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lunes, 1 de julio de 2013

Reseña: Juego de tronos, de George R. R. Martin



SINOPSIS: Tras el largo verano, el invierno se acerca a los Siete Reinos. Lord Eddard Stark, señor de Invernalia, deja sus dominios para unirse a la corte del rey Robert Baratheon el Usurpador, hombre díscolo y otrora guerrero audaz cuyas mayores aficiones son comer, beber y engendrar bastardos. Eddard Stark desempeñará el cargo de Mano del Rey e intentará desentrañar una maraña de intrigas que pondrá en peligro su vida... y la de los suyos. En un mundo cuyas estaciones duran décadas y en el que retazos de una magia inmemorial y olvidada surgen en los rincones más sombríos y maravillosos, la traición y la lealtad, la compasión y la sed de venganza, el amor y el poder hacen del juego de tronos una poderosa trampa que atrapa en sus fauces a los personajes... y al lector.

RESEÑA: ¿Qué decir del libro que vio la luz en 1996 y del que muchos dicen que está marcando el rumbo de la literatura fantastica en el siglo XXI? Cuando George R. R. Martin empezó su saga titulada genéricamente Canción de Hielo y Fuego muy pocos podían adivinar que se convertiría en un éxito mundial, alargando su vida durante más de dos décadas y a día de hoy todavía sin concluir (por desgracia para sus seguidores que todavía tenemos que esperar dos libros más por escribir).
Debido al gran eco que han logrado los libros de Martin gracias a la serie que la HBO estrenó en 2011 (aunque mucho antes la saga ya contaba con una legión de seguidores en España, como prueba la magnífica página Asshai.com), me parece innecesario dedicarle demasiadas palabras a la trama de este primer libro. Imagino que la gran mayoría de lectores de este blog tiene una idea clara de Canción de Hielo y Fuego.
George Martin nos traslada al mundo de Poniente con un estilo altamente realista, muy alejado de la mayoría de mundos fantásticos de espada y brujería que tanto abundan en este género literario. Sus personajes son hombre y mujeres con miedos, deseos y pasiones demasiado cercanos a los nuestros, personajes con los que nos identificamos fácilmente, personajes que (quizá exceptuando los protagonistas principales de este primer tomo que son los Stark) están llenos de luces y sombras por lo que difícilmente podemos dividirlos en “buenos y malos”. En Juego de tronos nunca encontraremos orcos y elfos, podríamos decir, solo personas que intentan defender sus intereses y los de sus Casas, o simplemente sobrevivir en un mundo duro y violento.
Daenerys Targaryen.
Como digo los indiscutibles protagonistas de este primer libro son los Stark, la Casa que ha gobernado el Norte de Poniente desde la noche de los tiempos. Antaño eran los Reyes en el Norte, ahora son una Casa más de las sometidas al Trono de Hierro. Lord Eddard Stark, cabeza de esta casa, puede ser el personajes más noble y justo de todos los que desfilan por Canción de Hielo y Fuego (personalmente opino que Daenerys Targaryen es el único personaje que se le puede acercar), y curiosamente es el primero en morir.
George Martin, amante de la historia medieval europea, sabe muy bien que raramente las personas honradas viven mucho tiempo rodeadas de tipos despiadados en un mundo sin honor y por eso no duda en acabar al final de Juego de tronos  con el principal punto de vista del lector en el mundo de Poniente. Sin embargo este es seguramente uno de los mayores aciertos de la novela, una crisis o punto de arranque para todos los sucesos que se van a desarrollar ante nosotros y que nos muestra a las claras las cartas de Martin en la saga: en Poniente nadie está a salvo. “Si cometes un error, si tomas una decisión equivocada, estás muerto” nos grita Martin cuando decapita a Eddard Stark en el Gran Septo de Baelor ante los ojos de sus hijas y de todos nosotros.
El otro gran protagonista de la novela no es un personaje, sino un lugar: el Muro, esa gigantesca construcción de hielo que separa los reinos de los hombres del terror que se está alzando en el lejano Norte. La Guardia de la Noche, encargada de su defensa, es una sombra del glorioso grupo de combatientes que fue antaño y aun así uno siente ganas de ser Jon Nieve y unirse a ella en su lucha contra los Caminantes Blancos. El entrenamiento de Nieve en la Guardia podría estar sacado de una novela histórica sobre alguna orden militar de la Edad Media, a pesar de que sus enemigos son unos seres míticos y sobrenaturales.
Y este es otro de los grandes aciertos de Martin: la forma magistral con la que aparece la magia en esta saga. En Poniente no existe la magia, pero en un pasado ya olvidado sí. Sin embargo poco a poco empezamos a ver pequeños retazos del retorno de esta magia olvidada. Martin, al igual que hizo Tolkien en su trilogía, administra en pequeñas dosis los hechos sobrenaturales en Canción de Hielo y Fuego. Hechos como las profecías o el retorno de los dragones, que el autor consigue insertar en una novela fantástica tremendamente realista sin que nos llegue a rechinar.

Además George Martin logra convertir la estructura de la novela a través de POV en su gran aliada, manejando como un profesional la información que nos suministra y eligiendo dejarnos siempre en un punto en el que queremos saber más… y no nos queda más remedio que seguir leyendo. No en vano el “keep reading” es la respuesta favorita de Martin a las preguntas que le hacen los seguidores de Canción de Hielo y Fuego.
Y los lectores, enganchados, le hacemos caso. Desafío a cualquiera que lea las primeras cincuenta páginas de Juego de tronos a que sea capaz de dejarlo. Sin duda serán pocos los que puedan controlarse, porque después de ver a cierto personaje decir “Las cosas que hago por amor” desearemos pasar página tras página para conocer el destino de Eddard, Tyrion, Daenerys, Jon, Arya o Catelyn entre otros.
Desde luego los cuatro grandes pilares de esta primera novela son Eddard, Tyrion, Daenerys y Jon. Sus aventuras a través de Poniente y el continente de Essos, sus intereses enfrentados en las luchas de poder de los Siete Reinos definen las distintas facetas del mundo imaginado por George R. R. Martin. Tres de ellos (Eddard, Daenerys y Jon) quizás sean los más arquetípicos de Martin, pero el cuarto es, sencillamente, el mejor descubrimiento de la literatura fantástica de los últimos años.
Tyrion Lannister, el enano ingenioso y putañero, de lengua afilada, vengativo, generoso e inteligente es el personajes favorito de la mayoría de lectores de la saga que conozco. Casi todas sus frases son memorables, y logra compensar la desventaja de su cuerpo enano y deformado con un uso magistral de su inteligencia, el único arma que le han concedido los dioses. Sería de justicia que todos los sufrimientos que soporta Tyrion a lo largo de la saga fueran recompensados con el Trono de Hierro… pero lo veo poco probable.
Después de casi mil palabras todavía me parece que me he dejado multitud de cosas por decir. Apenas he mencionado el renacer de Daenerys (tanto físico como mental en su viaje con la horda dothraki de Khal Drogo), del bastardo Jon Nieve (un marginado unido al mayor grupo de marginados de todo Poniente, la Guardia de la Noche) o de la valentía de los pequeños Stark, Arya y Bran, enfrentando situaciones de las que a su tierna edad no deberían saber nada. Pero evidentemente, Martin no tiene piedad con sus personajes.

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