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sábado, 24 de octubre de 2015

Primer capítulo de adelanto del tercer libro del Archivo de las Tormentas

El incansable Brandon Sanderson se encuentra actualmente en pleno proceso de escritura del tercer volumen de su ambiciosa saga El Archivo de las Tormentas. El libro, que tiene por título provisional Oathbringer (Portajuramentos), estará centrado principalmente en el personaje de Dalinar Kholin (igual que El camino de los reyes lo estuvo en Kaladin y Palabras radiantes en Shallan).
Pues bien, durante su gira de presentación de Shadows of self (la nueva novela de Nacidos de la Bruma y de las que tenéis más detalles en esta ENTRADA), el autor norteamericano aprovechó para leer un fragmento de lo que lleva escrito de la nueva novela de Roshar. El extracto pertenece al comienzo del primer capítulo de flahsback centrado en un joven Dalinar Kholin y no contiene spoilers ni de El camino de los reyes ni de Palabras radiantes
Os dejo la traducción completa de esta fragmento. ¡Disfrutadlo!




Los rocabrotes crujieron como cráneos debajo de las botas de Dalinar cuando cargó por el campo quemado. Sus hombres de élite marchaban atronadoramente detrás de él, una fuerza selecta de soldados tanto ojos claros como oscuros. No eran una guardia de honor. Dalinar no necesitaba guardias. Eran simplemente los hombres que consideraba lo suficientemente competentes como para no avergonzarlo.
A su alrededor, los rocabrotes ardían. El musgo -seco por el calor del verano y los largos días transcurridos entre las tormentas de esta época del año- se encendía en oleadas, haciendo que las conchas de los propios rocabrotes ardieran. Dalinar cargó a través del humo, confiando en su armadura acolchada y sus botas gruesas para protegerlo. Llamaspren, como diminutas personas hechas de fuego, bailaban de un parche ardiente al siguiente.
El enemigo -presionado por sus ejércitos desde el norte- se había retirado a esta ciudad justo por delante. Dalinar se había contenido, con dificultad, de entrar en este choque inicial. Sabía que la verdadera lucha tendría lugar en la ciudad.
No había esperado que el enemigo -en un desesperado movimiento-  prendiera fuego a esta llanura, quemando sus propios cultivos para bloquear el acceso sur. Bueno, ningun problema. Los incendios podían irse a Condenación por lo que a Dalinar respectaba. Condujo a sus hombres en una carga, y aunque algunos fueron abrumados por el humo o el calor, la mayoría permaneció con él. Habían chocado contra el enemigo desde el sur, presionándolo entre sus hombres y el ejército principal.
Martillo y yunque. Su tipo favorito de táctica: el tipo que no permitía a sus enemigos alejarse de él.
Cuando Dalinar irrumpió desde el aire lleno de humo, se encontró con unas pocas líneas de lanceros formando filas apresuradamente en el extremo sur de la ciudad. Había restos de un muro, pero había sido derribado hacía unos pocos años. Dalinar había olvidado el nombre de la ciudad, pero la ubicación era ideal. Una gran cordillera al este hacía de refugio natural para las tormentas y había permitido que este lugar se extendiera, casi como una ciudad real.
Dalinar gritó a los soldados enemigos, golpeando su espada  -solo una espada larga- contra su escudo. Llevaba una coraza resistente y yelmo junto con botas de hierro forrado. Los lanceros justo delante de él vacilaron cuando sus tropas de élite rugieron desde el humo y la llama, gritando una cacofonía sanguinaria.


Unos pocos lanceros tiraron sus armas y corrieron. Miedospren, pegajosos pegotes de color violeta, se retorcieron en masa alrededor de la posición enemiga. Dalinar sonrió. No necesitaba Esquirlada para intimidar.
Golpeó a los lanceros como una roca rodando a través de un bosque de árboles jóvenes, blandiendo su espada y lanzando extremidades al aire. Una buena lucha se basaba en el impetu. No pararse. No pensar. Seguir hacia adelante y convencer a tus enemigos de que son tan buenos como cadáveres. De esa manera, luchan menos a medida que los envías a sus piras.

