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jueves, 5 de septiembre de 2024

Reseña: 1984, de George Orwell

SINOPSIS: «No creo que la sociedad que he descrito en 1984 necesariamente llegue a ser una realidad, pero sí creo que puede llegar a existir algo parecido», escribía Orwell después de publicar este clásico en 1949. En tan solo unas décadas el curso de la humanidad se ha encargado de convertir su novela -por entonces considerada una obra de ciencia ficción- en un manifiesto de la actualidad y en uno de los cinco libros más importantes del último siglo según The New York Times.
Año 1984. Londres es una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla la vida de los ciudadanos. Winston Smith es un peón de este engranaje perverso y su cometido es reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos. Todo cambia cuando decide replantearse la verdad del sistema que los gobierna. 


RESEÑA: Hace ya 75 años que George Orwell dio a la imprenta la que se ha convertido en una de sus obras más memorables y que más larga huella ha dejado en el imaginario colectivo. Aunque muchas veces se cite como amenaza o piedra de toque por gente que ni siquiera se ha acercado a sus páginas, lo cierto que es 1984 sigue siendo una lectura que nos trasmite una advertencia muy real y tremendamente actual de lo peor que pueden engendrar las sociedades guiadas por la rígida visión de un líder dispuesto a no aceptar ningún tipo de disidencia. Una pesadilla asfixiante y angustiosa que Orwell escribió inspirado en los regímenes totalitarios de las primeras décadas del siglo XX pero que bien entrado el siglo XXI sigue mostrando un aterrador reflejo de las ansias de control y represión que todas las sociedades guardan en sus entrañas.
No había escapatoria. Lo único que te pertenecía eran los pocos centímetros cúbicos del interior de tu cráneo”.

El autor, alrededor de 1940.

George Orwell nos introduce en 1984 en una distopía gris y opresiva, un mundo dominado por el poder del Partido único empeñado en imponer su férrea visón de la realidad sobre toda la sociedad. El protagonista del relato es Winston Smith, un anodino hombre de 39 años que trabaja dentro del Ministerio de la Verdad (es decir, el organismo dedicado a la censura y la reescritura de la realidad, falsificando todos los sucesos para que encajen con la visión dictada por el Hermano Mayor, algo que va cambiando cada cierto tiempo). Y es que en esta Inglaterra paralela, que forma parte del superestado Oceanía, se vive bajo el gobierno del Hermano Mayor, un líder infalible, duro, bueno y omnisciente que guía a la sociedad por el camino de la “libertad” y el “progreso”. Por supuesto, todo ello a través de una represión totalitaria que llega hasta los rincones más íntimos y privados, manteniendo a toda la estructura social ultracontrolada bajo su mano firme.
Como pequeña rebelión secreta, Smith inicia la escritura de un diario en el que plasma sus pensamientos más íntimos y peligrosos porque demuestran que cada vez está más dispuesto a buscar una manera de escapar. Con el único refugio del interior de su cabeza y con la página de papel donde dejar constancia de su poco esperanzador día a día como mensaje secreto hacia un futuro de los que todavía no han nacido, Orwell nos irá mostrando la terrible realidad de este mundo de vigilancia constante donde la única libertad posible es la que impone el Partido.
¿Para quién, pensó de pronto, estaba escribiendo aquel diario? Para el futuro, para los que aún no habían nacido”.
A través de la vida vacua, lóbrega y apática de Smith iremos conociendo esta Inglaterra distópica, con un Londres poblado de monos azules (el uniforme oficial del Partido), lleno de consignas que hay que repetir constantemente ("La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza") y dominado por las telepantallas que están en todos los lugares (tanto públicos como privados) para controlar y ser controlados. En esta realidad nadie puede escapar al escrutinio constante, a la vigilancia de la Policía del Pensamiento que  se asegura de que nadie se salga de las directrices del Partido y que consigue que hasta los propios hijos denuncien a sus padres cuando los creen culpables del delito de heterodoxia. Un mundo donde el Hermano Mayor representa el lado benéfico y correcto de la historia, y que por supuesto tiene una antítesis a la que combatir sin descanso: Emmanuel Goldstein (el calificado como Enemigo del pueblo, un contrarrevolucionario y el traidor por excelencia al que hay que odiar y perseguir).


