SINOPSIS: Jonathan Harker viaja a Transilvania para
cerrar un negocio inmobiliario con un misterioso conde que acaba de comprar
varias propiedades en Londres. Después de un viaje preñado de ominosas señales,
Harker es recogido en el Paso de Borgo por un siniestro carruaje que le lleva,
acunado por el canto de los lobos, a un castillo en ruinas. Tal es el
inquietante principio de una novela magistral que alumbró uno de los mitos más
populares y poderosos de todos los tiempos: Drácula.
RESEÑA: Dice la leyenda que el escritor irlandés
Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912 susurrando las palabras “strigoi,
strigoi” mientras señalaba un punto vacío de la habitación donde agonizaba.
Strigoi en rumano significa espíritu maligno, espectro o vampiro. Sea o no
verdadera la anécdota, lo cierto es que esta creación de Stoker, el vampiro
Drácula, fue el que lo hizo mundialmente famoso y gracias al que ha perpetuado
su nombre en la historia de la literatura.
Drácula se publicó en Londres en 1897, a finales de
la época victoriana y con el siglo XX alboreando en el horizonte, y es sin duda
una obra que se encuentra con un pie en cada uno de estos dos momentos
históricos: el siglo XIX donde todavía era posible creer en fantasmas y
monstruos surgidos de oscuros castillos abandonados propios del terror gótico,
y el siglo XX lleno de las promesas de la ciencia y el uso de la razón. En
Drácula, Stoker es capaz de conjugar ambos elementos con gran maestría para
crear uno de los grandes personajes de la novela de terror: el vampiro.
La novela de Stoker carece de un único narrador
principal y en su lugar utiliza diversos diarios personales o supuestos
recortes de prensa para contarnos la historia, una historia en la que el
principal protagonista es el único que no tiene voz narrativa propia: el conde
Drácula. Es este el que domina todas y cada una de las páginas de la novela,
aun cuando su presencia real es mínima. Su oscura figura se cierne como una
amenaza sobre el Londres victoriano y los protagonistas desde el mismo momento
en que recibe a Jonathan Harker en su solitario castillo de los Cárpatos
rumanos.
Vlad Tepes, el empalador. |
Mucho se ha escrito sobre la figura real que
inspiró a Bram Stoker el personaje de Drácula. Se ha hablado de Vlad Tepes el
Empalador, un héroe nacional desde la época de Ceaucescu y que ha pasado a la
historia por la crueldad que desplegaba con sus enemigos, pero lo cierto es que
no existen pruebas de que Stoker supiera mucho del personaje histórico aparte
del hecho de encontrar su apelativo “Draculea”, el demonio o el hijo del
dragón, en un libro sobre los principados de Valaquia (la actual Rumanía) y que
le llevó a tomar la decisión de cambiar el nombre del vampiro original de su
novela del poco llamativo “conde Wampyr” al mítico conde Drácula.
La primera parte de la novela podría ser
clasificada de típica historia gótica. Conocemos a Jonathan Harker que viaja
desde Londres hasta un perdido castillo de los Cárpatos para cerrar un negocio
inmobiliario con el misterioso conde Drácula, un anciano que vive apartado del
mundo. Harker es la representación típica del hombre moderno inglés, escéptico
y racional, que pronto descubrirá que en la lejana y casi medieval Centroeuropa
las cosas son muy diferentes. Los Cárpatos son un lugar rural de pequeños
poblados en mitad de despoblados de kilómetros de extensión, dominado por las
creencias supersticiosas en stregoica, vrolok o strigois (brujas, hombres lobo
y vampiros). Stoker logra sumergirnos con gran realismo en este mundo de
amenazas nocturnas que apenas podemos atisbar.