Cuando Dalinar se metió entre ellos, los lanceros empujaron con sus lanzas freneticamente -menos para tratar de matarlo, más para tratar de alejar a ese loco. Sus filas se derrumbaron, y muchos de los hombres volvieron sus flancos a los hombres de Dalinar, centrándose sólo en él.
Dalinar rió, apartó a un lado un par de lanzas con su escudo, y luego destripó un hombre con un espadazo profundo en las tripas. El hombre dejó caer su lanza llevado por el pánico, tratando de agarrar sus entrañas, y sus aliados retrocedieron ante la horrible visión. Así Dalinar entró oscilante, rompiendo el equilibrio, matándolos con una espada cubierta con la sangre de su amigo.
La élite de Dalinar diezmó la línea ahora rota, y comenzó la verdadera masacre. Dalinar empujó hacia adelante, manteniendo el impulso, segando a través de las filas hasta llegar a la parte de atrás, respirando profundamente y limpiándose el sudor de su rostro ceniciento. Un joven lancero cayó delante de él, llorando, gritando por su madre mientras se arrastraba por el suelo de piedra, dejando un rastro de sangre. Miedospren mezclados con nervudos dolorspren de color naranja lo rodeaban.
Dalinar negó con la cabeza, cogiendo una lanza caída y caminando más allá del joven, clavandola de golpe en el corazón del muchacho al pasar. Los hombres a menudo lloraban a sus padres mientras morían. No importbaa la edad que tuvieran. Había visto hacerlo a hombres de barbas grises, igual que a los niños como éste. No es mucho más joven que yo, pensó Dalinar. Tal vez diecisiete años. Pero entonces, Dalinar nunca se había sentido jóven, independientemente de su edad.
Sus élites formaban detrás de él, después de haber dividido la línea enemiga en dos. Dalinar danzó, sacudiendo su espada ensangrentada, sintiendose alerta, excitado, pero aún no vivo. ¿Donde estaba?
Vamos…
Un gran grupo de soldados subió por la calle hacia él, liderado por varios oficiales vestidos de blanco y rojo. Dalinar pudo ver desde el camino como se detuvieron, alarmados, porque no esperaban que sus lanceros cayeran tan rápidamente.
Dalinar cargó. Sus élites lo vieron, por lo que fue seguido por una fuerza de cincuenta o sesenta y el resto tuvo que acabar con las filas de desafortunados lanceros. Cincuenta bastarían. Los concurridos límites de la ciudad significaban que Dalinar no debería necesitar más.
Mientras se acercaba a esta nueva fuerza, centró su atención en un hombre montado a caballo. El individuo llevaba una armadura de placas, obviamente con la intención de semejar una Esquirlada, aunque sólo de acero común. Carecía de la belleza, el poder, de la verdadera Esquirlada. Aún así todavía parecía que era la persona más importante. Esperemos que eso signifique que es mejor.
La guardia de honor del hombre se apresuraron a atacar  y Dalinar sintió que algo se movía dentro de él. Como una sed, una necesidad física.
Desafío. ¡Necesitaba un desafío, tormentas!

Se enfrentó con el primer miembro de la guardia, atacando con rápida brutalidad. La lucha en el campo de batalla no era como en la arena de duelos; Dalinar no bailaba alrededor de su contrincante, poniendo a prueba sus habilidades. Aquí fuera, ese tipo de cosas conseguiría que alguien le apuñalara por la espalda. En cambio, Dalinar golpeó con su espada al enemigo, que levantó su escudo para bloquear. Dalinar atacó con una serie de golpes poderosos, rápidos, como un batería golpeando a un ritmo furioso. ¡Bam, bam, bam, bam!
El soldado enemigo no tuvo la oportunidad de lanzar un contraataque. Colocó su escudo sobre su cabeza, dejando a Dalinar todo el control. Dalinar siguió golpeando mientras levantaba su propio escudo delante de él y lo empujó contra el hombre, obligándolo a volverse hasta que tropezó. El escudo del hombre se movió, dejando que la espada de Dalinar descendiera en ángulo y le mordiera en la parte superior del brazo.
El escudo cayó completamente. Este hombre no tuvo la oportunidad de llorar por su madre.

