Páginas

jueves, 14 de mayo de 2020

Reseña: Las Doncellas de Óxido, de Gwendolyn Kiste

SINOPSIS: Verano de 1980 en Cleveland, Ohio. Phoebe Shaw, y su prima y mejor amiga, Jacqueline, acaban de graduarse en la escuela de secundaria en medio de un futuro del todo desalentador e incierto. Toda la ciudad está copada de fábricas abandonadas que pueblan el horizonte, y la sombra de una huelga sobrevuela la rutina que gobierna sus vidas...
Pero, nada de eso es equiparable a lo que está ocurriendo en su propio vecindario. Las chicas con las que Phoebe y Jacqueline han crecido, están mutando. El pistoletazo de ese cambio lo dará el descubrimiento de unas oscuras huellas acuosas sobre la acera. Una a una, las jóvenes se van marchitando: sus uñas se transforman en cristales rotos, y sus huesos se convierten en metales oxidados que corrompen su carne.
Nadie puede explicar qué es lo que pasa con las chicas de la calle Denton; nadie, salvo quizá ellas mismas.


RESEÑA: En 2019 la escritora Gwendolyn Kiste se alzaba con el premio Bram Stoker a la categoría de mejor novela debut con Las Doncellas de Óxido, y aunque el galardón es el máximo reconocimiento mundial en el campo del género del terror hay que señalar que esta sugerente novela escapa a cualquier clasificación fácil. Y es que la obra que publica a finales de este mes la editorial Dilantando Mentes no se puede encasillar en el terror gore ni el puramente psicológico; no es tampoco una fantasía surrealista o una ficción especulativa con duros toques de realismo; tiene toques de todos ellos pero es mucho más, porque logra construir una perturbadora narración sobre un suburbio sin futuro y unas jóvenes que tratan de romper las cadenas invisibles con las que la sociedad y lo desconocido tratan de lastrarlas.
Pero entremos de una vez en materia. En Las Doncellas de Óxido acompañamos a Phoebe Shaw en su retorno a su Cleveland natal, a donde vuelve unos 28 años después de su marcha cargada con el peso de la derrota y con la sombre de su pasado aguardándola con fauces ansiosas. Y es que la chica que salió de allí, una joven llena de sueños de futuro por cumplir, es ahora una mujer madura a la que en su hogar materno la esperan los desagradables recuerdos de los extraños sucesos de los que fueron protagonistas las jóvenes que vivían en la calle Denton.
Kiste empieza así a construir una opresiva narración en dos tiempos: el presente (2008) en el que Phoebe vive y el pasado (1980) que irá rememorando y que carga con el principal peso de la historia. De esta forma iremos descubriendo como en 1980 la calle Denton, un suburbio habitado por las humildes familias de los trabajadores de una acería que se encamina hacia un ERE, empieza a ser recorrido por una extraña ola que va transformando a sus jóvenes. Un puñado de chicas que acaban de graduarse en el instituto sufren una inesperada metamorfosis que poco a poco va convirtiendo sus cuerpos en extraños organismos que se oxidan y de los supuran líquidos metálicos. Algo que nadie es capaz de comprender o explicar, y que las convertirá en el centro del horror y de la estupefacción general.
Kiste nos hace compartir las vidas de un grupo de chicas que tienen que dar sus primeros pasos en la vida adulta pero que lo único que encuentran a su alrededor es la apatía de un futuro sin esperanzas o la constreñida realidad de volver a repetir los roles tradicionales de sus madres. Unas mujeres que se sienten descartadas por la sociedad en un entorno suburbano donde el paro y la falta de expectativas acechan como una gran sombra sobre todos sus habitantes. Mientras sus cuerpos cambian hacían lo extraño, hacia lo desconocido y lo desconcertante, sus vidas también se hunden en un mar de desesperación. Y es que Kiste nos traslada a una época y una sociedad que se asoman al abismo de la crisis, y que nos ofrece un sombrío pero certero reflejo de nuestro propio mundo actual.