Por eso, cuando finalmente llegamos al castillo de
Drácula estamos preparados para ser testigos de la existencia de una criatura
que la lógica de la razón apenas podría imaginar: un vampiro, un ser maligno
con siglos de existencia a sus espaldas, alimentándose de la sangre de miles de
desgraciados. Paso a paso Jonathan Harker descubrirá que ha entrado por propia
voluntad en la guarida de un demonio sin piedad, porque a diferencia del
Drácula de Coppola un vampiro enamorado, el vampiro de Stoker es una criatura
maligna sin otra intención que viajar el corazón de la civilización occidental
para ampliar su coto de caza.
Así pues Stoker saca a una criatura típica de la
novela gótica para llevarlo al centro mismo del mundo victoriano, el Londres de
finales del siglo XIX. Este es otro de los grandes aciertos de la novela y que
explica en gran medida su éxito. Al lector de la época debió fascinarle esa
criatura sanguinaria vagando por las pobladas calles de la city londinense en
busca de nuevas víctimas (como una contrapartida ficticia del todavía cercano
Jack el destripador, que aterrorizó Londres apenas unos nueve años antes, no lo
olvidemos).
Para darle más realismo a la historia Stoker
incluye en la narración supuestos recortes de prensa, logrando momentos de gran
vistosidad como la llegada de Drácula a la costa de Whitby en medio de la peor
y más terrorífica tormenta de la historia de Inglaterra. Asimismo, el diario de
bitácora de la goleta fantasma Deméter debería figurar como uno de los mejores
fragmentos de terror gótico escritos por Bram Stoker.
En Londres se desarrolla el corazón de la trama de
la novela. Aquí por fin se desvela la verdadera amenaza que es Drácula para el
mundo moderno y conocemos al otro gran personaje de la historia y contrapunto
exacto del monstruo, el doctor Van Helsing. El sabio holandés posee una
personalidad avasalladora y una voluntad inflexible, y desde su primera
aparición demostrara que es el único con las habilidades suficientes para
plantar cara a Drácula.
Aun así el
vampiro acabará con la vida de la dulce e inocente Lucy Westenra (imagen
perfecta de lo que el conservador Stoker consideraba una mujer ideal, al igual
que Mina Harker, sometidas ambas a fuertes personalidades masculinas, como no
podría ser de otra forma en una novela del siglo XIX) y esta acabara convertida
en una lujuriosa y sensual bebedora de sangre a la que los protagonistas darán caza
para liberarla de su tormento en vida (o en no-muerte, como diría Van Helsing).
Las visitas nocturnas al cementerio de Highgate, en el barrio de Hampstead, y
la persecución de la vampira Lucy son también buenos ejemplos de lo bien que
maneja Stoker los resortes del terror gótico en la que fue su mejor obra.
A partir de entonces la novela da un giro total, y
de una historia de terror y misterio pasa a convertirse en una novela de
aventuras, o en una persecución policiaca, en la que los protagonistas se
lanzan a la caza del monstruo que huye de vuelta a su ancestral morada en los
Cárpatos. Drácula huye del Londres victoriano derrotado y no le queda más
remedio que regresar al mundo al que pertenece, lleno de supersticiones y
miedos irracionales. Toda una declaración de principios de Stoker: puede que
existan monstruos ancestrales que apenas logramos entender, nos dice el
escritor irlandés, pero el mundo moderno y civilizado acabará con ellos. Cuando
el siglo XX llegue el último reducto de estos terrores será el límite de la
civilización, inculto y supersticioso.
En definitiva Drácula es una novela optimista, en
las que las fuerzas del bien logran derrotar al mal ancestral representado por
el conde. Los protagonistas logran imponer su lógica y sus razonamientos para
encontrar a Drácula y acabar con él cuando está a punto de alcanzar su refugio
en los Cárpatos. Una novela que representa a la perfección una época de la historia y que nos deja varios
momentos muy logrados de terror gótico, así como a un personaje irrepetible a
la altura de otros mitos de la literatura como Frankestein o Hyde. Toda una
delicia perderse entre sus páginas y sumergirse en las abandonadas tierras de
los Cárpatos o en el bullicioso Londres nocturno, lugares ligados ya para
siempre a la oscura sombra del conde Drácula.
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