Dalinar dejó que sus elites se ocuparan de los otros; el camino estaba abierto hasta el brillante señor. No era lo suficientemente mayor para ser un Alto Príncipe. ¿Sería algun otro ojos claros importante? ¿O... no recordaba Dalinar algo acerca de un hijo mencionado durante las interminables reuniones de planificación de Gavilar? Bueno, este hombre ciertamente parecía magnífico en esa yegua blanca, observando la batalla desde dentro de su yelmo, a cubierto de lo que sucedía a su alrededor.
Dalinar se detuvo, agitando su espada con entusiasmo, inhalando y exhalando. El enemigo levantó su espada hasta su yelmo en señal de que aceptaba el desafío.
Idiota.

Dalinar levantó el brazo del escudo y señaló, contando con que al menos uno de los hombres de su vanguardia habia sobrevivido y se quedaba con él. De hecho, Jenin avanzó rápido, desenganchó el arco corto de su espalda y -mientras el brillante señor gritaba de sorpresa- disparó al caballo en el pecho.
-Odio disparar a los caballos -gruñó Jenin, mientras la bestia se encabritaba de dolor.-  Es como tirar mil broams en el océano tormentoso, Brillante.
-Te comparé dos cuando terminemos con esto -dijo Dalinar mientras el brillante señor caía hacia atras, descabalgado. Dalinar avanzó esquivando las pezuñas y los bufidos de dolor, buscando al hombre caído. Se alegró de que se estuviera levantando.
Dalinar llegó balanceándose. El brillante señor consiguió alzar su espada, pero Dalinar la apartó, y luego dejó caer su propio escudo y atacó con un potente golpe a dos manos, con la intención de hacer retroceder al soldado ojos claros. Afortunadamente, el hombre era lo suficientemente bueno para recuperar su postura e interceptar el golpe con su escudo.
Probablemente escucharon el crujido subsiguiente hasta la misma Kholinar. De hecho hizo vibrar los brazos de Dalinar.
Impetu. La vida se basa en el impetu. Elije una dirección y no dejes que nada, hombre o tormenta, te desvíe. Dalinar apaleaba al brillante señor, conduciéndolo hacia atrás, furioso y persistente. El hombre resistió admirablemente, y logró una finta sorprendente que cogió a Dalinar con la guardia baja. Dejó que el hombre llegara tan cerca como para embestir a Dalinar con su escudo.
Dalinar esquivó el golpe que siguió, pero el revés lo alcanzó sólidamente en el lado de la cabeza, haciéndolo tropezar. Su casco se abolló, el metal doblado por el golpe mordió su cuero cabelludo, haciéndolo sangrar. Veía doble, su visión se hizo borrosa.

El brillante señor, inteligentemente, entró a matar. Dalinar blandió su espada en un tambaleante golpe completo de hombros, haciendo que el arma del brillante señor se le escapara.
A su vez, el brillante señor golpeó a Dalinar en la cara con el guantelete y la nariz de Dalinar crujió.
Dalinar cayó de rodillas, su visión se hizo borrosa, la espada se le escapó de los dedos. Su enemigo estaba respirando profundamente, maldiciendo entre respiraciones, sin aliento por el corto pero frenético enfrentamiento. Sacó de su cinturón un cuchillo.

Una emoción se agitó dentro de Dalinar. Un fuego que llenó el foso interior. Lo atravesó, limpiándolo, y le despertó, trayéndole claridad. Los sonidos de sus tropas de élite luchando con la guardia de honor del brillante señor se desvanecieron, metal contra metal convertidos en tintineos, los gruñidos se volvieron un zumbido lejano. 
Dalinar sonrió. Luego la sonrisa se convirtió en una sonrisa con dientes. Su visión regresó mientras el brillante señor -que acababa de recuperar su cuchillo- alzaba la vista y comenzaba a retroceder a trompicones. Parecía horrorizado.
Dalinar rugió, escupiendo sangre y arrojándose sobre al enemigo. El golpe que vino hacia él parecía lamentable y Dalinar se agachó, arrojando su hombro contra su enemigo y empujándolo hacia atrás. Algo vibraba dentro de Dalinar, el pulso de la batalla, el ritmo de matar y morir.
La Emoción.