Frente a esa fría desesperación que se filtra como el óxido por las mentes y los cuerpos transformados de las jóvenes que viven en la calle Denton, solo les resta la evasión que les ofrece el alcohol o los sueños de un futuro lejos de su apática realidad diaria; o sencillamente la compañía de sus amigas, ya que en medio de tanta oscuridad la amistad resplandece como el único (y último) refugio. Phoebe será la testigo principal de aquella extraña transformación y la única que tratará de encontrar una salida para las Doncellas de Óxido, una salida que también busca para ella misma de la anodina realidad que las juzga y las descarta como personas válidas.
La historia de las Doncellas de Óxido de la calle Denton es la historia de unas jóvenes que luchan por no sucumbir ante un destino que no es el suyo, que no quieren ni buscan, ni se merecen. Ya sea por sus deseos de escapar de una vida ordinaria como amas de casa o por su inesperada transformación en monstruos de herrumbre, las cinco jóvenes se convierten en una muestra patente del precio a pagar por transgredir el orden establecido. Las chicas  de la calle Denton se convierten en verdaderos freaks,  un espectáculo bizarro que mostrar a curiosos y turistas, que señalar con un dedo, o que los propios agentes federales investigan con recelo.
Por eso el anhelo de Phoebe es poder compartir el destino de su única amiga y de sus compañeras de transformación, ya que su única tabla de salvación parece ser unirse a las diferentes, a las excluidas, que encuentran consuelo en su mutua compañía. Por ello mismo Kiste se empeña en dejarnos bien claro que los que los demás encuentran repulsivo y perturbador, incluso amenazante, precisamente es lo que las convierte en especiales. “Nada en esas chicas era monstruoso para mí. Eran diferentes, sin duda, pero también hermosas de una manera extraña. Las envidiaba”, como confiesa en cierto momento la propia Phoebe.
Cuando 28 años después la protagonista regresa a su hogar todavía se siente perseguida por ese pasado, que sigue resonando bien vivo en cada rincón de la calle Denton. "Oremos por las Doncellas de Óxido", saluda una pintada callejera a la hija pródiga nada más arrancar la narración, como un recuerdo del pasado que no muerte en esta historia en dos tiempos. Y pese a que la relación de Phoebe con sus padres o con las familias de las Doncellas sigue sangrando por las heridas del pasado, Kiste se guarda un resquicio para la redención personal de los personajes y para que la esperanza alumbre sobre todos aquellos que viven a la sombra de las damas de herrumbre.
Con Las Doncellas de Óxido llegamos a un barrio de clase obrera con el regusto rancio de la industrialización en una época de crisis, donde lo inesperado clava sus garras en un grupo de chicas normales y corrientes. Una historia narrada en un tono pausado, en dos tiempos, que nos muestra como el horror sobrenatural y sin explicación se filtra poco a poco en la cotidianeidad más anodina, como el óxido que se apodera lentamente de las vidas de las jóvenes de la calle Denton. Escapando de cualquier clasificación simple de género, Kiste nos muestra una sociedad asfixiante y sin esperanzas para una joven generación de jóvenes mujeres, donde la única manera de escapar es romper con el pasado.
A pesar del tono oscuro y descorazonador de algunos de sus tramos, la novela logra guardarse un rayo de optimismo por el futuro, por la posibilidad de dejar atrás los errores del pasado y encontrar una nueva paz. Y es que nuestro mundo, ya sea en 1980 o en 2008 (o en la actualidad), puede ser un suburbio triste en una urbe industrializada sobre la que pende la amenaza de la crisis (económica y social), pero siempre hay sitio para seguir adelante.  Y es que como repiten varios personajes a lo largo de la novela “las cosas cambian. A veces es para mejor, otras no.” Solo de nosotros depende encontrar la belleza en medio de la desesperación y poder aferrarnos a aquellos a quienes nos ayuden a hacer más luminoso cada día.


FOTORESEÑA de la edición de Dilatando Mentes

VALORACIÓN

FICHA
Las Doncellas de Óxido
Gwendolyn Kiste
Dilatando Mentes
Traducción de José Ángel de Dios
Tapa blanda con solapa, 308 páginas


No hay comentarios:

Publicar un comentario