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viernes, 14 de mayo de 2021

La muerte y el fin de lo irrevocable, ensayo de Steven Erikson

La saga de Malaz el Libro de los Caídos toca multitud de temas diferentes, pero sin duda uno de los más importantes es la muerte. La obra de Steven Erikson ofrece distintas visiones y aproximaciones al acto último de toda vida, y la saga está plagada de reflexiones alrededor del final de la existencia. Precisamente esta semana el autor canadiense nos ha dejado un nuevo ensayo donde reflexiona sobre la cuestión del fin de la vida, hablándonos de sus experiencias personales y sus momentos más cercanos al gran drama final. Por supuesto también hay sitio para las lecturas de género (desde las historias de horror a las de espada y brujería) donde se mezclan la muerte y el terror, así como para hablar de su influencia en la escritura de Malaz, y sobre como se concibe el paso entre la vida y la muerte en su saga fantástica. Como es habitual, una interesante lectura en la que podéis sumergiros tranquilos ya que solo hay referencias a sucesos de Los jardines de la luna.

Encuentro en el camino, por Kremena Chipilova.



La muerte y el fin de lo irrevocable,
por Steven Erikson


Vi mi primer cadáver cuando tenía unos once años. Era el deshielo de primavera en el río Rojo, al norte de Winnipeg. Un par de amigos y yo estábamos en la crecida orilla del río, jugando al perfectamente seguro juego de saltar de balsa de hielo en balsa de hielo mientras giraban y giraban en la corriente.
Una muerte temprana en invierno, sin duda. Un hombre que se hunde en el hielo en algún lugar río arriba. Ahogado y enganchado en el lugar, hasta que el mundo helado del invierno se deshizo en una empapada descomposición, después de lo cual fue liberado para emprender su viaje a lo largo del curso del río, a través de Lockport, y luego más allá, hacia el vasto mar interior que es el lago Winnipeg.
Una larga inmersión bajo el agua le hace cosas al cuerpo. No entraré en demasiados detalles aquí. Pero pierde su forma normal, su simetría natural. También pierde color. Los rasgos desaparecen detrás del globo lleno de gas del rostro. No tiene personalidad, no tiene identidad y es indescriptiblemente frío en todos los sentidos imaginables. Pasó flotando casi al alcance de la mano, el cabello pálido fluía como algas marinas, arrastrando una mano sin uñas, un transbordador de carne que cruzaba hacia lo desconocido y lo incognoscible. 
Volví a ver cuerpos en Centroamérica, aún sin hinchar por los gases en expansión, demasiado humanos en su apariencia. Si hubiera tenido una pala los habría enterrado, o eso me gusta pensar, pero la verdad es que estaba en un estado mucho más allá de los gestos prácticos o heroicos. Esto es lo que pasa con un rostro una vez que la vida lo ha abandonado. No es solo la quietud lo que te conmueve. Es la ausencia. La realidad visual te golpea con su esencial e insensata vacuidad. No hay nadie detrás de los ojos entrecerrados y repletos de moscas. De repente, la carne es simple arcilla, subrayando la metáfora bíblica, un golem, un simulacro, una interpretación de cera dispuesta ingeniosamente en una verdad conmovedora y sin palabras.
La vida abandona la carne. En las historias de ficción a lo largo y ancho de todo nuestro mundo, nuestra realidad tal como la percibimos, encontrarás historias de fantasmas que subrayan la creencia común de que alguna esencia de la identidad, el alma, si lo deseas, es inmortal, o mejor dicho, incorpórea. Estas historias existen en todas las culturas de una forma u otra. Ver un cadáver es comprender, inefablemente, que algo lo ha dejado, que no se está mirando a una persona simplemente extinguida por la avería del mecanismo que es la biología, la carne, los huesos y la sangre. Las sensibilidades modernas autodenominadas "ilustradas" insistirán en tal cosa. Mera extinción. El vacío de la inexistencia una vez que la máquina deja de funcionar. 