Golpeó a su enemigo haciéndole perder el equilibrio, luego lanzó su espada. Sin embargo, gritó el nombre de Dym y este le arrojó un arma de asta, con un pincho en un lado y una amplia hacha fina en el otro. Dalinar la cogió en el aire y la hizo girar, esquivando el golpe del brillante señor. Al mismo tiempo, enganchó el tobillo del hombre con la cabeza del hacha; a continuación, tiró.
El brillante señor cayó con un estrépito de acero. Antes de que Dalinar pudiera atacar más, por desgracia, la guardia de honor se convirtió en una molestia. Dos habían conseguido librarse de los hombres de Dalinar, y llegaron en defensa de su brillante señor.

Dalinar paró sus golpes de espada con su arma de asta y giró a su alrededor, retrocediendo y enterrando el filo del hacha en el costado de uno de los hombres. Dalinar liberó el filo y giró de nuevo, golpeando con el arma en la cabeza del brillante señor que se levantaba y haciéndolo caer de rodillas, antes de regresar y atrapar en el momento justo la espada del guardia restante con el mango del arma de asta.
Dalinar empujó hacia arriba, sosteniendo el arma de asta con las dos manos, manteniendo la hoja del guardia en el aire sobre su cabeza. Dio un paso adelante hasta que estuvo cara a cara con su contrincante. Podía sentir el aliento del hombre
.
Dalinar esputó sangre de su nariz destrozada a los ojos del guardia, luego le dio una patada en el estómago. Se volvió hacia el brillante señor, que había vuelto (de nuevo) a ponerse de pie y ahora estaba tratando de huir. Dalinar gruñó, lleno de la Emoción, y giró el arma de asta en una mano, clavó la punta en el costado del brillante señor, y tiró, derribándolo por tercera vez.
El brillante señor rodó. Fue recibido por la visión de Dalinar golpeando su arma de asta con las dos manos, clavando el pincho a través de su pectoral y su pecho. Hizo una crujido satisfactorio y Dalinar lo sacó ensangrentado.

El golpe pareció una señal de algun tipo, y la guardia de honor y los otros soldados finalmente se rompieron ante sus tropas de élite. Dalinar sonrió mientras los veía escapar, los gloriaspren apareciendo a su alrededor como brillantes esferas doradas. Condenación, sienta muy bien batir a una fuerza mayor que la tuya propia.
La Emoción, por desgracia, menguó. Parecía que nunca podía aferrarse a ella todo el tiempo que quisiera. Cerca de allí, el hombre al que había derribado gimió suavemente. Dalinar se acercó, curioso, pateando el pecho blindado.

-¿Por qué...? -dijo el hombre desde el interior de su casco.- ¿Por qué nosotros?
-No lo sé -dijo Dalinar, arrojando el arma de asta de nuevo a Dym.
-¿Tú... no lo sabes? -dijo el hombre moribundo.
-Mi hermano lo eligió -dijo Dalinar.- Yo solo voy donde me indica.
Hizo un gesto hacia el moribundo y Dym atravesó con una espada el agujero del pectoral, terminando el trabajo. El hombre había luchado razonablemente bien; no había necesidad de extender su sufrimiento.
Otro soldado se acercó, entregando a Dalinar su espada. Tenía un chip del tamaño de un pulgar justo en la hoja. Parecía que se había doblado también.
-Se supone que se clave en las partes blandas, Brillante -dijo Dym- no contra las partes duras.

-Lo tendré en cuenta -dijo Dalinar arrojando la espada a un lado mientras uno de sus hombres seleccionado un arma de recambio entre los caídos de suficiente alto rango como para tener una. 
-¿Está... bien, Brillante? -preguntó Dym.
-Nunca he estado mejor -dijo Dalinar, sorbiendo sangre a través de su nariz rota. Dolía como la misma Condenación.
Sus hombres formaron a su alrededor, y Dalinar los encabezó hacia al final de la calle. En poco tiempo, pudo distinguir que el grueso del enemigo seguía luchando por delante, acosado por su ejército.
Detuvo a sus hombres, contemplativo.
Thakka, capitán de las tropas de élite, se volvió hacia él.  

-¿Órdenes, señor?
-Asaltad esos edificios -dijo Dalinar, señalando una hilera de casas. -Vamos a ver lo bien que pelean mientras nos ven rodeando a sus familias.
-Los hombres quieren saquear -dijo Thakka.