Es inevitable aquí hablar un poco del contexto en el que vio la luz la obra de Orwell. En 1949 estamos recién terminada la Segunda Guerra Mundial y en plena Guerra Fría, con el telón de acero separando occidente de la amenazante URSS. El miedo a que el comunismo se impusiera también en Europa había convertido a Stalin en el gran enemigo del mundo libre, pero que también era odiado por las vertientes divergentes del comunismo que no concordaban con su liderazgo.
Lo que nos interesa es que George Orwell ya conocía de primera mano la forma con la que el estalinismo manejaba a los que se oponían a su visión oficialista de lo que debería ser el comunismo internacional para hacer triunfar la revolución. Porque durante la Guerra Civil española el escritor inglés había combatido en las filas del POUM (partido de tendencia troskista) y durante 1937 fue testigo directo de cómo la influencia del Partido comunista sobre la República española liquidaba de forma brutal a los grupos que no comulgaban con la visión impuesta desde Moscú. Tenéis su relato de primera mano de todos estos sucesos en la obra Homenaje a Cataluña, las memorias del autor donde narra su paso por nuestro conflicto civil guiado por su deseo de plantar cara al auge del fascismo. 
El pasado estaba muerto, el futuro era inimaginable”.
En cualquier caso, todo este choque de las distintas formas de ver el comunismo, con la oposición frontal entre el oficialismo estalinista y la disidencia trostkista, permea el trasfondo de 1984. Pero por supuesto, la obra va mucho más allá y eso ha permitido que siga siendo una lectura de vigencia continuada. Porque en su distopía Orwell desnuda las herramientas y los engaños del totalitarismo, imaginando hasta que limites extremos una sociedad burocratizada y tecnológica podría imponer su dominio constante sobre una sociedad incapaz de escapar de su yugo e incluso complaciente con las existencias que viven porque no han conocido otra cosa.
Porque a través del poder controlador de las pantallas, de la reescritura constante de la historia, de la vaporización (tanto física como en el registro histórico) de los disidentes que han sido condenados, el Hermano Mayor y el Partido se aseguran el domino ininterrumpido de la historia. Y así da igual que el gran estado de Oceanía pueda enfrentarse durante años contra  Eurasia como el gran enemigo para luego cambiar de rumbo en ese conflicto para enfrentarse entonces a Estesia; da igual, porque el Hermano Mayor se asegurará de que los libros de historia y los periódicos afirmen que ha sido así siempre y que el gran líder nunca ha tenido que rectificar. En 1984 la Historia se ha detenido porque viven en un presente infinito en el que el Partido siempre tiene razón. “Quien controla el pasado, decía la consigna del Partido, controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”, nos deja bien claro la novela.
Un control imposible de lograr sin el dominio de la misma lengua. Un eje central de 1984 es la perversión del lenguaje, que se adapta a las exigencias del poder para que la lengua sea una forma más de modificar la forma de pensar y de la misma sociedad. La nuevalengua es la forma en la que los sujetos se adaptan a esta realidad donde todo se reescribe y cambia para parece que siempre ha sido así, y el doblepiensa es la herramienta para mantenerse dentro de los cánones o creencias que hay que tener o defender para no salirse de la ortodoxia imperante e impuesta. Un peligroso juego en el alambre donde “día a día, y casi minuto a minuto, se iba actualizando el pasado”, y donde son muchos los que acaban ‘vaporizados’ por no poder o no querer adaptarse a tiempo.