Muchos sostienen que la conciencia, el yo, existe únicamente dentro de la carne del cerebro. Cuando el cerebro deja de funcionar, la conciencia muere. Esto es similar a decir que cuando la radio se rompe, el pequeño cantante dentro de ella también muere. Los neuroanatomistas continúan buscando el lugar exacto de la conciencia en toda esa materia gris, pero parece cada vez más seguro que existe en un estado liminal, y que los haces neurales también se distribuyen por todo el cuerpo, en órganos específicos, incluido el corazón. Por lo tanto, si los haces neuronales son los generadores de la Mente, entonces la Mente se manifiesta en todo el cuerpo. De modo que los poetas homéricos que hablaban de la angustia del corazón y la furia del hígado tal vez no fueran tan metafóricos como podríamos pensar. 
Aproximadamente un mes antes de que mi padre muriera, nos sentamos y hablamos sobre la muerte. Se mantuvo firme en su afirmación de que la muerte es el final, una extinción completa. No estaba muy seguro, pero por razones obvias lo estaba pensando mucho. No le pregunté a mi padre si su creencia lo consolaba. No parecía el momento adecuado. Quizás debería haberlo hecho, pero echando la vista atrás, me doy cuenta de que nuestra conversación no fue realmente sobre lo que hay tras la muerte; sino que mi padre seguía llevándola de vuelta a todo lo que extrañaría de vivir y que, de hecho, estaba sentado frente a mí y compartíamos su duelo por su propia muerte inminente. 
En estos días, soy más optimista al respecto. Los sistemas de creencias son solo eso. Constructos del universo, o realidad, que supuestamente están destinadas a consolar al creyente, aunque solo sea en el ámbito de justificar la propia actitud de uno hacia esa realidad, ese universo, que a su vez sirven para racionalizar los propios pensamientos y acciones. Un gran circuito de retroalimentación de sentimientos y pensamientos. La cuestión es: cree lo que quieras; lo que ocurra, sucederá de forma independiente.
Mi padre creía en la ausencia absoluta y repentina del ser, después de su último aliento entrecortado. Al menos cincuenta mil años de humanidad y culturas no estaban de acuerdo con él. Pero como producto de la era científica, estaba atado a una certeza sobre la naturaleza de la cosas tan sólida e inamovible como cualquier fe. 
Un amigo que fue médico en las guerras árabe-israelíes me dijo una vez que cuando se lleva una camilla con alguien encima, en el momento en que la vida abandona a esa persona, el cuerpo no se vuelve más ligero de repente. En cambio, se vuelve más pesado. Pienso sobre eso. Mucho.
Hace unos años, en Puglia, en un monasterio llamado Fornello, que se encontraba junto a un lugar neolítico en la cima de una colina que incluía un asentamiento colonial griego, el equipo con el que estaba trabajando excavó la boca de una cueva. El interior de la cueva contenía frescos, nichos y un área de altar, ya que había sido remodelada como iglesia, probablemente en la época bizantina. El monasterio en sí era un edificio abandonado a pocos metros de distancia. En las inmediaciones había cuevas por todas partes, que tuvieron diversos usos a lo largo de las edades, incluido el almacenamiento de queso y vino, refugio para ovejas y cabras, y lugares de culto. 
La boca de la cueva necesitaba ser apuntalada ya que estaba cerca de colapsar, requiriendo ser excavada antes de reconstruir los muros de soporte. Se habían encontrado unos pocos dientes humanos en el umbral de la cueva propiamente dicha, así que tenía una idea de lo que podría descubrir la excavación. Elegí trabajar en un área diferente: un extraño agujero de un metro de ancho excavado en el lecho de roca sobre una cueva conocida (pero actualmente inalcanzable) que podría haberse hecho para acceder a esa cueva desde arriba. Al final resultó que la forma del hoyo muy probablemente sirvió para moler granos, uvas o lo que fuera. 
Mientras tanto, las excavaciones alrededor de la otra entrada de la cueva descubrieron tres enterramientos humanos. Eran inhumaciones superficiales, sin una alineación particular de los cuerpos ni ningún otro indicio de ceremonia. Un poco desordenado, en realidad, aunque la articulación aún era evidente, lo que significa que no fueron perturbados ni vueltos a depositar desde otro lugar.
