobre la mesa algunas de las cuestiones más candentes de la actualidad (choque culturales, crisis político-social, interacción entre ciencia y humanidad, Inteligencia Artificial, la importancia del arte, etc...) al tiempo que nos embarca en una aventura fantástica, poblada de asombro y horror, a través de las calles de una metrópoli fascinante. Además esta primera novela se puede leer de forma completamente independiente sin esperar las siguientes entregas gracias a su arco argumental cerrado, pero creo que pocos serán los que se queden sin ganas saber más del increíble y seductor mundo de Bas-Lag.
La estación de la calle Perdido (Trilogía de Bas-Lag, 1)
832 páginas, tapa dura con sobrecubierta
Traducción de Carlos Lacasa Martín y Manuel Mata Álvarez-Santullano