En todo este ambiente desolador acompañamos a Winston Smith en su odisea por intentar encontrar un atisbo de esperanza, de libertad, en su tétrico y plomizo mundo. Empezando con su pequeña rebelión íntima, con la escritura de un diario cuando hasta la misma escritura es un acto penado por las leyes del Hermano Mayor; y más adelante a través del amor prohibido, empezando una relación amorosa secreta con Julia (una joven que sabe que el mundo que la rodea es una tiranía pero siempre dispuesta a amoldarse a lo que promueve el Partido porque sabe que “gritar con la multitud es la única forma de estar a salvo”). Los dos (aunque principalmente Smith, el idealista asustado pero esperanzado) se lanzarán a la búsqueda de la Hermandad, un supuesto grupo oculto de resistencia con el que creen que podrán ayudar a cambiar el rumbo de su mundo, socavando las bases del poder del Hermano Mayor. 
Y sin embargo, nunca hay un verdadero resquicio para la esperanza. Lo teme Winston Smith, lo sabe Julia y lo descubriremos los lectores. Aún así es difícil estar preparado para el desenlace de 1984. El tramo final de la obra es un pozo brutal de deshumanización, una galería de los horrores del ultra-totalitarismo llevado al máximo imaginable. Y como al Partido no le importan los actos manifiestos sino el pensamiento, ahí es donde centran todos sus esfuerzos: “No nos limitamos a destruir a nuestros enemigos, sino que los cambiamos”, como afirma el despiadado encargado de la tortura y el lavado de cerebro. No se busca el castigo, solo la reeducación mental antes de hacer desaparecer al opositor, de vaporizarlo. El horror por el puro horror de mantener la realidad inalterada e inalterable.

Del dolor solo puede desearse una cosa: que cese. No hay nada peor que el dolor físico. Ante el dolor no hay héroes, no hay héroes”.

Aún después de todo lo dicho, me queda la sensación de que es difícil resumir en solo estos cuantos párrafos toda la huella que deja en el lector una obra tan dura como impactante. No es un libro con una visión optimista ni esperanzadora, ni una lectura que vaya a permitirnos salir intactos de su ordalía, ya que nos arroja a una historia de inevitable derrota donde cada personaje acaba siendo aplastado de la forma más brutal por la estructura todopoderosa e inhumana de un estado opresor.
Orwell nos introduce en una realidad sumamente angustiosa, sin apenas resquicios para escapar, “la época de la uniformidad y la soledad” como la define el protagonista en cierto momento de la obra. La realidad de 1984 está construida sobre el control constante de la sociedad, la paranoia ante la vigilancia mutua, la denuncia de la heterodoxia, la reescritura del pasado, el culto a la personalidad del líder, el lavado del cerebro, la tortura y la muerte. Esta distópica visión de un mundo dominado por la tiranía más completa, por un totalitarismo implacable llevado a su máximo extremo, deja una profunda y desagradable marca en el alma del lector. Al cerrar sus páginas, uno solo puede dejar escapar el aire contenido porque por suerte no vivimos en 1984. No obstante, seguramente está en manos de todos nosotros no dejar nunca que una realidad tan oscura y terrible puede cobrar forma completa.


VALORACIÓN

FICHA
1984
George Orwell
Nova
Traducción de Miguel García Temprano
Ilustraciones interiores de Jim Burns
Tapa dura con sobrecubierta, 336 páginas
24,90 euros 


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3 comentarios:

  1. Buena obra junto con "Nosotros" de Zamiatin hacen un buen tandem. Aunque es más compleja de leer. Al menos para lo que da mi mollera.

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    1. Si, leí Nosotros hace tiempo y también es de esos libros que deja bastante mal cuerpo. Creo que no me impactó tanto como este 1984, pero desde luego es una influencia básica para Orwell.

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  2. 1984 tiene una segunda parte que salió hace unos años, autorizada por la familia del autor. Se llama Julia es bastante interesante. Complementa la historia de 1984, con la perspectiva de Julia.
    Y con relación a tu postura, pues la verdad es que parte de 1984 si se cumplía en la epoca sovietica, y si se cumple en la Rusia actual, Norcorea, Venezuela y en otros países con dictaduras. No fue una obra tan de ficción como la gente quiere creer.

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