Se cree que se trataban de monjes medievales, probablemente relacionados con el monasterio, pero si es así, lo tosco de las inhumaciones sugiere entierros hechos a toda prisa y, naturalmente, la primera posibilidad que me viene a la mente es la Peste. No estoy al tanto de los resultados de ningún análisis osteológico de los huesos, por lo que la confirmación de las fechas, etc., tiene que esperar. 
Tengo problemas para conectar los simples huesos con un cuerpo humano, un ser humano como ser, como persona y todo lo demás. Son por naturaleza completamente inanimados, un poco diferentes de las rocas, la madera flotante y todas loa demás cosas inanimadas que hay. Si miro una calavera y su forma esquelética de brazos, pecho, vértebras, como hice en Fornello, algo triste se filtra en mis pensamientos, una vaga inquietud. Me molesta que los enterramientos hayan sido perturbados por haber sido exhumados, sin duda. Pero este sentido es más profundo. De este lado del velo, no nos queda mucho. Huesos. Solo huesos. Una radio rota en pedazos.
He leído mucha ficción de terror. Historias de fantasmas. En términos de metafísica, las historias de fantasmas se basan en la afirmación de que algo sobrevive a la muerte del cuerpo. Un alma, o un eco psíquico de un ser que alguna vez vivió pero que ahora está muerto. Sin esa afirmación, no puedes tener historias de fantasmas. En ese sentido, y en esos cuentos, la muerte no es donde terminan las cosas. Algo persiste o vuelve. 
La primera historia de espada y brujería que realmente me impactó fue la primera historia de Howard sobre Conan, que involucra a Conan cayendo en una cripta y arrebatando una espada al cadáver de un rey sentado en un trono. Ese cadáver vuelve a la vida y busca recuperar su espada. Luchan. En la versión cinematográfica, se eliminó todo el horror de la escena: el cadáver se inclina un poco cuando se le quita la espada, pero eso es todo. Eso me cabreó muchísimo.
Pero la cuestión es que, dado que la espada y brujería fue mi verdadera introducción a la ficción fantástica, mi sentido de esa sensibilidad ficticia se infundió con los mismos elementos que se encuentran en las historias de fantasmas. La muerte no es el final. El velo se alza. A veces, las cosas se quedan y, a veces, vuelven. 
Hay una fuerte corriente del género del terror en las novelas y novelas cortas de Malaz que he escrito, especialmente en las novelas cortas donde mis personajes principales son los nigromantes; la nigromancia se basa en la premisa de que el alma existe separada del cuerpo, y que si bien los fantasmas pueden ser parte de la nigromancia, empujando las almas hacia cuerpos sin vida y atrapándolas ahí, hay un acto determinante del nigromante (el otro es animar cuerpos sin vida y sin alma). El nigromante domina la separación de los velos, llegando al reino de los muertos. 
El universo de Malaz, en ese sentido, es una continuación de los sistemas de creencias presentes, hasta el día de hoy, aquí en nuestro mundo. El universo de Malaz, en otras palabras, es simplemente una elaboración de los sistemas de creencias comunes entre innumerables culturas y a lo largo de toda la historia de la humanidad, con respecto a la vida después de la muerte. Cuando lo estaba escribiendo (demonios, incluso cuando lo estábamos jugando), el marco detallado del reino del Embozado, cosido en el tejido de la metafísica del universo malazano, no parecía en absoluto inusual o incluso único. De hecho, es un lugar común, especialmente teniendo en cuenta los orígenes en la espada y brujería de la clase particular de fantasía con la que estábamos lidiando. En consecuencia, los personajes mueren. La mayoría permanece muerta. Algunos no lo hacen. Nada importante. Los velos en el mundo de Malaz están hechos jirones. Las almas dejan los cuerpos, emprenden viajes, atraviesan la puerta o no atraviesan la puerta. El precedente de esto se estableció al comienzo de Los jardines de la luna, cuando el alma de una bruja muerta se cuela en el cuerpo vivo de una niña. 
Con la excepción de un segmento bastante pequeño de personas aquí en nuestro mundo (personas como mi padre), la noción de vida después de la muerte y todo lo que el concepto implica, aferrarse a una vida después de la muerte de algún tipo, es un lugar común y predominante. Un mundo ficticio como el de Malaz encaja perfectamente en eso, y no solo se basa en antecedentes homéricos, sino en una multitud de sistemas de creencias culturales existentes. 