-¿Qué hay para saquear en un tugurio como este? -dijo Dalinar con un encogimiento de hombros.- ¿Caparazones de rocabrotes? 
Se quitó el yelmo para limpiarse la sangre de la cara.  
-Podéis saquear después. Ahora mismo necesito rehenes. Hay civiles en algún lugar de esta ciudad de la tormenta. Encontradlos.
Thakka asintió, gritando órdenes. Dalinar tomó un poco de agua. Tendría que encontrarse con Sadeas, y...Algo se estrelló contra el hombro de Dalinar. Solo tuvo una breve visión de él, un borrón negro que le golpeó con la fuerza de una patada. Lo derribó, y el dolor estalló en ese lado.-¿Una flecha? -dijo, parpadeando mientras se encontraba tendido en el suelo. Una flecha de la tormenta brotaba de su hombro derecho, con un astil largo, grueso. Había salido bien a través de la cota.-¡Brillante! -dijo Thakka, de rodillas, protegiendo a Dalinar con su cuerpo. -¡Kelek! Brillante, estás...-¿Quién en Condenación disparó eso? -exclamó Dalinar.

-Allí arriba -dijo uno de sus hombres, señalando a la cresta por encima de la ciudad.
-Eso tiene que ser más de trescientas yardas -dijo Dalinar, empujando a Thakka un lado y levantándose. -Eso no puede...
Estaba mirando por lo que fue capaz de apartarse del camino de la siguiente flecha, que cayó a un solo pie de él, golpeando contra el suelo de piedra. Dalinar la miró, y luego empezó a gritar. -¡Caballos! ¿Dónde están los caballos de la tormenta!  

¿Los habían retrasado los fuegos?
No, por suerte. Un pequeño grupo de soldados los había guiado con más cuidado por los campos, pero los habían alcanzado ya. Mientras se difundía la orden de Dalinar, llegaron al trote once caballos. Dalinar tuvo que esquivar otra flecha cuando tomó las riendas de Noche Profunda, su caballo negro, y se alzó a sí mismo en la silla.

Galopó de vuelta por donde habían venido, seguido por diez de sus mejores hombres. Tenía que haber una forma para subir a la cima... ¡Allí! Un conjunto de rocas zigzageantes, tan poco profundas que no le importaba correr con Noche Profunda hasta ellas. Dalinar estaba más preocupado de que cuando llegara a la cima, su presa hubiera escapado.
Finalmente irrumpió en la cima de la cordillera; una flecha le golpeó en el hombro izquierdo atravesando la coraza, y casi arrojándolo de la silla de montar.
 
  
¡Condenación! Se agarró de alguna manera, apretando las riendas en una mano, y se inclinó bajo, mirando como el arquero -todavía una figura distante- de pie sobre una protuberancia rocosa lanzaba otra flecha. Y otra. ¡Tormentas, el tipo era rápido!
Dalinar movió a Noche Profunda a un lado, luego el otro, sintiendo el zumbido del retorno de la Emición, alejando el dolor. Los cascos del caballo hicieron ruido sobre la piedra mientras otra flecha silbaba delante de su cara, peligrosamente cerca. Por delante, el arquero finalmente pareció alarmarse, y saltó de su posición para huir.

Dalinar cargó con Noche Profunda sobre la protuberancia un momento después, saltando el caballo después de que el arquero huyera, que resultó ser un hombre de unos veinte años con toscas vestimentas. Dalinar tenía la opción de arrollarlo, pero en su lugar galopó con Noche Profunda hasta adelantarlo y pateó al arquero a sus espaldas, lanzándolo desmadejado. Dalinar detuvo su caballo, y luego lo hizo volver hasta donde el arquero gemía, yacíendo en medio de un montón de flechas negras derramadas.
Los hombres de Dalinar lo alcanzaron mientras se aseguraba sobre la silla de montar, una flecha brotando de cada uno de sus hombros. Agarró el arquero, quien finalmente luchaba con sus propios pies y trataba, aturdido, de agarrar su cuchillo del cinturón.