¿Estaba de acuerdo con mi padre? No completamente. No estaba seguro, agnóstico en el verdadero sentido de la palabra. La ficción de Malaz hasta ese momento era simplemente tomar un sistema de creencias común y trabajar con él con fines de entretenimiento, infundido con el amor de fondo por las historias de terror y fantasmas. El único giro en todo eso fue rechazar la idea de que las almas de más allá del velo de alguna manera eran, todas y cada una, convertidas en entidades malignas por el mismo acto de morir; que la conciencia de la versión viviente continuaba, indudablemente traumatizada por el acto de morir, y por lo tanto transformada en formas más allá de lo corpóreo, pero no automáticamente algo que ser temido, o algo que se volvía malvado. Y que sería interesante seguir a un personaje más allá de su propia muerte. Después de todo, esto era ficción de fantasía, donde los dragones, los dioses y los muertos vivientes estaban prácticamente en todas partes. De hecho, el gran malvado de Los jardines de la luna era un jaghut no muerto en busca de su 'piedra del alma'. Así que el precedente se estableció desde el mismo principio. 
Cuanto más envejece uno, más se acerca a su relación con la muerte y con el acto de morir. Los seres queridos pasan. Los amigos mueren. Los actores y actrices en pantalla con los que uno creció, los músicos y compositores, todos los héroes de la juventud, comienzan a caer, uno por uno. El precipicio personal se acerca cada vez más. 
Desde la muerte de mi padre, he estado leyendo sobre la conciencia y la teoría de la mente. Libro tras libro. Científicos y filosóficos. Nadie está más cerca de atrapar la conciencia, no importa cuánto lo intente. Muchos libros están escritos con aires de absolutismo y certeza, pero los cimientos sobre los que se construye todo eso es tan efímero como el humo. Mis lecturas han llevado mis intereses a la cosmología, a los reinos cuánticos, donde todo se vuelve más loco e incluso menos seguro. Y por último, a nivel personal, que no se detallará aquí (ni en ningún otro lugar), he llegado a un momento en el que la muerte no me preocupa en absoluto. 
Pero estoy seguro de que, como mi padre, me afligiré por todas las cosas de este lado del velo. Eso parece natural. Mi partida dejará huecos en la vida de los demás, al igual que la partida de mis dos padres dejó huecos en mi vida.
Y en algún lugar, quizás todavía hasta el día de hoy, hay un hueco vacío en una vida, dejado allí por alguien que desapareció. Un cuerpo desconocido que se alza desde las profundidades de un río helado, que finalmente se suelta tras un largo invierno de oscuridad, para emprender su viaje hacia la luz una vez más.
En mi mente, todavía cabalga ese río. El sol calienta en lo alto, los niños juegan en la orilla y todas las almas están en paz. 



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3 comentarios:

  1. Acabo de terminar El Dios Tullido ... y ahora estas reflexiones del autor sobre la Muerte son como una luz sobre su proceso creativo. Completado Malaz, caídos e imperio, ya estoy loco por empezar de nuevo pero ahora en cronología interna ... estos ensayos de Erikson me aclaran muchos puntos en los que me preguntaba el por qué toma esa decisión para que tal cosa ocurra ... o no. Muchas gracias Daniel por acercarnos estos textos.

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  2. Hola buenos días.

    Soy un lector de literatura fantástica que se decide entre empezar la saga de "La rueda del Tiempo" o la "Saga Malaz", me gustaría recibir alguna opinión al respecto.

    Gracias de antemano. Un saludo.

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    1. Buenas, no te puede hablar de la Rueda del Tiempo porque no la he leído, pero en Malaz te vas a encontrar con un mundo y una historia impresionantes. En la cabecera del blog tienes una sección llamada Archivo malazano, si pinchas ahí encontraras diversos artículos sobre la saga y te recomiendo que le eches un vistazo al titulado 'Razones para leer Malaz' que te puede aclarar mucho sobre la saga de Erikson ;)

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