Dalinar giró al hombre, y se percató del tatuaje azul en su mejilla. El arquero se quedó sin aliento y se quedó mirando a Dalinar, cubierto del hollín de los incendios, su rostro una máscara con la sangre de la nariz y del corte en el cuero cabelludo, ensartado con no una, sino dos flechas.
-Esperaste hasta que me quité el casco -dijo Dalinar. -Eres un asesino. Estabas colocado aquí específicamente para buscarme.
El hombre hizo una mueca cuando Dalinar lo agarró con fuerza, una acción que hizo estallar el dolor en el costado de Dalinar. El hombre asintió con la cabeza.

-¡Increible! -dijo Dalinar, dejando de lado al enemigo.- Muéstrame ese disparo de nuevo. ¿Desde cuanta distancia, Thakka? Estoy en lo cierto, ¿no? ¿Más de trescientas yardas?
-Casi cuatro -dijo Thakka.- Pero con la ventaja de la altura.
-Aún así -dijo Dalinar, dando un paso sobre el borde de la cresta. Volvió a mirar el arquero confundido.- ¿Bien? ¡Coge tu arco!
-Mi ... arco -dijo el arquero.
-¿Estás sordo, hombre? -espetó Dalinar.- ¡Cógelo!

El arquero observó a los diez hombres armados a caballo, sombríos de cara y peligrosos, antes de decidirse sabiamente a obedecer. Cogió su arco y algunas flechas, luego dio un paso vacilante hacia Dalinar, echando un vistazo a los astiles similares que estaban clavados en él.
-Atravesó mi armadura de la tormenta -murmuró Dalinar, protegiéndose los ojos.
A su derecha, los ejércitos se enfrentaban abajo, y el cuerpo principal de su élite había llegado para presionar el flanco. La retaguardia había encontrado algunos civiles y los estaba empujando a la calle.
-Elige un cadáver -dijo Dalinar, apuntando hacia un lugar vacío donde había tenido lugar la escaramuza. -Clava una flecha en uno, si puedes.
El arquero se humedeció los labios, pareciendo todavía confuso. Finalmente tomó un catalejo de su cinturón y estudió la zona.

-El de azul, cerca del carro volcado.
Dalinar entrecerró los ojos y asintió. Cerca de allí, Thakka había subido a su caballo y había desenvainado su espada, dejándola descansar sobre sus hombros. Una advertencia no
muy sutil. El arquero lo contempló, luego sacó su arco y disparó una sola flecha negra. Voló de verdad, y se pegó en el cuerpo elegido.
-¡Padre Tormenta! -dijo Dalinar, bajando la mano.- Thakka, antes de hoy, habría apostado la mitad del principado a que tal tiro no era posible.
Se volvió hacia el arquero.
-¿Cuál es tu nombre, asesino?
El hombre levantó la barbilla, pero no respondió.
-Bueno, en cualquier caso, bienvenido a mis élites -dijo Dalinar.- Que alguien le traiga al compañero un caballo.
-¿Qué? -dijo el arquero.- ¡Traté de matarte!
-Sí, desde la distancia -dijo Dalinar, dejando que uno de sus hombres le ayudara a subir a su caballo.- Lo que demuestra muy buen juicio, ya que a los que más me acerco tienden a terminar bien muertos. Puedo hacer un buen uso de alguien con tus habilidades. 

-¡Somos enemigos!
Dalinar señaló con la cabeza hacia el pueblo de abajo, donde el asediado ejército enemigo por fin se estaba rindiendo. 

-Ya no. ¡Parece que ahora todos somos aliados!




¿Qué os parece este adelanto de la tercera parte del Archivo de las Tormentas?
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3 comentarios:

  1. ¡Gracias por traducirlo! Pero prefiero no leerlo, porque se me van a quedar los dientes largos y aún queda mucho para que salga el 3º T___T
    He leído por ahí, que el tercero está centrado en Szeth, no en Dalinar, pero puede ser que se haya equivocado la fuente. Personalmente, prefiero uno de Dalinar, aunque no veo cómo su historia pasada puede influir más ya en el momento presente. Aunque sabemos que tiene misterios que esconde que es posible que sí tengan su relevancia...

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    Respuestas
    1. Hola! La intención original de Sanderson era que estuviera centrado en Szeth, pero finalmente el protagonista será Dalinar.

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  2. Personalmente no se de que tengo más ansias,si de conocer el pasado de Dalinar como Espina Negra o el pasado de Szeth pasando por su instrucción para convertirlo en ese "monje" Asesino Blanco.

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